Salariales
Luis Manuel García Méndez | 01/01/1994 12:15
Salió una mañana cierto propietario en busca de obreros para labrar su viña.
A las ocho concertó con algunos pagarles un denario al día y los mandó al trabajo.
Salió a las nueve, y viendo a algunos ociosos los contrató igualmente:
─Id también a mi viña y os daré lo que fuere justo.
Y ellos fueron.
Más tarde hizo lo mismo con otro grupo de desocupados.
Y, por último, una hora antes del fin de la jornada, contrató a un puñado que había pasado el día en la plaza, a la sombra de un toldo, contemplándose el ombligo:
─¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?
─Ha subido mucho la tasa de desempleo ─respondieron.
Y aún a riesgo de inflar su plantilla, los encaminó también hacia la viña donde ya se daban cabezazos y había mermado mucho la eficiencia.
Al fin de la jornada, mandó a su mayordomo:
─Llama a los obreros, págales el jornal empezando desde los postreros hasta los primeros.
El mayordomo pagó un denario a cada uno, desde los que habían trabajado apenas una hora, hasta los que habían sudado como burros durante todo el día.
Fueron esos últimos quienes comenzaron la sedición y las murmuraciones:
─Estos postreros sólo han trabajado una hora y los ha hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
A lo que el señor respondió:
─Amigo: no te hago agravio. ¿No te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Mas quiero dar a este postrero como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mio? ¿O es malo tu ojo porque yo soy bueno? Recuérdalo: los primeros serán postreros, y los postreros, primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. Acababa de inventar el sueldo fijo.
“Salariales”; en: Somos, n.º 155, La Habana, 1994, p. 43.
Publicado en: Jodemas | Actualizado 04/08/2009 12:16