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Ciberpesetas

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El dinero electrónico promete hacernos la vida más fácil. Bastará cargar la tarjeta e introducirla en los dispositivos de lectura, para que podamos adquirir desde la barra de pan a los cigarrillos sin manipular una peseta. Con ese dinero se podrá comprar por teléfono o vía Internet, e incluso la televisión digital nos anuncia nuevos aparatos donde bastará insertar el monedero, para adquirir instantáneamente el nuevo chirimbolo que nos oferta la Tienda en Casa. Podremos transferir dinero para ciertos usos y no para otros, aumentar la velocidad y disminuir el costo de las transacciones; convertirnos en nuestros propios banqueros. El dinero podrá moverse con sigilo y rapidez por la red informática planetaria, dejando a la policía económica como el pescado en la tarima: con los ojos abiertos pero sin ver nada. Cosa que seguramente aprovecharán quienes se dedican a la higiénica tarea de lavar dinero. La red podría convertirse en el detergente universal. Y ya los falsificadores no tendránque afanarse en copiar los minuciosos dibujos de los billetes y las marcas de agua. Bastará que descubran los códigos electrónicos, con lo cual el ciberdelincuente se pondrá a la orden del día. Algunos aseguran que en 10 años sólo el 20% de los gastos familiares se pagarán en dinero contante y sonante. Otros van más lejos y auguran la desaparición del dinero tradicional, reducido a mera curiosidad numismática, dado que una cajetilla de Ducados costará 170 bytes. Falta que de aquí a allá tengamos trabajo, y por tanto dinero, electrónico o no, que ir a gastar en los hipermercados del ciberespacio.

 

“Ciberpesetas”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 20 de febrero, 1997, p. 27.