Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Largo interinato compartido

En Cuba no parece haber transición ni sucesión a la vista, sino continuidad.

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Los actos que culminaron en la revista militar y desfile popular del 2 de diciembre en la Plaza de la Revolución, en La Habana, sirvieron para polarizar las interpretaciones en torno a si marcan la defunción cuasi oficial de Fidel Castro o la culminación del traspaso de poderes a Raúl Castro, luego de la provisionalidad establecida en la nota del primero, el 31 de julio, luego de su intervención quirúrgica.

Haciéndole el juego a los que se pierden en esta infecunda lectura de las apariencias, no puedo evitar hacerme la pregunta: ¿Está Fidel Castro a punto de morir y asume Raúl Castro plenamente todos los poderes de manera definitiva y oficial? ¿Es este el significado más importante, lo más relevante, de todo lo acaecido entre las conmemoraciones del 30 de noviembre y los desfiles, de fuerzas armadas y sectores del pueblo en Santiago de Cuba y La Habana?

No lo creo. Para sustanciar este enfoque pueden apuntarse varias consideraciones. Si el acta de defunción estuviera a la vuelta de la esquina, el vocabulario oficial y los medios informativos estarían ya estructurando una adaptación más ajustada de Raúl como primera figura, presidente en funciones, o cualquier formulación más próxima a un desenlace inminente, y no de segunda figura, como se sigue enfatizando.

Personas a las que respeto intelectual y políticamente, como Alfredo Guevara, Ricardo Alarcón, Carlos Lage o Ignacio Ramonet, no estarían presentando el estado de salud física y mental de Fidel Castro de la manera optimista con que lo han venido haciendo. ¿Qué sentido tendría tratar de engañar a los demás y a ellos mismos? Lage, en su discurso a los visitantes extranjeros, habló categóricamente de la "necesidad" de contar con Castro algunos años más.

¿Acaso también se quiere engañar a unas 1.500 personalidades extranjeras, incluidos jefes de gobierno y renombrados intelectuales? En resumen, considero que tendremos todavía un cierto período de tiempo de lo que he dado en llamar "interinato compartido" entre Fidel y Raúl, donde el primero cesa de dirigir como lo hacía, se reserva a la toma de decisiones y temas clave, en tanto el segundo asume la función ejecutiva de manera paulatina, pero cada vez más plenamente.

Y todo ello transcurre en el contexto de una situación caracterizada por: a) Sensible mejoría económica, cosa que atestiguan desde la CIA hasta el más reciente análisis de Marc Frank, corresponsal de Reuters, en The Financial Times; b) Alianzas internacionales más efectivas para la recuperación económica y para una mayor y más amplia legitimación regional e internacional; c) Una situación de normalidad, creciente institucionalización y mayor visibilidad de una dirección realmente colegiada y colectiva; d) Una validación entre muy amplios sectores de la población, donde los actos de Santiago de Cuba, el Malecón (en la Tribuna Antiimperialista) y la Plaza, no sólo fueron muestra de ello, sino que en los mismos no ocurrió ninguno de los vaticinios apocalípticos reclamados por sectores del exilio en Miami; e) El amplio consenso y las expectativas evidentes entre amplios sectores que respaldan en una medida u otra a la revolución, que en el futuro próximo deberán producirse cambios y reajustes de beneficio más directo de todos.

En este análisis no puede faltar la enorme importancia de los dos discursos que marcaron hitos en estas celebraciones. Me refiero al que hiciera Lage, como representante de la generación intermedia que asume hoy un papel decisivo en la conducción del proceso cubano, y al de Raúl Castro, en representación de los históricos. En ambos, una clave: ni transición ni sucesión, sino continuidad. Y para cierre de ocasión, la oferta renovada de diálogo y negociación hecha a EE UU por Raúl, cosa que ha venido reiterando en varias ocasiones a lo largo de los últimos cinco años.

Una persona de toda mi confianza (está en sus cuarenta y no trabaja para el Estado), y que hacía veinte años no asistía a la Plaza, luego de participar en el desfile del 2 de diciembre, aseveró: "Si lo hacen mejor de aquí en adelante, habrá revolución para rato".

La política de EE UU

Thomas Shannon, muy a pesar de sus renombradas credenciales académicas, no ha hecho sino reiterar, sin matices de tipo alguno, la postura renovadamente confrontacional de la actual administración republicana. El rechazo al diálogo y la proclamada ayuda al pueblo cubano "para hacer un cambio hacia la democracia," no hace sino repetir el ciclo casi habitual de casi todas las anteriores administraciones.

¿Pudiera haber un cambio de política hacia Cuba? Claro que sí. Hoy el tema cubano no está en la esfera exclusiva de la rama ejecutiva, sino que tras la Helms-Burton, pasó a ser competencia del Congreso de EE UU. Este nuevo congreso que comenzará en enero —luego de la debacle republicana en noviembre— pudiera retomar los proyectos y votaciones que anteriormente se acercaron a la mayoría simple en el tema de Cuba y comenzar por un levantamiento parcial de sanciones, incluyendo viajes y las sanciones post-2003 sobre la comunidad cubana en EE UU, y de ahí avanzar hacia una normalización por medio de negociaciones.

¿Hay condiciones favorables para hacer esto? Las hay, sin dudas, pero, al mismo tiempo, es tal el marasmo de conflictos y tensiones que hoy absorben la política exterior de EE UU (Medio Oriente y todo lo demás), que tengo serias dudas de que la mayoría demócrata se lance a una iniciativa mayor o a un giro drástico en este terreno, incluso ganando, con toda certeza, las presidenciales de 2008.

Si arriba de esto, añadimos los giros y desplazamientos hacia opciones de izquierda en América Latina y el Caribe, y cómo tiende a prevalecer en Washington la visión maniquea de que todo esto responde a una gigantesca conspiración castrista-chavista, entonces es poco probable que se opere una transformación significativa en los temas Cuba, América Latina y el Caribe.

El panorama político más probable para los próximos meses queda esbozado en mis últimas líneas del anterior tema. El monumental embrollo en que EE UU se encuentra actualmente es un serio impedimento para que puedan prosperar y dominar iniciativas más constructivas en los temas cubano y regional.

Con una administración virtualmente atada de pies y manos y obstinada en un curso de acción caracterizado por la confrontación y la más ciega arrogancia e ignorancia, escenarios de compromisos constructivos y salidas negociadas parecen altamente improbables… Hoy ya se habla de una tercera guerra en el Medio Oriente, después que EE UU se retire de Irak. Parece cosa de locos, pero salió en primera plana de The Washington Post.

Con semejantes truenos, imaginar un desenlace constructivo y novedoso para Cuba y la región, sólo pudiera ser obra de una genial ingeniería político-diplomática… o de un milagro. Y no creo en milagros.