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1949: la decisión correcta

Un análisis de la votación del gobierno cubano en contra de la resolución de la ONU de 1947, y la posterior rectificación de ese voto en 1949

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La votación cubana en 1947 contra la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), aprobando la creación del estado de Israel, ha sido presentada por algunos como representativa de la oposición cubana al ideal sionista. Incluso no han faltado quienes han procurado ver en la posición del gobierno Grau una especie de posición nacionalista y oposición a los dictados de Washington[1]. Además de trasplantar en el tiempo la alianza estratégica desarrollada entre EE.UU. e Israel en los años 60, se asume fuera del contexto histórico que la Administración Truman tenía la creación del Estado de Israel como un objetivo de primera prioridad y que los gobiernos auténticos cubanos andaban a la caza de argumentos para demostrar independencia de Estados Unidos.

Tales enfoques ignoran múltiples evidencias históricas de solidaridad cubana con la causa sionista y el repudio a la posición del gobierno de Grau por diferentes partidos políticos y grupos sociales, fundamentalmente la izquierda nacional. El voto contra la resolución 181 de la AGNU fue una excepción histórica. Una mínima referencia a los orígenes históricos de la solidaridad cubana con Israel es útil para entender sentimientos que subsisten en Cuba, a pesar de los excesos de la propaganda oficial anti sionista del gobierno comunista y el pernicioso cabildeo de las embajadas árabes en La Habana. Claro que la comprensión por la justicia de la causa sionista entre el pueblo cubano existe sin perjuicio del respectivo respeto por la historia y la cultura árabes y la solidaridad en la Isla por los legítimos derechos del pueblo palestino a crear su propio estado independiente en Gaza y la margen occidental del Jordán.

Desde Martí

Nada más difícil que remover un sentimiento de Cuba si comienza con su más grande genio político, José Martí. El apóstol de Cuba conocía muy bien la historia del pueblo hebreo a través de sus lecturas bíblicas y la experiencia de convivir con las comunidades judías en EE.UU., especialmente en New York[2]. Incluso años antes de que Teodoro Herzl hubiese creado el movimiento sionista en Basilea en 1896, Martí remarcó su admiración por la celebración de Januca en Nueva York, en la que los judíos expresaban con su asistencia en las sinagogas su esperanza de retorno a la tierra perdida. Varios activistas sionistas se sumaron a la causa de la libertad de Cuba, entre ellos, el abogado y cabildero judío Horacious Rubens, figura central en la promoción de la resolución conjunta, documento clave en la lucha de Cuba contra la anexión[3].

En 1906, un grupo de judíos norteamericanos asentados en Cuba crearon la United Hebrew Congregation, primera comunidad hebrea en la Isla. Dicho grupo fue seguido por migraciones mayores de judíos sefarditas provenientes del Imperio Otomano y asquenazíes, que escaparon de los brotes antisemitas y traumas sociales asociados con la revolución rusa y las independencias del centro de Europa. En 1919, como resultado de la labor de algunos de esos emigrantes hebreos liderados por David Bliss, el senado cubano bajo el liderazgo de Ricardo Dolz y Cosme de la Torriente suscribió una declaración que apoyaba la creación de un hogar nacional judío en Palestina a través de la declaración Balfour. En 1925, David Bliss y un grupo de entusiastas seguidores crearon la Unión Sionista de Cuba. No hubo manifestaciones de oposición a tal acto ni en la prensa nacional ni en los partidos políticos.

Durante los años del Holocausto Judío, Cuba estuvo en el vórtice del incidente del vapor SS San Louis que incluyó la denegación de entrada a un grupo de refugiados hebreos que escapaban de la barbarie nazi. Tal indolencia del gobierno de Federico Laredo Bru, con Fulgencio Batista como jefe del ejército, fue apoyada por la parte falangista de la derecha nacional, y sectores reaccionarios como El Diario de la Marina. Sin embargo, fue repudiada por la mayoría de la intelectualidad progresista del país. Robert Levine confirma, en su libro Tropical Diáspora, como el incidente del San Louis es una mancha en el balance muy positivo para Cuba de aceptación de refugiados hebreos. Cuba estuvo entre los países del hemisferio occidental que recibió más refugiados como porcentaje de su población[4].

De la solidaridad antifascista a la partición

Los años de la segunda guerra mundial fortalecieron entre la comunidad judía cubana y la opinión pública de la Isla el apoyo a la solución sionista para el problema hebreo. En el seno del Frente Nacional Antifascista, que agrupaba a políticos de todas las tendencias pero era predominantemente de izquierda, así como en los predios de la Universidad de la Habana, se adoptaron posiciones favorables a la creación del estado de Israel desde mediados de los años 40. Los principales medios de prensa del país, con la excepción del Diario de la Marina, de tendencia falangista, respaldaron desde muy temprano la creación del estado judío.

Siguiendo instrucciones de la Agencia Judía, los sionistas cubanos crearon en 1944 el comité Pro-Palestina Hebrea, para alistar a sectores de la política, el periodismo y la intelectualidad en apoyo a la creación de Israel. Entre las figuras nacionales que descollaron en su seno resaltó el senador Eduardo Chibás. La solidaridad con la causa sionista fue reafirmada cuando Chibás creó el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) en el que figuras como José Pardo Llada, Manuel Bisbé y Luis Orlando Rodríguez reafirmaron dichas posiciones. La causa sionista fue respaldada también por sectores de izquierda en el Partido Revolucionario Cubana (Autentico), el Partido Socialista Popular (PSP, Comunista) e independientes de izquierda. Ofelia Domínguez, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Angel Alberto Giraudy y Fernando Ortiz, entre otros, declararon desde muy temprano su apoyo a la creación del estado de Israel[5].

Los informes de la Agencia Judía entre los años 1946 y 1948 revelan balances positivos de entrevistas sostenidas por sus funcionarios Moshe Tov y Rachelle Sefaradi-Yarden con una larga lista de funcionarios y diplomáticos que incluyeron desde el presidente Grau, hasta cancilleres del período como Inocente Álvarez, Ernesto Dihigo, González Muñoz, o el subsecretario de Estado Ángel de la Solana. Cuba presentó una ponencia en la conferencia de Dumbarton Oaks sobre el derecho a la vida del pueblo hebreo en la que reconoció el derecho hebreo a una patria. En octubre de 1945, el senado cubano ratificó por unanimidad el acuerdo de 1919 que proclamaba el respaldo cubano a la Declaración Balfour.

Sin embargo, cuando la comisión de la ONU a cargo de estudiar la temática, propuso la partición del mandato británico en dos estados, uno árabe y el otro judío, Cuba fue el único país latinoamericano que votó contra la misma. El primer ministro Antonio de Varona explicó que el Partido Autentico suscribía el principio de “no intervención y rechazaba la división de un país solo para complacer una minoría”[6]. Que el “principio” no era tal quedo demostrado cuando el gobierno cubano no se opuso a la partición de India y Pakistán.

La explicación del delegado cubano en la Asamblea General de la ONU no pudo ser más forzada. Ernesto Dihigo construyó una descabellada analogía entre el interés de un grupo de norteamericanos residentes en la Isla de Pinos por anexar esa parte del territorio cubano a EE.UU. antes de su devolución en 1925 y las aspiraciones del pueblo judío a un retorno a su hogar ancestral. Dihigo agregó que el gobierno cubano sabía de los problemas de los refugiados judíos y no judíos sin patria en Europa, pero que rechazaba el usar la declaración Balfour como plataforma de solución para su tragedia. Bien se veía que no eran sus representados los que después de pasar por campos de concentración llevaban años hacinados como refugiados.

Varios análisis de los hechos denunciaron la corrupción del embajador Guillermo Belt y el presidente Grau, recibiendo favores y traficando influencias con la delegación Saudita[7]. Belt, quien fue a la vez embajador en la ONU y Estados Unidos, fue uno de los embajadores más conocidos de la historia diplomática de la segunda república. Además de oponerse a la partición, Belt fue conocido por abogar por el ingreso de la España de Franco a la ONU desde la segunda mitad de la década de los cuarenta, a pesar del neutralismo y complicidad del dictador gallego con Hitler. Con posterioridad, Belt recibió varios agasajos en Líbano, Siria y Túnez, países donde se le agradeció su respaldo a la posición árabe respecto a la partición. Según el director de la Agencia Judía para América Latina, Moshe Tov, Belt se vinculaba a los elementos ´´más reaccionarios, antisemitas y pro intereses petroleros del Departamento de Estado´´. (Moshe Tov, 1983, El murmullo de Israel: historial diplomático, Jerusalén).

Al interior de Cuba, el voto del gobierno de Grau contó apenas con el magro respaldo de dos organizaciones marginales del sistema político cubano. El único grupo político que respaldó la posición del gobierno fue la Liga Nacional de Trabajadores Anti comunistas, cuyo líder Enrique Trinchet acuso a Israel de ser “anticristiano y antidemocrático”[8]. El carácter racista y antisemita de esa organización de por sí descalifico tales pronunciamientos. El vinculo de esta organización con el congresista del Partido Autentico Primitivo Rodríguez le proporcionó acceso directo al presidente Grau, sin embargo Rodríguez no representaba la mayoría del Partido Autentico, que en ningún momento endosó el voto contra la partición[9].

El Comité Pan Árabe de Cuba, constituido en septiembre de 1947, fue la única agrupación social que se opuso a la creación del estado de Israel. Sus líderes, Antonio Faber y Pedro Khouri procuraron sin éxito una resolución autentica contra la partición. Este comité, antecedente de la actual Unión Árabe de Cuba, se convertiría en un factor de presión en la política cubana hacia Israel. Entre sus actividades más celebres estuvo la edición cubana de los Protocolos de los sabios de Zion, un libelo de propaganda zarista antisemita. Tales acciones, así como la presencia en sus actividades de simpatizantes del eje fascista, afectaron sus relaciones con todos los sectores progresistas del país.

Cómo se rectificó el error

A raíz de las elecciones de 1948, las fuerzas sionistas dentro de la población cubana se movilizaron para promover la rectificación de aquel voto contra Israel, rechazado por la mayoría de la opinión pública del país. Aunque el peso de la posición en apoyo a Israel era más prominente en el Partido del Pueblo Cubano, liderado por Chibás, favoreció a ésta que luego de la escisión ortodoxa el Partido Auténtico apoyara a Carlos Prío, descartando a Guillermo Belt, quien también aspiraba a la candidatura. Los principales partidos políticos, varias sociedades ciudadanas y organizaciones como la Federación de Estudiantes Universitarios y la Central de Trabajadores de Cuba se manifestaron a favor del reconocimiento del estado hebreo.

Finalmente el 14 de enero de 1949, a menos de un año de creado el estado de Israel, fue cuando el gobierno cubano reconoció al estado judío en declaración del ministro Carlos Hevia con la presencia del representante del gobierno israelí, Dr. Salomón Rosenthal. El 11 de mayo de 1949, Cuba votó favorablemente a la resolución 273 de la Asamblea General que admitió a Israel como miembro pleno de las Naciones Unidas. Se reparaba así el error histórico del gobierno de Grau.




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