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En fin, el mar

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La Unión de Jóvenes Comunistas se dispone a cambiar radicalmente sus métodos de trabajo. En la reciente Asamblea Provincial de Villa Clara, en la agenda de trabajo de la organización en Granma, y en los principios esbozados por el secretario general Otto Rivero Torres, se percibe un espíritu que, seguramente, convertirá a la UJC en una institución democrática, abierta, en fin, el mar.
El propio primer secretario afirmaba en días pasados, que se proponen conocer al dedillo el arte de la política, para “conmover y movilizar no sólo a sus compañeros de filas, sino también a los que no tienen un carné, o a los que incluso no se han integrado del todo a la vorágine creadora de la sociedad cubana actual”. Es decir, se trata de convencer a los jóvenes con un proyecto político atractivo, donde disfruten de una participación creativa, y no como meros tornillos de la maquinaria estatal. O, más que convencer, “conmover” —la palabra, sin dudas, rebasa el pedestre ejercicio de reclutamiento que practica la política tradicional—. Y no sólo se ejercerá esta conmovedora política con los militantes, que disfrutan ya de convicciones o al menos del carné que lo demuestra, sino que se extenderá a los que “no se han integrado del todo”. ¿Y los que no se han integrado del nada? En la provincia Granma tienen la respuesta. Tras reconocer que “no pocos han quedado al margen de la influencia de la organización”; se proponen trabajar con todos los contemporáneos “incluso con quienes detentan actitudes erradas o irreverentes”.
No queda claro qué son actitudes erradas, pero conociendo que “antes de b y p se escribe m”, puede suponerse que actitud errada es toda aquella que no cumpla con la regla de la ortografía política. No obstante, eso no los excluye. Tampoco a los irreverentes. En breve presenciaremos una organización con sentido del humor, la redención del choteo, la reivindicación de la sátira como ejercicio de sanidad social, y aunque no nombren a Pepito Secretario General, al menos saldrá de las catacumbas.
Otto Rivero Torres subraya también que “la salida del Período Especial no está meramente relacionada con dejar atrás las carencias materiales, sino también, y sobre todo, con lograr un cambio de mentalidad que haga humanamente superior al cubano”. Un propósito, sin dudas saludable, que arrumbará al desván de la historia los mítines de repudio, la chusmería política, la ofensa y la descalificación como sucedáneo de argumento, o la repetición infinita de consignas, ese ejercicio del criterio (ajeno) indigna de cubanos humanamente superiores.
Por el momento, mientras los jóvenes cubanos no se enteren de la buena nueva, se detectan algunos problemas casi tan viejos como la propia UJC.
El primero es que la organización recluta números, no personas, razón por la que se propone ahora “un trabajo político-ideológico más eficaz, más espeso en argumentos, más intencional y diferenciado”. Aun corriendo el peligro de extraviarse en la “espesura” de los argumentos, donde se agazapan los más peligrosos bichos y alimañas.
Se apunta también “la necesidad de desterrar el formalismo, la guataquería y la falta de compromiso”. Aunque puede suceder que la guataquería sea compromiso, el compromiso sea formal, y así sucesivamente. Claro que la falta de compromiso tiene remedio, porque “un militante sin tarea puede convertirse en un joven sin compromiso”. Y a la inversa.
Se hace referencia a la inestabilidad de los cuadros. El decrecimiento del número de militantes entre los trabajadores (no así entre los estudiantes); que no ingresan a la UJC “por carecer sus entidades de estructuras juveniles que amparen el crecimiento”; nunca porque simplemente no les interesa militar. Algo que, de todos modos, no debe preocupar, porque en la futura UJC no se trabajará con cifras, sino con nombres y apellidos. No se puede conmover a la fuerza, ni establecer una meta de conmovidos para el próximo quinquenio.
También se detecta falta de combatividad y energía, una “mala política de sanciones” y la inasistencia de los militantes a las reuniones. Mientras llega el día en que lo más importante sea el contenido, es decir, la formación de cubanos humanamente superiores, el Primer Secretario Otto Rivero nos advierte que “el primer deber de los militantes es participar en las reuniones que convoca su comité de base, al igual que cotizar”.
Una preocupación especial es la escasez de militantes que al concluir su ciclo en la UJC admitan de buen grado transitar hacia el Partido Comunista. Muy pocos se acogen directamente al “principio de voluntariedad” y aducen que no porque no. En ese momento crítico, cuando se debe mudar la piel de la militancia juvenil por la de la militancia adulta, suelen aparecer dolencias de la columna que hacen insoportable el peso del carné en el bolsillo, abuelitas enfermas a las que cuidar, etc., etc., etc. Razón por la que el Primer Secretario aboga en estos casos por que se llegue “hasta el último argumento posible cuando se trate de hablar con un joven que refiera problemas familiares o falta de tiempo como razones para no ingresar a las filas”. Y se pregunta: “¿Acaso el Partido es inhumano, acaso no entendería a una joven embarazada o a alguien que atraviese un situación familiar difícil?” Algo que sin dudas cambiará cuando la UJC aplique su nueva y conmovedora política. Los presuntos ingresos al Partido no tendrán que devanarse los sesos en busca de excusas. La negativa rotunda será admisible y no tendrá consecuencias desagradables para el futuro de quienes decidan pasar con fichas.
Como bien dice la periodista cubana Alina Perera Robbio, “solo se quiere a fondo lo que bien se conoce”. Y viceversa.
“En fin, el mar”; en: Cubaencuentro, Madrid,22 de mayo, 2001 http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/05/22/2384.html.