• Registrarse
  • Iniciar sesión

Diario habanero. Jueves 16 de julio, 2009

4 Comentarios Enviar Print

Durante mi paseo mañanero, capturo algunas vallas publicitarias y slogans en los muros. En Cuba no hay publicidad comercial (tampoco es que haya mucho comercio). Ni competencia entre productos. La publicidad sólo vende un producto, el statu quo conocido como Revolución, a sus clientes cautivos. Y lo hace con la insistencia de quien no tuviera muy segura la clientela.

Hay slogans que apelan al nacionalismo decimonónico: "La patria ante todo", “Independientes para siempre”, o

De lo cual no nos queda la menor duda. Después que arruinamos a la metrópoli soviética ninguna potencia opta a la plaza.

Hay guapería retórica: "Señores imperialistas. ¡No les tenemos absolutamente ningún miedo!". "Yanquis, lumpens, delincuentes, flojos: recuerden Girón". Y "Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo". Aunque la bravata baja de tono en un cartel donde, junto a la imagen de Martí, se lee: “Resistir vale tanto como acometer”.

En la sección internacional los hay que abogan "Por la reunificación pacífica de Corea" (Remember Alemania, Kim Jong Il).

También advertencias, para que nadie en el patio se confunda: "El carácter socialista del sistema económico y político cubano es inalterable". "No dejaremos que nada ni nadie cambie la línea pura y recta de la revolución". Y éste que encontré en la Avenida 13:

La N de Nada estaba oculta tras un árbol y por mucho que salí a la calle, a riesgo de que un almendrón detuviera mi obra, no salió. A los suspicaces, no intenté transmitir el mensaje de que “un hada detendrá nuestra obra”. Sólo he creído en un hada en mi vida: Ada Martínez, una niña de noveno grado. Y no se hizo el milagro.

La sección “Somos felices aquí”, un slogan muy frecuente en la Era Robaina, cuenta con muchos ejemplos: “Programa del Partido. Siembra de futuro”. "200 millones de niños en el mundo duermen hoy en las calles. Ninguno es cubano". “El presente es de lucha. El futuro es nuestro”. O “Vamos bien”.

Hay una consigna que parece redactada por la ANB, Asociación Nacional de Balseros: "La libertad no se puede bloquear. Aquí no hay miedo".

Otros requieren de una lectura filosófica: "Cuba demostrará que el mundo puede salvarse". Es como decir: si Cuba se salva de ésta, usted también puede hacerlo. Porque, como dice otro slogan, "Nadie podrá quitarnos la esperanza". La perdemos nosotros solitos.

Otras inscripciones están redactadas con una economía de medios y un poder de síntesis admirables; como ésta, a la entrada de Doña Rosina. En cuatro palabras se condensa la tragedia del país:

A la salida del túnel de Línea encontré esta valla.

Si lo que dice es cierto, y si, como reza otro slogan, "Fidel es un país", nuestro padre y “Comandante en Jefe, ordene”, una mentira suya, una violación de los principios éticos, lo convertiría en el Contrarrevolucionario en Jefe

Si Fidel Castro no mintió en su alegato de 1953, en su Manifiesto de La Sierra Maestra de 1957, y en sus discursos de 1959, en Cuba rige la Constitución de 1940, hay elecciones libres, pluripartidismo y se garantizan todas las libertades.

Si no mintió el 1º de enero de 1959 en Santiago de Cuba, hay "libertad para los que hablan a favor nuestro y para los que hablan en contra nuestro y nos critican".

Si no mintió en enero, abril y mayo de 1959, Fidel Castro no es comunista, porque, como dijo el 26 de julio de ese año en la OEA, el comunismo es “terror sin pan ni libertad”.

Si no mintió el 2 de abril de 1959, no existen presos políticos, porque "la Democracia es derecho para unos y para otros, que se discutan todas las teorías, todas las prédicas que se escriban, que se discutan, porque el hombre es razón y no fuerza, el hombre es inteligencia y no imposición y no capricho”.

Si “Jamás se ha torturado a nadie en una cárcel revolucionaria”, no existen las gavetas de Villa Maristas, ni la ratonera de La Cabaña, ni los tapiados en la cárcel de Boniato, ni los candados en el Combinado del Este, y miles de testimonios son mera confabulación de falsarios.

Si no se trató de un engaño, Cuba produce más naranjas que La Florida; desde 1972 el nivel de vida del país es superior al de Estados Unidos; los cubanos disponen de 60 millones de huevos mensuales; la leche de los 8 millones de vacas podría llenar la bahía de La Habana; los 10 millones fueron; la agricultura creció un 150% entre 1969 y 1979; la Ciénaga de Zapata, desecada, es el mayor arrozal del planeta, y Cuba ha alcanzado “el nivel de vida más alto que ningún país del mundo, porque mientras las grandes potencias tienen que invertir (…) en fabricar armas, nosotros lo vamos a invertir todo en producir riquezas” (1962).

Y deberíamos aceptar que "En Cuba no hay libros prohibidos, sino que no hay dinero para comprarlos” (1998); que "Nuestro país no prohíbe a ninguna familia que emigre al exterior" (1999), y que no se han gastado más de 4.000 millones de dólares en compras a Estados Unidos, porque "Cuba no comprará [a Estados Unidos] ni una aspirina, ni un grano de arroz” (18 de octubre de 2000).

Deberemos aceptar también que no es una falta ética pedir a Kruschov el ataque atómico inmediato a Estados Unidos, con la garantía de que todo el pueblo cubano sería borrado del mapa. Ni condenar a muerte a los constructores de Granada, al ordenarles resistir desarmados, hasta el último hombre, la invasión de la 82 División Aerotransportada. Ni desterrar al Che tras leer prematuramente su carta de despedida, para después abandonarlo a su suerte en la selva boliviana. Ni embarcar asesinos y enfermos mentales hacia Estados Unidos en el puerto del Mariel. Ni hacer pública la conversación privada con el presidente de un país amigo, por puro afán de protagonismo. Ni…

Y si es cierto que “Fidel, estamos contigo”, por carácter transitivo se daría la paradoja de una Revolución construida por contrarrevolucionarios.

Me cuentan que en la entrada de San Antonio de los Baños, una valla anuncia que usted está entrando a "La Villa del Humor", por el festival que se celebra allí cada año, y al pie del cartel se lee: "Esta es una Revolución de Vencedores". Una lectura invertida sería: "Esta es una Revolución de Vencedores". Firmado: "La Villa del Humor".

En otras ocasiones, alguna mano anónima se encarga de modificar el sentido. Un slogan muy repetido en los 80 era: “Fidel, estamos contigo”. Alguien lo editó una noche y quedó: “Fidel, estamos (muy molestos) contigo”.

La relectura de los slogans no ha sido infrecuente durante todos estos años. Cuando Roberto Robaina, entonces Primer Secretario de la UJC, a la que rebautizó Ujotacé, intentó en los 80 convertir la publicidad ladrillo en propaganda juvenil, posmoderna, efervescente, hubo una hemorragia de vallas, calcomanías y carteles. En la parte trasera de muchas guaguas de La Habana colocaron la exhortación “Sígueme”, y era habitual ver a una manada de transeúntes obedeciendo el slogan cuando la guagua se volaba limpiamente la parada. En la entrada del Combinado del Este, la mayor prisión de la Isla, colocaron una reveladora frase de Fidel Castro: “Todo lo que somos hoy, se lo debemos a la Revolución y al Socialismo”. Pero la mayor muestra de talento propagandístico correspondió a un comité de base de la Ujotacé, que decoró el muro del cementerio de Victoria de las Tunas con un rotundo: "Aquí no se rinde nadie". Y tenían razón.

Claro que la mejor valla que encontré en La Habana la colgó la naturaleza y no requiere comentarios:

Hoy tenemos un almuerzo muy especial: nos ha invitado un viejo amigo que debe ser una especie protegida: uno de los últimos comunistas de infantería que quedan en la Isla. Lo he visto un par de veces durante estos días, pero en ninguna de ellas hemos podido sentarnos a hablar tranquilamente.

Hasta donde alcanzo, mi amigo conserva hacia eso que se suele llamar Revolución una fe propia de los años 60. Considera que el país va por el camino correcto, que todas nuestras desgracias son producto del “bloqueo” y de errores humanos evitables/inevitables en la construcción de la sociedad del futuro. Y es consecuente con ello. Nunca le han permitido militar en el Partido, porque sostiene que entre “camaradas” se debe ejercer la crítica sin tapujos de los errores. Y ante el “enemigo ideológico” (yo, por ejemplo) hay que defender las murallas con el blindado tesón de una plaza sitiada. Deduzco, aunque no me lo confiesa, que le duele comprobar cómo los cínicos, que en el fondo no creen pero que en la superficie no dudan, ocupan plaza en “la vanguardia de la clase obrera”. Mientras, los desencantados no confían en él al considerarlo un militante sin carné. Y los militantes, tampoco, al considerarlo un crítico por cuenta propia.

Él blasona de mi amistad como un acto de independencia personal, al tiempo que me recita los editoriales de Granma como la Biblia en verso. Valora mi literatura en la misma medida que detesta mi periodismo. Y ha conseguido apreciar mi persona previamente amputada de mis ideas. Cosas más raras se han visto.

En muchos sentidos, me recuerda a mi padre, aunque no tenga edad para serlo. Tampoco mi padre militó en el Partido y por idénticas razones. Crítico en su trabajo, conmigo (qué manía de escogerme siempre como enemigo) era la atalaya del Komintern. Abandonó un puesto excelente en una empresa norteamericana para ingresar al ejército como comisario político. Aceptó reducir a menos de la mitad su salario, porque la patria lo necesitaba, y desde entonces blindó su fe en El Señor contra todas las inclemencias del futuro. A mediados de los 80, cuando Fidel Castro lanzó su “Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” (ah, la magia de las palabras) y criticaba en televisión el estado de los hospitales y las escuelas, o los males que asolaban la economía del país —una vez removidos los “tecnócratas” y restaurado su propio voluntarismo económico, los males se esfumaron—, mi padre apagaba el televisor para no ver a Fidel criticando a la Revolución. Lo peor fue cuando Él en persona le dijo que “Ahora sí vamos a construir el socialismo”. Treinta y seis años de calentamiento es demasiado, incluso en las grandes ligas del comunismo mundial. Pero yo comprendo que es muy difícil aceptar que la mitad de tu vida ha sido un prólogo. O peor, que te han timado media vida y casi todos tus sueños. En 1990, un infarto masivo le ahorró el futuro.

Entre mi amigo y yo existe una relación muy curiosa. Él necesita discutir, es un espíritu discutidor por excelencia, pero en su entorno no halla con quién. Los desencantados de la Revolución temerán servirle la cabeza en bandeja de plata. Si queda algún creyente, será un baile de coincidencias. Y los que no creen, pero están obligados a creer por razones profesionales, lo considerarán un peligroso provocador. Yo soy su interlocutor ideal. Puedo responderle lo que me dé la gana sin miedo a represalias. Él dispone de todo el tiempo del mundo desde su jubilación y me envía larguísimos emails que yo suelo responder con monosílabos o algún corta y pega de actualidad que le ofrezca una visión alternativa. Él intenta demostrarme que tiene la razón. Vencerme, aunque no me convenza. Yo soy ateo, pero sé que con la fe no se discute. Los dioses no son demostrables. No lo necesitan.

Conociendo lo anterior, a Nury le preocupaba que este almuerzo se convirtiera en una batalla campal. Pero, curiosamente, tanto él como yo nos contenemos. Evitamos cualquier tema álgido, nos escurrimos por las esquinas y, de común acuerdo sin acuerdo previo, sorteamos las diferencias por el grácil expediente de no convocarlas.

Después de almuerzo tengo que llevar a Nury hasta el Comodoro con su abuela y, a mi regreso, descubro que Daniel se ha leído toda nuestra correspondencia en su computadora y está enzarzado con mi amigo en una animada discusión. En las páginas finales de mi cuaderno de notas, encuentro parte de ese diálogo:

Mi Amigo: El socialismo…

Daniel: Ya lo tienes en Suecia.

Mi Amigo: Pero Suecia no es un país subdesarrollado ni está sometido al bloqueo de US.

Daniel: Ni es una economía subvencionada.

Mi Amigo: Pero es bueno que el pueblo esté subvencionado en sus necesidades básicas.

Daniel: Hablo de estar subvencionado por la URSS.

Mi Amigo: Eso ya pasó.

Daniel: ¿Y Venezuela y su petróleo?

Mi Amigo: ¿Y ese no es un buen negocio?

Daniel: Tanto, que ganan 22.000 millones gracias a USA.

Mi Amigo: Eso es puro negocio. Si USA no quiere enriquecer a Chávez, que no le compre más petróleo.

Daniel: Eso demuestra que las ideas no valen un carajo en el juego de la geopolítica. USA subvenciona indirectamente a Cuba a través de Chávez.

Mi Amigo: Si Chávez le corta el suministro a USA le crea una crisis.

Daniel: Si Chávez le corta el suministro a USA, se suicida.

Etcétera, etcétera, etcétera.

En la tarde, aparecen un par de amigos de mi amigo y se arma una petit discusión sobre la patria, el patriotismo y otras hierbas aromáticas. Un tema sobre el que tengo más dudas que certezas, así que me zafo de un debate donde, al parecer, todo lo que hay que saber ya viene en Abdala, la obrita adolescente de Pepito Martí.

Tarde en la noche, invitamos a nuestros amigos editores a comer en El Palenque, un sitio muy recomendable. Los hijos de ambos se han ido de Cuba. Viven en España y en Estados Unidos. Muchos de sus amigos, también se han ido. Y eso duele. Al madurar, de los quesos emmental se escapan burbujas de dióxido de carbono y dejan huecos en el interior que desde afuera no se distinguen. En el caso de las personas, a veces no hace falta abrirlas para saber que los huecos están ahí y que nunca se rellenarán. Recorre la conversación una cierta nostalgia, hasta que un oportuno cambio de tercio nos pone al día sobre la chismografía cultural en curso. Pero prefiero que en este blog no haya bajas en combate verbal. Por eso, como dirían los antiguos, correré sobre este tema un tupido velo que nos permita irle a hacer a Morfeo la media hasta mañana.