Actualizado: 28/03/2024 20:07
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¿Compasión por los Castro?

Las intimidades contadas por las ex nueras de Fidel Castro desacralizan al líder y producen un efecto contrario al esperado.

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En Cuba tenemos literatura confesional, o, tal vez, testimonial. También narraciones que mezclan la realidad y la fantasía, la antropología y la ficción en diversos grados. Pero no teníamos literatura amarillista y sensacional. La testimonial se dedicaba más bien a exaltar los momentos fúlgidos de la revolución, el asalto al cuartel Moncada, la Crisis de Octubre, o la guerra en Angola.

Sin embargo, nunca se había hablado de la vida personal de Fidel Castro o de alguno de los otros "comandantes" de la revolución. Esas cosas, desde luego, las dejan para el capitalismo superficial y mundano, para la prensa light de España y Norteamérica, en una forma de elitismo cultural revolucionario. Esto, lógicamente, no ha evitado que hayan aparecido en estos países una infinidad de narraciones que hablan del tema.

Desde Retrato de familia con Fidel, de Carlos Franqui, hasta Alina: Memorias de la Hija Rebelde de Fidel Castro, pasando por el libro de Tad Szulc, Fidel: a critical portrait, todos han tratado, de una forma u otra, de ir abriendo un agujero negro en esa cortina gris tras la cual se esconde el personaje histórico. Por un instante, le brindaron al espectador la ilusión de intimidad con su figura, de las condiciones y las posibles causas que lo llevaron a tomar una decisión u otra.

En pocas palabras: hablan de su "vida secreta", que ha sido tan celosamente protegida por los ideólogos y censores del Partido. A esa larga lista de confesiones y testimonios, ahora hay que agregar también las declaraciones de Idalmis Menéndez y Dashiell Torralba, ex nueras de Fidel Castro, en la televisión de Miami. ¿Qué tienen de importante dichas entrevistas, dirigidas a un público mayoritariamente exiliado?

En ellas se habla de la relación de estas mujeres con Antonio y Alex Castro, los hijos del antiguo gobernante. Lo novedoso de ambos testimonios es que tratan sobre los conflictos que se suceden a diario dentro de su casa y que quienes lo dicen han estado alguna vez cerca de la intimidad del Poder.

Los testimonios y vídeos ofrecidos por las ex nueras, sin embargo, han producido un efecto posiblemente contrario al que se proponían los especialistas publicitarios de Miami. En lugar de mostrar la corrupción y la vida ostentosa de los Castro, hablan del ascetismo del "jefe", del estricto control de los padres sobre los hijos y del intento de mantenerlos viviendo al mismo nivel adquisitivo que el resto de los cubanos.

Según Idalmis Menéndez, Fidel Castro criticaba en privado a los otros comandantes de la revolución y a sus hijos, porque vivían de una forma contraria a los suyos. Criticaba a un hijo de Juan Almeida, porque manejaba con 14 años un VW por las calles de La Habana. Le ponía restricciones de todo tipo a sus propios descendientes, para que no fueran como los hijos descarriados de otros comandantes.

En resumen, ella ha convertido a los hijos de Castro en "víctimas" del padre y de la madre. Ha "humanizado" su familia. Y lo ha hecho manteniendo grandes ratings de teleaudiencia en la capital del exilio. ¿Cómo se explica esta paradoja? ¿Qué consecuencias podría traer para el discurso tradicional sobre la revolución que se maneja dentro y fuera?

Supongo que la clave para entender esto es la posición de "víctima" desde la cual habla Idalmis Menéndez. Ella y su esposo son quienes sufren las intrigas de la madre, quien en todo momento aparece como la "bruja" de la historia, como el poder detrás del trono, moviendo los hilos de la familia, muchas veces sin el conocimiento del propio esposo.

El "desconocimiento" del "jefe" (como le llaman a Fidel Castro en Punto Cero), es un lugar común en la retórica del poder totalitario. Por lo cual, tampoco es de extrañar que en estas narraciones Fidel Castro aparezca como otra víctima de Dalia Soto del Valle, a quien Idalmis Menéndez acusa de haber tenido un affair amoroso con su chofer.

En todo caso, según la ex nuera, los hijos de la familia real no gozan de ningún privilegio. Sus vidas, más bien, parecen desarrollarse, como dice la periodista María Elvira, en "un manicomio" lleno de prohibiciones y vigilancia.

¿Víctimas de sí mismos?

También es cierto que Idalmis, en un par de ocasiones, habla de política real y directa, y que cuando lo hace, dice cosas importantes. Afirma, por ejemplo, que había escuchado a Fidel Castro ordenar el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, dos días antes del 24 de febrero de 1996. Y también dice que durante la visita del Papa a Cuba, Fidel Castro se encolerizó cuando escuchó al arzobispo de Santiago, Pedro Meurice, leer una proclama en una plaza pública, donde afirmaba que no se debía confundir la Patria con el Estado y la Revolución.

Dichos momentos, verdaderamente importantes para entender el Poder y la historia de Cuba, sin embargo, son la excepción más que la regla. Sus declaraciones, si bien confirman lo que todos suponíamos (que las órdenes siempre vienen de más arriba), exoneran de alguna forma al actual gobernante, Raúl Castro, quien al parecer no hizo más que seguir las órdenes del hermano.

No obstante —vale la pena repetir—, el retrato que hace Idalmis Menéndez de la familia real no es tan crítico del Poder como "entretenido", si por entretenido entendemos las noticias que salen a diario en la prensa sensacionalista de muchos países, menos en Cuba. En tales casos, el espectador "disfruta" de estos "chismes", en cuanto le hacen partícipe de las peleas y las angustias de los "ricos y famosos".

De forma paradójica, estos "trapos sucios" siempre producen el efecto de identificar a los espectadores con las "celebridades", ya que les lleva a reconocer un rasgo "humano", así como que todos estamos hechos del mismo material.

Es decir, al final, estas narraciones sólo desacralizan al líder e incitan a la compasión, que es la razón por la que dichas entrevistas convierten a los miembros de la familia real en víctimas de sí mismos, de su propio poder.

¿Cómo es posible odiar entonces a quien ha sido su propia víctima? ¿Podemos hablar de ostentación y privilegios en lo adelante?

No por gusto, al terminar uno de los programas con Idalmis Menéndez, apabullada por tantas declaraciones, María Elvira no puede sino sentir compasión por los Castro y pedir por Dios y por "esa familia, que tanto lo necesita".

¿Alguien en Miami podía imaginar que algo así ocurriera?


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