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Nueva victima de Barbie

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Una joven granadina de 26 años yace en coma irreverible tras ingerir diuréticos masivamente para bajar de peso. Una joven que, según las estadísticas, no había recorrido sino la tercera parte de su trayecto vital, intentaba disminuir unos kilos a cualquier precio, y de hecho ha disminuido hasta el peso cero: la levedad de la muerte.

 

Mientras en los países en desarrollo (mejor decir en subdesarrollo, que lo otro es mera conjetura) millones de personas mueren de hambre sin intentarlo, porque la vida no les deja otra opción; en nuestros lares, que podrían alimentar a un cuarto de Europa más con lo que se tira a la basura, miles de jóvenes bien alimentadas se suicidan de hambre por alcanzar la estética Barbie, una estética que ya va siendo tan macabra en víctimas de la anorexia como aquellos zapatos de hierro que usaban las mujeres chinas para tener los pies pequeños, y que a los occidentales nos aterran por su barbarie.

 

¿Qué dosis de responsabilidad atañe en estos casos a la persona que, entontecida por un diseño corporal que los ricos alcanzan, cuenta corriente de por medio, a silicona y bisturí, se niega a reconciliarse consigo misma, y sobrevalora kilos y centímetros a costa de subvalorar su inteligencia, sus sueños y su sensibilidad, es decir, lo que hacen de ella un ser humano, no una muñeca presuntamente perfecta? Mucha. ¿Cuánta responsabilidad correspondea una propaganda repetitiva hasta la obsesión, al bombardeo de imágenes perfectas, de personitas de diseño, e incluso al empresario que exige "buena presencia", aunque él mismo sea feo como la muerte en día de lluvia? Mucha también.

 

De cualquier modo, vale reflexionar en estos casos sobre lo que hemos perdido. ¿Cuántas obras, emociones, sueños y felicidades (o infelicidades) probables habrá inmolado esta joven a la diosa Barbie? Nunca lo sabremos. Sólo que 26 años de experiencia vital no fueron suficientes para comprender que la vida, aún en su humana imperfección, es la aventura más espléndida, destinada por igual a ser disfrutada y padecida por gordos y flacos, por feos que nunca tendrán "buena presencia", y por feos del alma, que son los peores aunque se paseen por las pasarelas.

 

“Víctimas de Barbie”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 16 de noviembre, 1996, p. 33.