Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Castrismo, Anticastrismo, Oposición

Contra el castrismo habría que hacer causa común

El lenguaje soez languidece ante las obscenidades del socialismo insular

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Los tiempos han cambiado y, lo que parecía imposible hace unos años, de pronto acontece en Cuba delante de nuestros ojos. El Hombre Nuevo y la Mujer Nueva de la Cuba actual ya no quieren ser como el Che Guevara. Se niegan a gritar “Comandante en Jefe, ¡ordene!” Y, en lugar de la consigna castrista de “Patria o Muerte”, han retado al régimen con el verso más bello de “Patria y Vida”, conmoviendo a miles de miles mientras corean que ya son “sesenta años trancado el dominó” y que, por eso mismo, ya es más que suficiente: “ya se acabó”.

El régimen, que no tiene soluciones al hambre creado por las carencias del Acopio oficial, y por los guajiros encarcelados por vender sus productos a otros cubanos; ese régimen, con su fanfarronería de cinco vacunas simultáneas, tal como años antes anunciaron una vacuna antisida que no pasó de la fase propagandística; ese régimen ahora tampoco encuentra respuesta para los planteamientos del Movimiento San Isidro, ni para el creciente apoyo dentro de la Isla que se han ganado los activistas de la UNPACU ahora en huelga de hambre, demandando el cese del acoso y la represión.

El contexto internacional es particularmente desfavorable hoy para el gobierno de Miguel Díaz-Canel, que se declara continuidad designada a dedo del castrismo. Por ejemplo, la vicepresidenta del Parlamento Europeo, la diplomática checa Dita Charanzová, y varios de sus colegas en ese alto organismo legislativo, demandaron la renuncia de Alberto Navarro, embajador de la UE en La Habana, debido a una carta donde este diplomático se inmiscuye en temas bilaterales entre Cuba y Estados Unidos, y que varios eurodiputados calificaron como un posicionamiento político a favor de “un régimen que no respeta ni defiende los derechos humanos, ni la pluralidad democrática”. Llamado a contar a Bruselas, el embajador Navarro se retractó, y ahora ha solicitado ser asignado a otro país. Adicionalmente, Dita Charanzová, en un vídeo distribuido ampliamente, también expresó su preocupación por los huelguistas de la UNPACU y les envió un mensaje de solidaridad, para que sientan que no están solos en su lucha por la democracia, sino que pueden contar con el apoyo de muchos europeos.

Por su parte, en Washington, donde la nueva administración revisa la política norteamericana hacia Cuba, el Informe sobre los Derechos Humanos alrededor del mundo, que acaba de publicar el Departamento de Estado, incluye un capítulo sobre Cuba donde se denuncia al régimen de La Habana. Antony Blinken, el nuevo secretario de Estado, ha insistido en que los derechos humanos serán la piedra angular de la diplomacia del presidente Joe Biden. Blinken denunció ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas no sólo a Cuba, sino a China, Irán, Siria y otras dictaduras y gobiernos despóticos.

Aunque parece mentira, algunos han salido a denostar a los integrantes del Movimiento San Isidro y la UNPACU. Objetan, como perfeccionistas de la Real Academia, el lenguaje ríspido de los jóvenes en sus manifestaciones públicas, cuyo léxico, por cierto, es el mismo que hoy por hoy emplean a diario millones de cubanos.

En esto, como en tantas cosas, vale la pena leer lo que escribió el Apóstol de la independencia cubana José Martí, cuando tuvo que responder a críticas puristas de otros compatriotas, en la introducción del libro Los poetas de la guerra:

“Su literatura no estaba en lo que escribían, sino en lo que hacían. Rimaban mal a veces, pero sólo pedantes y bribones se lo echarán en cara: porque morían bien. Las rimas eran allí hombres: dos que caían juntos eran sublime dístico. El acento, cáustico o arrebatado, estaba en los cascos de la caballería”.

No perdamos esa perspectiva, compatriotas de buen corazón, de cara a la causa común que los cubanos tenemos que hacer ahora ante el enemigo totalitario que se tambalea. Pero, son estos pataleos de ahorcado al que la historia nunca absolverá, en definitiva, precisamente los que convierten al castrismo en una fiera fundamentalista herida, más peligrosa que nunca para la estabilidad democrática de las Américas, así como para la integridad física de los activistas de derechos humanos en la Isla.

El lenguaje soez languidece ante las obscenidades del socialismo insular. A los academicistas les asiste el derecho a quejarse, pero se trata de un quejido no tanto a favor de la decencia, sino de la dictadura que divide y destruye. La gramática estricta podrá estar de su lado, tal vez, pero no la moral martiana. Que el toque a la carga del corneta, esta vez ya no sea en la manigua sino desde el activismo pacífico, no quiere decir que los cubanos no sigamos en guerra, hasta recuperar nuestra soberanía nacional, secuestrada durante seis décadas por un sistema que soñó ser la utopía sólo para despertar muy pronto como pesadilla.


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