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Rapiña de difuntos

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Las leyes del comercio son inexorables y despiadadas, es algo que todos sabemos, aunque de vez en cuando nos hagamos pasar por compradores y no por billeteras con ojos que el comerciante intenta ordeñar.

 

Pero cualquiera diferenciará la compra de un coche, de un electrodoméstico, una medicina o un ataúd. Cada comercio tiene sus propias leyes y su ética, más o menos consolidadas en países donde la economía de mercado ha ido puliendo las reglas del juego.

 

Pero los países que acaban de acceder con entusiasmo al mercado distan mucho de ejercer el "todo vale" pero "hasta cierto punto". Se han quedado en el primer axioma.

 

Y en la República Checa, el asunto ya toma tintes de broma macabra. Aunque la Cámara Profesional del gremio funerario tilda de "poco éticas y abusivas" ciertas prácticas, la ganancia impone su propia ética, que no figura en los tratados de Moral y Cívica ni en los diccionarios, sino en los cursos de Contabilidad. Hasta tal punto ha llegado la rebatiña de difuntos entre las diferentes empresas de pompas fúnebres, que en los hospitales pululan agentes enemigos listos para disputarse la carroña, se pagan comisiones a los médicos, enfermeras y policías que dan parte de un nuevo cliente, e incluso recomiendan tal firma de ataúdes a los parientes, con la soltura de quien comunica por experiencia las bondades de una lavadora.

 

Alguien afirmó que cada ser humano se acerca al aspecto o las costumbres de cierto animal. Cuánta razón tenía.

 

“Rapiña de difuntos”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 20 de diciembre, 1996, p. 29.