Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cuba, Gross, Disidencia

Alan Gross: otro lado del tumbe

No se puede razonar con el castrismo, porque su razón suficiente es el poder, pero sucede que cada vez se torna más difícil razonar entre anticastristas

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Nada mejor para perpetuar el castrismo que oponérsele con proyectos e iniciativas tendientes al diálogo con el gobierno sin tener aún poder popular para enfrentarlo. Los llamados opositores recogen firmas en vez de votos y reciben dinero del presupuesto de Estados extranjeros porque no pueden recogerlo entre exiliados y mucho menos entre insiliados. Ningún proyecto ha logrado el apoyo de al menos el 1 % de los electores y esos combatientes por la libertad que dan tanta lengua en Internet no dan ni siquiera el 1 % de sus ingresos a la causa patria.

Así como la inversión extranjera en la transición a la democracia en Cuba tiene como retorno tan solo vocinglería de la oposición mediática y su claque, los intermediarios entre el presupuesto externo y la oposición interna urden proyectos e iniciativas igualmente absurdos o picarescos, como ilustra ejemplarmente el caso de Alan Gross.

La USAID decidió mandarlo a Cuba en virtud de un tumbe razonado que dio la firma contratista Development Alternatives Inc. (DAI). La premisa mayor del razonamiento estribaba en que EE UU tiene el deber de facilitar la transición sobre todo para evitar una “catástrofe humanitaria masiva” en sus propias costas. La premisa menor consistía en que los presuntos actores cubiches de la transición no tienen “las habilidades necesarias para proceder de manera estratégica y deliberada”. Ambas premisas arrojaron la conclusión de que un americano tenía que habilitar a dichos actores propiciándoles mayor acceso a Internet. Al parecer se pasó por alto que en la Isla de Cuba pintoresca los particulares no podían adquirir ni mimeógrafos.

Para la Isla

Aquí no viene al caso que la dictadura impida el libre acceso a Internet y prohíba hasta vender mimeógrafos y fotocopiadoras a particulares [Resolución 180/1996 - MINCIN]. No tiene sentido criticar y seguir criticando los males y desvergüenzas harto conocidos del castrismo, ya que el problema siempre ha sido cómo salir de él. A tal efecto tiene sentido criticar la mala oposición o disidencia, pero resulta que cierta claque anticastrista aplaude cualquier disparate con cartelito de disidente u opositor y así viene rebajando el anticastrismo a idiocia política.

Entretanto entidades como DAI e individuos como Gross se valen de esta tragedia de Cuba para sacarle partido sin contribuir de ningún modo a resolverla. El razonamiento de DAI consta en su propuesta de 29 de mayo de 2008, aprobada como parte del Programa de Planificación de Contingencia y Democracia en Cuba de la USAID. Tras cumplir la fase piloto con cuatro viajes, Gross pidió expandir su proyecto “Para la Isla” con $332.334 por encima del presupuesto inicial de $258.274. DAI y USAID dieron luz verde a la expansión y en el quinto viaje a Cuba Gross cayó preso, tal y como podían haberlo previsto DAI, USAID y Gross si hubieran consultado a un barbero en Hialeah.

Durante el pilotaje Gross armó una red inalámbrica con módems satelitales en sendos locales de comunidades judías en La Habana, Santiago de Cuba y Camagüey. DAI había convencido a la USAID de que así principiaba la sublime tarea de “habilitar a los nuevos líderes de la transición democrática en Cuba para comunicarse con la población durante el período transicional [y] llevar mensajes clave al respecto, continuar el proceso de aculturación democrática, disipar los rumores que emergerán rápida e inevitablemente, así como contrarrestar los esfuerzos de actores internos y externos por malograr una transición ordenada”.

De manera que sin saber cómo arrancará la transición ni quiénes serán sus líderes, la USAID dio fondos a DAI con la finalidad de que un tal Gross fuera a montar redes de telecomunicación para esos destinatarios finales desconocidos e inciertos. Y así tenemos la ayuda externa que combina perfectamente con la oposición interna para perpetuar al castrismo. No se planea cómo salir de él, sino como proceder después que, por algún modo inexplicado, se inicie la transición.

Exonerar de responsabilidad a la disidencia y abstenerse de criticarla porque el castrismo perdura también gracias a su mecanismo de represión es igual de absurdo y fútil, ya que se suplanta el problema de cómo salir del castrismo con el problema de cómo acabar con la represión, que se resuelve ya sólo saliendo del castrismo. Tampoco vale librar a la disidencia de la crítica con objeciones de cervecería como que los criticones son gente sin valor que no hizo nada en Cuba. Ser valiente en causas perdidas de entrada por la irracionalidad de sus medios es pose interesada o estupidez, y sobre la irracionalidad puede ejercer la crítica hasta un nepalés.

Tras la escaramuza en la víspera de la Cumbre de las Américas, la bandería castrista despachó por enésima vez como alucinante a esa oposición pacífica desentendida de su razón de ser: el favor del pueblo indiferente, desorganizado e indeciso. Abel Prieto dejó claro que se construye “una plataforma de diálogo con el gobierno de EE UU, pero no con personas que trabajan contra su patria por dinero”. No vale la pena discutir si estas personas son así de mercenarias o no. El quid radica en que así son y serán consideradas por el poder al cual dicen oponerse.

No se puede razonar con la bandería castrista, porque su razón suficiente es el poder, pero sucede que cada vez se torna más difícil razonar entre anticastristas, porque una claque impotente exige tragarse, como esfuerzo para transitar hacia la democracia, la mera transición de un proyecto inútil a otro. Ninguno ha servido ni sirve ni servirá para cambiar el orden político vigente y esta incompetencia no se justifica ni con cárcel ni con detención ni con ninguna de las consecuencias de la represión que arrostran sus promotores.

En política anti-dictatorial solo cabe provocar revuelta popular o deslegitimar en elecciones, pero la primera opción se desvaneció al ganar Castro la guerra civil y la oposición rehúsa engolfarse en la segunda. Da lo mismo que sea por ignorancia o por tumbar fondos para ir tirando. El resultado político es que el castrismo no para de vencer y muchos no quieren enterarse del otro lado del por qué.


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