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Los cinco magníficos

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El pasado 8 de junio, transcurridos seis meses y 103 audiencias en un tribunal federal de Miami, un jurado que no incluía a ningún cubanoamericano, declaró culpables de conspirar para acceder a información secreta en bases militares del sur de la Florida, y de actuar como agentes extranjeros sin registrarse como tales, a cinco ciudadanos cubanos residentes en La Florida: René González Sehwerert, instructor de vuelo y especialista en técnicas de aviación; Ramón Labañino Salazar, economista graduado en la Universidad de La Habana; Fernando González Llort, y Gerardo Hernández Nordelo, ambos licenciados en Relaciones Internacionales, y Antonio Guerrero Rodríguez, ingeniero civil en construcción de aeródromos. En el caso de Gerardo Hernández, se le halló culpable también de participar en la conspiración que fraguó el derribo y el asesinato de cuatro pilotos de Hermanos al Rescate, en 1996, lo que podría equivaler a cadena perpetua. Ellos integraban la llamada Red Avispa.
Desde la captura de los agentes, a fines de 1998, y durante el largo proceso, La Habana hizo un espeso silencio sobre el caso. Por fin, doce días después de la sentencia, apareció en Granma la noticia de que cinco compatriotas “que en las entrañas mismas del monstruo arriesgaban diariamente sus vidas para descubrir e informar sobre los planes terroristas que la mafia cubano-americana con la tolerancia y complicidad de las autoridades de Estados Unidos “fueron “declarados culpables de infames y falsas imputaciones ante un tribunal de Miami (...) amañado, prejuiciado, desinformado, y bajo colosal presión”. Explica Granma que “dada la índole de su heroica misión, era necesario esperar el desarrollo del largo y tenebroso período que duró el proceso desde el arresto hasta la injusta decisión del jurado para desenmascarar y denunciar la impúdica actuación de las autoridades policiales y judiciales de Miami. Después de casi tres años de anónimo y ejemplar heroísmo, ha llegado la hora de divulgar toda la verdad”.
Durante tres años, cualquier ciudadano del planeta podía informarse en la prensa sobre los pormenores del arresto, las pruebas, los alegatos del fiscal y la defensa. El pueblo cubano carecía de ese derecho. Y la razón es muy simple: el cubano no tiene derecho a recibir información pura e interpretarla por su cuenta. La información siempre tiene que llegarle ya interpretada. Mientras cupo cierta esperanza de que los agentes no fueran hallados culpables, La Habana se abstuvo de pronunciarse abiertamente. Y sin interpretación, la noticia no existe.
Casos de espionaje se dan todos los días, y por parte de todas las naciones. Espías son aprehendidos y juzgados continuamente, sin que se dé al asunto otra connotación que “bajas en el servicio activo”. Pero en lo que se refiere a estos cinco espías, se decidió, una vez confirmado el veredicto, que podrían tener una utilidad adicional: utilidad patriótica para alimentar infinitas mesas redondas donde se demuestre que “cinco patriotas cubanos” han sido “injusta y cruelmente” encarcelados por presiones políticas. Para ello, comienza el Granma transcribiendo un mensaje que supuestamente escribieron los espías al pueblo norteamericano, al que preguntan “por qué no podemos vivir en paz ambos pueblos”; dicen haber evitado “la muerte de ciudadanos inocentes cubanos y norteamericanos”, acusan al gobierno norteamericano de complicidad y tolerancia con los planes agresivos hacia Cuba del exilio cubanoamericano que, según su contabilidad, han costado a la Isla 3.478 muertos y 2.099 incapacitados y, por último, no se arrepienten de sus acciones. Muertes lamentables, sin duda, como la de los 30.000 compatriotas que, según estimaciones discretas, han muerto mientras intentaban huir de Cuba.
El sistema de mesas redondas, que se inauguró con la Era Elián, ha persistido contra diferentes enemigos: La Ley de Ajuste Cubano, el embargo, etc., promoviendo un estado de beligerancia perpetua que los cubanos logran paliar apagando la tele. Mantener al cubano en un estado de crisis permanente no sólo justifica la supresión de las libertades en un país en guerra, sino que pretende distraer al personal de su más importante problema: el yantar cotidiano. En las mesas redondas ya efectuadas los métodos de ataque han sido tres: descalificación del (supuesto o real) enemigo, recalificación de los espías y argumentaciones sesgadas de un hecho innegable: cinco ciudadanos al servicio de un país recogían en otro información de inteligencia.
Entre los descalificados, empleados como coartada de las acciones de los espías cubanos, se encuentra José Basulto, que encabeza Hermanos al Rescate, protagonista de incursiones de propaganda en el espacio aéreo cubano, sin otro daño que la información, pero también del salvamento de numerosos balseros cubanos a la deriva. Se le acusa de volar con periodistas checos a bordo, un crimen difícil de catalogar, y se afirma que goza de total impunidad, con lo que se acusa directamente al gobierno norteamericano de permitirle violar “las normas del Convenio de Chicago que rigen estrictamente las formulaciones para el tráfico aéreo, más cuando se sabe que por el espacio de nuestro país pasan diariamente cerca de 400 vuelos, fundamentalmente estadounidenses, donde viajan en su mayoría ciudadanos norteamericanos, a los cuales se les pone en peligro la vida”. Claro que la vida de estos ciudadanos no es puesta en peligro por las avionetas de Basulto, sino por una presunta respuesta de los cazas cubanos, que acaso podrían derribar un Boeing 747 por error.
Otro de los “enemigos” mencionados es el presidente del Movimiento Democracia, Ramón Saúl Sánchez, a quien se acusa de 20 ataques a embarcaciones y misiones diplomáticas cubanas, participación en el asesinato de Carlos Muñiz Varela, y de un atentado en el 79 a la Oficina de Intereses de Cuba en Washington. En el mismo saco se incluyen sus acciones de los últimos 20 años: protestas callejeras al concretarse los primeros acuerdos migratorios Cuba-EE. UU., flotillas que se han acercado a la Isla en un gesto de protesta, entre el 95 y el 98, fundación de Radio Democracia, apoyo a los parientes miamenses de Elián, y testificar en el juicio a los propios espías. Lejos estoy de justificar cualquier acción violenta contra Cuba, ni en el pasado ni en el presente. Pero me resultan inadmisibles los baremos del gobierno cubano, según los cuales una acción de protesta o el ejercicio de una opinión contraria, son actos de guerra. Se trata, simplemente, de una internacionalización de su política doméstica hacia la disidencia interna.
Al proceso de recalificación de los espías han sido convocados los familiares: la madre de René González Sehwerert, por ejemplo, cita a su hijo como “muy emprendedor”, dado que hizo, “con la ayuda de su hermano Roberto, el juego de cuarto” (¿dónde habrá conseguido la madera?), lector impenitente y hasta poeta. Cosas todas estas que cualquier madre puede decir de su hijo, sin que de ello deduzcamos si era o no un buen agente de la Seguridad del Estado cubana. Claro que el propósito es desvanecer la idea de que se trataba de agentes profesionales de inteligencia que hacían el trabajo para el que fueron entrenados. Su condición actual de “víctimas” recomienda presentarlos como cubanos comunes y corrientes, amateurs heroicos que un día decidieron sacrificar sus pacíficas vocaciones por la patria.
Las interpretaciones sesgadas son aún más ingeniosas.
El periodista Randy Alonso aseguró en una mesa redonda que “Cuba nunca ha ocultado que se realizaban acciones de búsqueda de información entre los terroristas de Miami, en legítima defensa” —a pesar de que durante tres años se ha ocultado al propio pueblo cubano que cinco espías estaban siendo procesados—, pero “que no necesitamos espiar a Estados Unidos, como ha expresado Fidel”. De modo que toda la mitología de infiltrados en la CIA, dobles agentes, triunfos del espionaje cubano en las entrañas del monstruo ¿era mentira? ¿O mienten ahora? Ya uno no sabe qué pensar. Si Estados Unidos es, en la retórica gubernamental cubana, el gran enemigo, si practica hacia el exilio de Miami “tolerancia y complicidad” ¿no es lógico que se le espíe?
En ningún momento, por supuesto, esclarecen qué sucedería en caso contrario. Me explico: Cuba ha promovido (y promueve) movimientos insurgentes en diferentes puntos del planeta: ha entrenado a guerrilleros latinoamericanos y africanos, terroristas vascos, y ha dado cobijo a profesionales de la violencia de la variopinta izquierda mundial. ¿Qué le habría sucedido en Cuba, de ser capturados, a un grupo de espías colombianos, por ejemplo, que investigaran los nexos entre la subversión en su país y las autoridades cubanas? ¿Habrían sido tratados como patriotas colombianos, o encausados como espías de una nación extranjera?
Si nuestros espías eran en los 70 y 80, James Bonds tropicales que “en silencio ha tenido que ser” compitieron en las grandes ligas de la inteligencia mundial, ahora son inocentes víctimas, degradados a penetrar los “grupúsculos” de Miami que organizan vuelos de avionetas y flotillas de protesta. Víctimas abrumadas por el sistema penal norteamericano que, según Randy Alonso, les incomunica los fines de semana y sólo el lunes les permite llamar por teléfono a sus familiares y, además, les mata de hambre, dado que el último alimento que consumen al día se les sirve a las cuatro de la tarde. Olvida Randy Alonso que el sistema penal de la Isla, que se aplica por igual a los once millones de cubanos en presunta libertad, les prohíbe llamar por teléfono a sus familiares en el exterior de lunes a domingo, y no les garantiza ni una comida caliente al día.
“Los cinco magníficos”; en: Cubaencuentro, Madrid,6 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/07/06/2979.html.