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Diana cazadora

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Con su gesto independiente y altivo, la Diana cazadora de los griegos bien podría figurar en el escudo de los movimientos feministas. La que quizás no figure nunca (o quizás sí) es esta Diana Cazadora de Gales, que insiste en ser noticia y ha recorrido desde la crónica rosa hasta la prensa amarilla. De la telenovela sin happy end que fue su matrimonio hasta las poses de víctima y las sospechas de victimaria, hay un solo factor común: cualquiera que la mire con atención se dará cuenta de que esta mujer (mujer y media a juzgar por el largo), llore o sonría, camine con ese encorvamiento ligero que algunos tomaron como humildad cuando no es más que un modo de parecer más pequeña que el Príncipe, acaricie niños minusválidos o represente al Reino Unido en alguna ceremonia oficial, siempre sabe más, mucho más de lo que dice. Incluso de contabilidad, como demuestra su contrato de divorcio. Decididamente, mucho tiene que saber para dirigir 200 asociaciones (yo no recordaría ni los nombres), aunque ahora renuncie, humildemente, a cien.

 

Según el Daily Express, Diana está dispuesta a convertirse en la colaboradora número uno en la lucha contra el SIDA. Y no lo dudo. Diana las caza al vuelo y el SIDA, aun sin ser la enfermedad que más gente se lleva al otro barrio, es la enfermedad más publicitada, que arrasa sin miramientos a cantantes y estrellas del basket en plena edad competitiva, no cree en millonarios, políticos y nobles; aunque su víctima predilecta sea el africano que no conoce el preservativo ni de oídas y el yonqui de séptima categoría.

 

Diana del SIDA, perdón, de Gales, sin olvidar sus otras 100 organizaciones caritativas, cruzará el planeta en todas direcciones (el SIDA es como Dios, omnipresente) y seguirá apareciendo hasta en la sopa, porque alla sabe de muchas cosas, pero sobre todo de marketing y no permitir que la olvidemos es su primer empleo.

 

“Diana cazadora”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 31 de octubre, 1996, p. 29.