Actualizado: 28/03/2024 20:07
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¿Respetar al enemigo?

Fidel Castro, Jorge Domínguez y el concepto de 'honrar, honra'.

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Para Martí, "honrar, honra" implicaba el reconocimiento oficial de "un pueblo altísimo que impone a los valientes amigos o enemigos, respeto, amor y asombro". O sea, Martí quería que su contrincante honrara o reconociera los ideales del separatismo, aun cuando se opusiera a sus fines.

Tal vez, algo de esta tradición martiana aparece en las palabras del profesor Domínguez. Desde este punto de vista, el que queda totalmente fuera de la tradición clásica (y martiana) de honrar al enemigo es el propio Fidel Castro. Cualquier opositor queda representado en los términos más deshumanizados: gusano, escoria, anexionista, terrateniente, etcétera.

Mientras uno podría atribuir la invitación de honrar a Castro tanto a la resignación ante la ignorancia general como a un intento de postular una política moderada, propensa a una transición pacífica, la falta de desarrollo de la idea sugiere que el acto de honrar también tiene un factor subconsciente.

Sin resurrección

En el libro Tótem y Tabú, Sigmund Freud estudia los ritos de sacrificio de las sociedades antiguas. El psicoanalista propone que estas prácticas surgen como recordatorio de la muerte del líder de la horda primitiva y de la época que antecede la ley que proscribe el incesto.

En dicha época, el violento y tiránico jefe de la tribu tenía un poder ilimitado, poseía a todas las mujeres, enviaba a sus hijos al exilio y destruía el orden simbólico-cultural. Hartos del exilio y de la castración, los hijos matan al líder de la horda e instauran el orden simbólico basado en una ley más allá del individuo. El concepto del padre simbólico reemplaza el concepto del líder de la horda primitiva, y el sacrificio de los animales, como práctica religiosa, recuerda la muerte del jefe primario.

Por lo tanto, es posible entender los conceptos de "honrar y respetar al enemigo", en el sentido psicoanalítico, lo cual implica meditar el horror del poder ilimitado del caudillo. Tomado desde este punto de vista, puede que tenga cierto valor en el acto de respetar a una figura tan execrable como un dictador. El peligro en este sentido es no respetarlo, porque —como señala Freud— a pesar de que los hijos odiaban al jefe primitivo, también admiraban y envidiaban su poder.

Algo parecido dijo el dramaturgo René Ariza en una entrevista en el documental Conducta impropia. Refiriéndose a la incapacidad de Castro de reconocer la legitimidad de otros cubanos, dijo que "no es privativo de Castro y que hay muchos Castros y que hay que vigilarse el Castro que cada uno tiene dentro".

"Respetar al enemigo", una vez que yace en la tumba, es la forma de distanciarse de él. Marcar la civilidad e instaurar el orden simbólico, y respetarlo en la hora de su muerte, le resta el poder ilimitado y mítico, y asegura que el caudillo no vuelva a resucitar en otro.


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