Reportaje: Bielorrusia

El último dictador de Europa

Alexander Lukashenko desafía a la comunidad internacional: Europa protesta y Rusia le felicita.

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Alexander Lukashenko, un oscuro dirigente de cooperativas agrícolas y adoctrinador político de la era soviética, se convirtió sorpresivamente en 1994 en presidente de Bielorrusia. Desde entonces amordazó a la prensa, barrió a la oposición, despidió a los jueces que no le obedecieron y comenzó a imitar a sus héroes predilectos: Adolfo Hitler y Felix Dzerzhinsky.

Su régimen está tan desprestigiado que casi todos los países democráticos de Europa le han negado el visado. Tampoco le permiten entrar a EE UU. Pero Lukashenko goza con el aislamiento. No está interesado en el ingreso ni a la OTAN ni a la Unión Europea y acusó a la oficina de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), con sede en Minsk, la capital bielorrusa, de ser un "nido de espías" y la echó sin contemplaciones.

No obstante, Lukashenko acaba de ganar por tercera vez consecutiva las elecciones presidenciales con el 86 por ciento de los votos, resultado que ha sido considerado como fraudulento e ilegal por los observadores occidentales y la oposición, debido a los métodos utilizados durante la campaña electoral y a que su reelección sólo fue posible gracias a un controvertido referéndum que abolió el límite de dos términos que establecía la Constitución.

El apaño moscovita

En Bielorrusia se ha "violado severamente el proceso electoral", denunció la OSCE, máximo órgano encargado en Europa de monitorear los comicios regionales, y explicó que durante la campaña electoral se acosó a los activistas de la oposición, se controló la prensa por el gobierno y se obstruyó el trabajo de los observadores independientes.

Sin embargo, otra misión de observadores enviada por la Comunidad de Estados Independientes (CIS), que lidera Rusia, avaló los resultados como "abiertos y transparentes". Y mientras Bruselas y Washington condenaban las elecciones, el presidente ruso Vladimir Putín felicitaba a su vecino Lukashenko.

A pesar de las protestas populares en Minsk y de las protestas de la oposición interna, encabezada por Alexander Milinkevich, los especialistas consultados por Encuentro en la Red estiman que es difícil que aquí se reedite un escenario parecido al de Ucrania, con la "Revolución Naranja", o al de Georgia, donde los grupos opositores lograron la convocatoria a una segunda ronda electoral y derrocaron a los candidatos gubernamentales.

El analista Vladimir Votapek, del Centro de Investigaciones Políticas de Praga, estima que, por un lado, "hay que aceptar que el presidente Lukashenko, aunque con métodos autoritarios, ha logrado mantener la estabilidad política y económica en el país y goza de cierto apoyo en las capas más conservadoras, quienes temen más a una guerra civil y a la pobreza que a su presidente".

Además, prosigue Votapek, sobre todo después de los procesos en Ucrania y Georgia, "Moscú ha decidido mantener como 'aliado incondicional' a esta república ex soviética que ocupa una posición geográfica estratégica entre Rusia y los países miembros de la OTAN y a la que puede manejar fácilmente con el arma económica".


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