• Registrarse
  • Iniciar sesión

Fumadores del mundo: uníos

Comentarios Enviar Print

Permítanme los puristas parafrasear a Don Karl Marx para un propósito tan innoble como este breve Manifiesto Nicotínico. Como cualquier fumador sé (y en carne propia) que el tabaco es perjudicial, que la tos de por la mañana no es un resfriado pasajero, que el resuello ya no da para correr con el mismo entusiasmo y que algun día el corazón se negará a fumar un cigarrillo más. Pero de todos modos interrumpo un momento la escritura y (sí, ahora mismo) prendo un Ducado con el placer de siempre. Ya lo dijo Sara Montiel.

 

Me parece bien que se regule la protección a los presuntos fumadores pasivos, que no se fume en locales cerrados ni transportes públicos, incluso que en los restaurantes se reedite una vieja tradición de Alabama, que indicaba dónde debían sentarse los negros (los blancos podían sentarse en cualquier sitio). Ahora dice fumadores, y lo confirma el cenicero. Me parece bien, insisto, que la propaganda machaque, y que los menores de edad puedan comprar condones, pero no tabaco. Siempre que se use para lo que se usa, el condón previene enfermedades cardiovasculares, mal humor y cosas peores.

 

Pero algo muy diferente es que en New York esté prohibido fumar en la calle (no transitar en coche); que en Rusia te echenal portal con veinte grados bajo cero, aunque estés de visita, a fumarte el pitillo con la estoicidad de un oso polar; o que Clinton sume la nicotina a la lista donde aparecen el crack y la heroína. A pesar de que mueren más norteamericanos por gordos que por fumadores. Con indéntica razón podrían penalizar el tráfico de hamburguesas y desintoxicar a los cocacolainómanos; declarar el Servicio Gimnástico Obligatorio y cerrar por inmorales las fábricas de Donuts.

 

Pero aunque devastaran las plantaciones de tabaco con la misma saña que los sembrados de coca, los ciudadanos de México DF seguirán fumándose sus dos cajetillas diarias de smog. La equivalencia no es una metáfora, sino el resultado de un serio estudio ambiental. Tampoco, que yo sepa, hay autovías para contaminadores y autovías para no contaminadores. El hueco en la capa de ozono no es obra de los Habanos o los Winston; sino de los fabricantes de neveras y climatizadores. Por estar hoy un poco más fresquitos, puede que nuestro nietos se achicharren el día de mañana.

 

O con el mismo entusiasmo, el presidente Clinton podría suprimir la fabricación de armas, que seguramente matan más gente que los cigarrillos, y a juzgar por cómo andan las cosas, crean una adicción pavorosa. Lástima que sean un negocio tan próspero.

 

No pretendo defender el tabaco. Sólo fumármelo sin que algun puritano del alquitrán y la nicotina (que quizás adolezca de vicios peores; los hay) me tilde de enemigo público. Ni siquiera por lo que costamos en atención médica; lo pagamos de sobra con los impuestos sobre el tabaco. A este paso, un solo fumador sufragará en breve las enfermedades de diez abstemios.

 

Las costumbres humanas evolucionan, pero a su paso. Ya casi nadie consume rapé. Pocos mascan tabaco. Los rusos beben con más moderación que Catalina la Grande. Se come con más moderación (del Ecuador hacia abajo, no queda más remedio). Pero los patrones, las modas y los usos no pueden trastrocarse por decreto. A veces la antipropaganda sobre el tabaco resulta incitante, sobre todo para el adolescente, que descubreprecozmente la fascinación de lo prohibido.

 

Pero la tramoya de la política es así. Complacer a los votantes encarnizadamente no smokers, es siempre más fácil. Los fumadores desarmados suelen ser inofensivos. Y, ya de paso, los votantes discuten el humo, miran al humo, y el humo les impide ver otras cosas menos volátiles.

 

“Fumadores del mundo: uníos”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 20 de septiembre, 1996, p. 40.