Chile

Pugna por La Moneda

La batalla electoral entra en la recta final.

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Dinero y política

Los enemigos de Piñera ven los dos mil millones en que se calcula la fortuna de este empresario como un obstáculo al ejercicio de la primera magistratura de la nación. Se alega que sus intereses se cruzarán con los del país, que la presidencia sería un escalón para ensanchar sus caudales, que gobernará a los chilenos como si la nación fuera una empresa.

Esta última idea, a propósito, sedujo negativamente por algunos días al candidato de Renovación Nacional. Pronto, sin embargo, dejó de identificar sus éxitos empresariales con un mandato futuro. Un país enfrenta infinidad de graves problemas sociales, culturales y hasta psicológicos que sobrepasan con creces el campo empresarial.

El dinero de Piñera asusta a algunos, crea suspicacias en otros, pero también levanta envidias y la secreta admiración de la mayoría. Piñera no es otra cosa que el polémico signo de una sociedad donde el éxito se expresa a través de la acumulación de capital, que es como decir acumulación de triunfos.

Una voz aquí muy respetada, como la del ex presidente Patricio Alwin, criticó a su propia agrupación, la democracia cristiana, cuando esta creó una caricatura televisiva en que Piñera aparece comprando un avión, una isla y, frente al palacio de La Moneda —la sede del ejecutivo—, se pregunta si también lo compra.

De cualquier modo, ya el perseguido aspirante comenzó a vender sus acciones, pero el proceso será largo y sólo concluirá si gana los comicios. Ofrecemos seguidamente una punta de la pasión que se alza en derredor de Piñera. El periódico del gobierno, La Nación, exultó con la carta de un lector: "altanero, agresivo, menospreciando a los otros candidatos, de una soberbia sin límites, clasista, egocéntrico y un verdadero autista en torno a las ideas de los demás…".

Como las preferencias de un alto porcentaje de chilenos oscilan entre la izquierda democrática-actualizada de la Concertación y la derecha de centro, poner "sí" en la boleta de Piñera, cuyo padre brilló en la democracia cristiana, no se perfilaría ante los ojos del elector como una traición a comportamientos de otrora.

El dueño de casi un tercio de la compañía de aviación Lan-Chile y del canal Chilevisión, además, no fue un personero de Pinochet y dejó claro en el referéndum de 1988 que no le cedería su voto, actitud que no puede esgrimir la otra cara de la derecha, Lavín.

Reflexión para el oficialismo

Si el saliente Lagos goza de elevada popularidad, no ocurre lo mismo con el grupo de partidos políticos que se ha mantenido en el poder por más de tres lustros. Acaso no sería una aventura suscribir que un cambio de mando en la nación austral serviría a la democracia misma, conduciría al oficialismo a reflexionar sobre cuál es su papel, a aprender cómo se lucha en la oposición, a pulsar al cabo las ansias más profundas de un país al que volverían, sin duda, a gobernar. Quizá esta opinión nace de la experiencia cubana, de la prevención contra un régimen de casi medio siglo.

Por sobre cualquier prejuicio, empero, valdría decir que no únicamente a Chile le incumbe su destino. Sus avances económicos y sociales y su prestigio en ascenso lo colocan como un índice, un parámetro contra populismos presentes y futuros, que carcomen por más de una centuria al continente.