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Felices sueños

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La foto es patética y conmovedora: un viejo comunista ruso, de manos vastas como estepas siberianas y bastas (pésima manicura es el trabajo), un viejo comunista con su medalla en la solapa, sus cabellos nevados (los que quedan), dormita encogido en su asiento del Congreso Popular Patriótico celebrado en Moscú.

 

¿Quién es? El fotógrafo posiblemente lo ignora. Sólo captóla cáscara de sus sueños. Quizás un defenestrado de la nomenklatura que no supo reconvertirse a tiempo en demócrata y nuevo rico, de modo que las vacaciones en Marbella le están vedadas. O algun tiranuelo de bolsillo, esos que engendra con tanta asiduidad la autocracia. ¿O un abstemio que escondía el vodka en frascos de limonada?

 

Pero quizás persiguió durante toda su vida, desde la popa de un arado allá en su koljós anónimo, el espejismo de un futuro equitativo y justo. O quizás sea un humilde tornero que soñó, empecinadamente, diseñar la pieza exacta para la maquinaria luminosa del porvenir. Sin darse cuenta, como Serguei Boronov, que "estamos condenados a la esperanza". Los manipuladores de la esperanza supieron mandarse a hacer, con la doctrina de Marx y Engels, trajes a la medida de sus ambiciones. Los manipulados fueron convencidos de la comodidad y la elegancia de las camisas de fuerza. Hoy, los más ágiles y susceptibles a los cambios de la moda, detentan un discurso demócrata, defienden la sagrada libertad de empresa y asisten a misa. Los otros, duermen. De cualquier modo, manipulador o manipulado, felices sueños. Mejor sería que no te despertaras. La vigilia es siempre menos reparadora.

 

“Felices sueños”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 28 de octubre, 1996, p. 15.