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¿Qué viga?

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«Quid vides festucam in oculo fratris tui et trabem in oculo tuo non vides?[1]»

San Lucas (6: 41‑42)

«Hipócrita, echa primero fuera de tu ojo la viga, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.»

San Mateo (7: 3‑5)

Pero una parábola seria no puede obviar que no siempre una viga en el ojo molesta tanto como suponen los oftalmólogos. De acuerdo a la posición de los ojos, es casi imposible verse con el izquierdo un polín de línea que uno tenga encajado en el derecho. Hay noticia de vigas como lentes de contacto en colores: mientras mejor se instalan en la córnea, más azulito o rosadito o verde se ve el mundo. De modo que si no molesta (y hasta se disfruta) y tampoco se ve, el acusado podría preguntarse con entera franqueza: ¿Qué viga?

Hay quienes valoran de un modo tan desmesurado la perfección del prójimo (sobre todo cuando es un prójimo no tan prójimo) que una mísera pajita en su ojo les resulta intolerable. Velan, ante todo, por la virtud ajena, y en tan grata tarea se olvidan hasta de la propia virtud. Cuando alguien grita a otro: «Horror. Una paja en tu ojo»; todo el mundo se vuelve hacia el pajizo (perdóneseme la expresión) y casi nadie hacia el crítico. En eso hay una lección de alta política que los lectores de entre líneas han sabido muy bien aprovechar.

[1] «¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?»