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Clonaciones

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La famosa Ubre Blanca, única vaca con establo privado, música de Mozart y aire acondicionado, visitada por presidentes y delegaciones de alto nivel, otorgó a sus ordeñadores, durante el día más Guinness de su vida, 109,5 litros de leche. Y durante su temporada récord, 24.268,9 litros en 305 días. En el imaginario de la Isla, las ubres de esta vaca ejemplar ocuparon el pedestal del obrero y la koljosiana.

 

Mientras la aparición del “hombre nuevo”, escrupulosamente limpio del pasado burgués, se iba prorrogando año tras año, la aparición de la “vaca nueva” ya era un hecho. Los más mínimos acontecimientos de su vacuna vida eran reseñados por la prensa, que le dedicó un sentido epitafio el día de su muerte. Y como cualquier prócer de la Patria, tuvo su estatua en mármol blanco. Previsoras, las autoridades cubanas han conservado durante casi dos décadas un puñado de sus células, que ahora se han convertido en noticia.

 

Según un científico cubano, tras la desaparición del campo socialista, la producción de leche disminuyó un 50%.Su declaración establece una extraña relación causa/efecto, dado que la masa ganadera cubana disminuyó inexorablemente desde 1959 hasta 1990, y de ahí a la actualidad, pasando desde una cabeza de ganado por habitante, hasta casi cuatro habitantes por cabeza de ganado hoy. A inicios de los 70, se disminuyó drásticamente la cuota de carne que se distribuía por la libreta de (des)abastecimiento, explicando en un documento que se debatió en los centros de trabajo y estudios del país que la drástica contracción de la cabaña amenazaba con el ingreso de las vacas cubanas al libro rojo de la fauna. Sin mayores explicaciones ni culpables (es más fácil mencionar a la matanza furtiva que a la política furtiva).Y por entonces faltaban casi veinte años para que se detuviera el flujo de carne rusa.

 

Claro que si se entiende como producción de leche cubana el añadirle agua a la leche en polvo que llegaba desde la antigua RDA, ciertamente la caída del muro de Berlín tuvo para la Isla consecuencias lácteas que las vacas locales fueron incapaces de paliar.

 

El caso es que en las células de Ubre Blanca depositan hoy sus esperanzas las autoridades cubanas. Cumpliendo orientaciones directas del señor Fidel Castro, el Centro de Investigaciones de Mejoramiento Animal, dirigido por José Morales, se encuentra empeñado en la tarea de choque de clonar a Ubre Blanca, algo de “máxima prioridad para el país y para el Comandante en Jefe”, según el citado director, quien también asegura que la aparición de Ubre Blanca-2 es inminente.

 

De modo que tenemos a las puertas la versión lechera de la Zafra de los 10 Millones, el Cordón de La Habana y el desmonte masivo de tierras, que transformaría la Isla en un fértil vergel de punta a punta, y terminó desfoliando vastas extensiones, que al cabo tampoco se convirtieron en plantíos.

 

En casi medio siglo, las iluminaciones repentinas del mandatario cubano, adicto a lecturas diversas (economía, agricultura, ganadería, medicina, biotecnología, etc., etc.) han generado planes que harían manar sobre Cuba el cuerno de la abundancia en apenas unos años. Cuando se extirpó de los alrededores de La Habana una espléndida arboleda de frutales y cultivos diversos, para sustituirla por el café caturra de aciaga memoria, se desmontó una agricultura muy productiva para reemplazarla por la quimera de riqueza rápida. Dados los precios del café en el mercado mundial por entonces, el Cafetero en Jefe calculó dividendos espectaculares. Cuando el plan fracasó estrepitosamente, ni siquiera se ocupó de reconocer su error, responsabilizarse por las pérdidas o recuperar la agricultura tradicional en las áreas devastadas. Ya estaba listo para apostar fuerte, en la ruleta de la economía, por el azúcar. Tan fuerte, que la zafra de 1970, sin alcanzar siquiera la meta añorada, desmembró el tejido productivo al desviar de sus labores habituales a cientos de miles de trabajadores. Al cabo, su resultado más perdurable fueron los Van Van. De nada valieron las advertencias de los pocos especialistas que se atrevieron a contradecir las visiones del líder.

 

Si algo no se puede decir del señor Fidel Castro es que sea un hombre aburrido. Detesta los riesgos calculados de la economía de mercado. Y detesta por igual la pesada maquinaria de la llamada “economía socialista planificada”, con sus planes quinquenales y sus aburridas previsiones. Su espíritu guerrillero se niega a un sistema que depende del cálculo, sin emociones ni sorpresas. Como los buenos jugadores de Las Vegas, para él apostar es lo importante. Ya se encargará el pueblo cubano de sufragar las pérdidas. El pueblo cubano y sus sufridos acreedores internacionales, a los que ha sableado sin misericordia durante casi medio siglo. Rusos, argentinos, venezolanos, mexicanos, españoles, y un largo etcétera conocen en carne propia que otorgar crédito a Cuba es un deporte de riesgo.

 

Por el bien de los niños cubanos, únicos que concluyen su crecimiento a los siete años, por lo cual después de esa edad ya no necesitan leche, ojalá miles de ubres blancas comiencen a poblar los campos de Cuba. Claro que además de ser muy productivas, las nuevas ubres blancas deberán ser vacas autogestionadas: se buscarán la comida por su cuenta, e incluso se ordeñarán mutuamente. De ser confinadas en granjas estatales, podría ocurrir que se murieran de hambre, o que su leche regara sin provecho los establos, e incluso que el producto de sus ordeños, se cortara en los depósitos por falta de transporte, o carenara por error en una cantera de áridos, y no en la fábrica de quesos que le correspondía.

 

Pero ya puestos a la tarea de clonar, bien podrían los biotecnólogos de la Isla clonar a aquellos campesinos que con sabiduría, dedicación y escasos medios, surtían el mercado en abundancia, sin culpar jamás al clima, a Norteamérica o a Rusia en caso de mala cosecha. Clorar a los ganaderos que desde el siglo XVI convirtieron a la Isla en un importante exportador de cueros y salazones. O a los empresarios que legaron a los actuales gobernantes una economía saneada y ascendente, sin deudas y con un superávit en su balanza comercial.

 

Pero mucho me temo que si el experimento de Ubre Blanca resulta un éxito, el próximo candidato a la duplicación sea otro.

 

“Clonaciones”; en: Cubaencuentro, Madrid, 28 de mayo, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/economia/2002/05/28/8156.html.