Actualizado: 27/03/2024 22:30
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

La capital enemiga

Mercadeo ilegal, mafias, intelectualidad cortesana: La Habana es una Babel creativa y caótica.

Enviar Imprimir

La Habana es una capital enemiga del poder. En todos sus segmentos, por su tipo de fluidez cultural y por su relación política específica con las autoridades.

El concepto de enemigo que utilizo no es exactamente el que tenemos asumido al hablar de ejércitos que se enfrentan en el campo de batalla, en el que los bandos intentan obtener la victoria absoluta; tampoco el que nos viene a la mente cuando pensamos en dos personas que se odian a muerte: en este œltimo caso, la simple distancia, o el no trato, disuelve la enemistad.

Para el asunto que se trata empleo el término enemigo en el sentido que le otorga Carl Schmitt, el famoso teórico político alemán de principios del siglo XX. En él, la naturaleza de la enemistad es la misma que en las dos dimensiones anteriores, la negación moral y psicológica del otro, pero se suprime la tentación de destruirle totalmente. Porque para Carl Schmitt lo que fundamenta la política es el par amigo/enemigo, pero, como la política es consustancial a la más alta expresión de organización humana, que para él es el Estado, este par amigo/enemigo debe coexistir en una dialéctica permanente, sin síntesis alguna.

Si desaparece, desaparecen lo político como hecho humano y el Estado como su mejor creación. Vista así, la política no es la continuación de la guerra por otros medios; es la guerra en sí misma, una guerra específica en la que los enemigos no buscan eliminarse.

Interesante lo que sigue. Schmitt teoriza y legitima formas concretas de hacer política y de organizar el Estado, en lo que lo más importante es el "decisionismo político"; es decir, la ruptura de las reglas y normas de convivencia preexistentes cuando se trata de garantizar la supervivencia del Estado y del par amigo/enemigo que le da sustento. Un par que, tácticamente, intercambia sus roles: a veces el amigo es enemigo y el enemigo aparece como amigo; el tipo de intercambio que esa más llevadera, también más hipócrita, la tensa y dura relación política de los implicados.

Schmitt no pensó en Cuba, pero yo sí cuando leo y releo sus escritos.

Lo que mejor expresa nuestra tradición política es aquello de que las leyes se acatan, pero no se cumplen. Está tan normalizado este adagio cubano que nunca reparamos lo suficiente en cuán profunda es la destrucción de la convivencia moderna entre nosotros. Sin el respeto mínimo al orden legal preexistente, no hay convivencia política moderna. Y si no somos un caos político visible es por el miedo a una autoridad que se ejerce sin misericordia.

Complicidad habanera

Estoy tentado a decir que toda Cuba vive burlándose de la suprema autoridad que es la ley: gobernantes y gobernados. A despecho de que los manzanilleros, en la provincia Granma, digan que las leyes se hacen en La Habana para que sean cumplidas en Manzanillo.


« Anterior12Siguiente »