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Cuba, Represión, Ravsberg

Ravsberg y el consejo de Niemöller

La libertad es para quienes piensan diferente. Si no, no lo es

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La reciente comunicación del Centro Internacional de Prensa al periodista Fernando Ravsberg de que se había agotado su status de corresponsal extranjero y de que debería iniciar tramites de radicación como residente a tenor de su matrimonio con una cubana, ha causado una tormenta en el mundillo intelectual que gira en torno al blog de Silvio Rodríguez. Entre los comentaristas partisanos de Ravsberg hay variedades para muchos gustos: algunos muy prudentes intelectuales críticos consentidos, exfuncionarios en sempiternos planes pijamas, y hasta algún que otro miembro emigrado del Clan Castro.

Lo interesante del asunto no es lo que le pasó a Fernando Ravsberg (FR). Eso, y cosas peores, han pasado en la isla todos los días por décadas sin que ninguno de los contertulios de Silvio haya movido una pestaña. Estudiantes y maestros que han sido expulsados de sus aulas, opositores y críticos son cotidianamente reprimidos, eventualmente encarcelados como es el caso muy reciente de Ruiz Urquiola, cientos de miles de cubanos han sido expropiados de sus derechos ciudadanos, y ni siquiera se les permite visitar la tierra en que nacieron, etc. Lo de FR es —en Cuba— una mini-represión sutil con guantes de seda.

Lo que realmente preocupa a los contertulios de Silvio Rodríguez es la coyuntura: el ascenso formal al frente del Estado de Díaz Canel, y la manera como los sectores más conservadores (conservadores es en este caso una expresión piadosa) lo están acompañando. Y obviamente, la frustración de los críticos consentidos por no ser tomados en cuenta. Pues en última instancia una cualidad distintiva de todas estas personas es el deseo de ser incorporados a las tomas de decisiones. Y para ello se arman de un discurso esclerótico frecuente en las páginas que usan: “unidad revolucionaria”, “unidad antimperialista”, “la transición socialista” (aunque sea vapuleada) o simplemente el enigmático “proyecto” que ya nadie imagina qué cosa es y al que los cubanos deben ser fieles.

El periodismo de FR es esto, y por eso tanta algarabía, la misma que no se produce cuando Karla Pérez fue expulsada de la Universidad Central por su cercanía a un grupo opositor, cuando Dalila Rodríguez perdió su plaza universitaria por sus ideas, cuando Ruiz Urquiola es encarcelado o cuando el Proyecto Convivencia es hostigado y reprimido. El blog de FR nunca condenó las políticas represivas del gobierno contra quienes piensan diferente. Sus alusiones a la oposición, por ejemplo, siempre enfatizaron sus lados débiles, y ni siquiera se acercó a Cuba Posible, cuyas posiciones críticas son más agudas intelectualmente y consecuentes políticamente (aunque, como saben quienes me leen, no comparto) que los pávidos escarceos de los contertulios de Silvio Rodríguez. Es decir, es un espacio de crónicas críticas de baja intensidad a las que no accede la inmensa mayoría de la población cubana.

Y de Silvio, ¿qué decir?: el viejo trovador está perdiendo siempre la oportunidad de callarse para dejarnos el recuerdo de cuando su voz alentaba el progreso. La vejez no le permite réditos. Califica el affaire de “parteaguas” en una supuesta “revolución”, y alerta sobre los peligros que ciernen desde Venezuela y Nicaragua, en una alusión oscura pero inevitable al binomio revolución-contrarrevolución donde la primera aparecería ligada a criaturas como Ortega y Maduro. Y lo que resulta aún más llamativo: reclama un comportamiento político a la altura de “Fidel y Raúl”.

La mala memoria (¿o la mala conciencia?) golpea a Silvio Rodríguez. En la época de sus mentores, 75 cubanos opositores —no importa ahora sus orientaciones ideológicas— fueron cargados con decenas de años de cárcel por escribir y publicar artículos. Cuando fueron excarcelados en 2010, tras el martirio de Zapata Tamayo, fueron virtualmente obligados a expatriarse. No recuerdo que Silvio Rodríguez haya protestado por algo de esto. También en 2003 tres jóvenes fueron fusilados por intentar secuestrar una lancha para dirigirse a Estados Unidos. No ocurrieron hechos de sangre durante el incidente, pero los tres jóvenes fueron fusilados en 72 horas, sin el debido proceso y sin notificaciones a la familia. En esta ocasión Silvio Rodríguez firmó una carta de apoyo a las “medidas enérgicas” represivas. Sería interesante si él pudiera aclarar si su evocación a la era de Fidel y Raúl se refiere a cosas así, o a otros percances más íntimos que desconocemos.

Finalmente, huelga anotar que también yo condeno la represión contra Fernando Ravsberg. Todos debemos hacerlo. Creo que la República que debe suceder a esta larga y odiosa post-revolución autoritaria debe contener todas las opiniones. Y estoy en contra de todo acto contra la libertad de pensamiento. En particular me resulta detestable que el Gobierno cubano juegue con el asunto de la nacionalidad del periodista uruguayo para completar su expediente represivo.

Pero ha sucedido, y en buena medida porque los contertulios plañideros de Silvio Rodríguez confundieron el real mensaje de Niemöller: la libertad es para todos o no es para nadie. Y el todo incluye a Karla, Ruiz Urquiola, Zapata Tamayo y los tres jóvenes fusilados en 2003. O si se quiere una referencia menos sospechosa, recuerdo a la comunista Rosa de Luxemburgo: la libertad es para quienes piensan diferente. Si no, no lo es.