Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Descifrando al Comandante

La dirigencia cubana afronta un serio problema: cómo lograr que Fidel, cada vez más activo, no cause embrollos

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¿Lo dijo o no lo dijo? En una entrevista durante tres días con Jeffrey Goldberg, publicada en una serie en The Atlantic, Fidel Castro hizo dos admisiones sorprendentes: su error en recomendar a la URSS que bombardease primero a EEUU durante la crisis de los cohetes nucleares en 1962, y que el modelo cubano ya no funciona ni en la Isla. A pesar del revuelo mundial causado por estas declaraciones, los tres principales diarios cubanos no desmintieron a Goldberg ni informaron de la entrevista. En un discurso presentando su último libro en la Universidad de La Habana, publicado en Granma, Fidel divulgó sus palabras y verificó que Goldberg no mintió: “Es un gran periodista, no inventa frases, las transfiere y las interpreta”. Pero también intentó explicar sus declaraciones, lo que creó aún más confusión.

El Comandante ratificó que Goldberg le hizo la pregunta sobre los cohetes: “¿Lo que usted recomendó aún le parece lógico en estos momentos?”, así como su respuesta: “Tras haber visto lo visto y sabiendo lo que ahora sé, no valía la pena en absoluto”. Fidel aclara que había explicado al periodista el contenido de su mensaje y que sus lectores no podían percatarse de dos cosas (textual): “Si EEUU invadía Cuba, país con armas nucleares rusas, en ese caso yo recomendaba impedir que el enemigo asestara el primer golpe, ni tampoco de la profunda ironía de mi respuesta:… ‘de haber sabido lo que ahora sé’… en obvia referencia a la traición cometida por un presidente de Rusia que, saturado de sustancia etílica, entregó a EEUU los más importantes secretos militares de aquel país”. Ahí termina la abstrusa cita en que Fidel parece decir que de haber sabido que Jruschov acordaría con Kennedy retirar cohetes (a cambio de su promesa de no invadir Cuba, aspecto que él omite), no hubiese hecho la recomendación.

Pero, ojo, Jruschov era el premier de la URSS, no el “presidente de Rusia”, la Federación creada tras la caída de aquella, y su primer presidente fue Boris Yeltsin (1991-1999), cuya adicción al vodka era notoria (en cambio, en su alocución del 26 de julio, Fidel se refirió a la actual Federación Rusa como “la URSS” y a los rusos como “los soviéticos”). Además, Jruschov no entregó a Kennedy “secretos militares” —presumiblemente la existencia de los cohetes—, ya que estos fueron descubiertos y sus fotos divulgadas a todo el mundo.

Goldberg le preguntó a Fidel “si él creía que el modelo cubano era algo que valía pena exportar”, y este contestó: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”. El atónito periodista le pidió una interpretación a Julia Sweig, experta sobre Cuba en el Consejo de Relaciones Internacionales de Nueva York, quien le acompañaba en la entrevista, y ella dijo: “Él no rechazó las ideas de la revolución; lo interpreto como un reconocimiento de que bajo ‘el modelo cubano’ el Estado ha jugado un papel muy grande en la vida económica del país”. Sobre esto comenta Fidel: “Me divierto ahora al ver cómo lo interpretó al pie de la letra y consultó con Sweig. Pero… mi respuesta significaba exactamente lo contrario de lo que ambos… interpretaron sobre el modelo cubano. Mi idea es… que el sistema capitalista ya no sirve ni para EEUU ni para el mundo… Cómo podría servir semejante sistema para un país socialista como Cuba”.

¿Por qué el estupefacto Goldberg no le preguntó directamente a Fidel y consultó con Sweig?, y si todo esto ocurrió en presencia de Fidel, ¿por qué este no hizo la aclaración ahí mismo? Es inaudito que Goldberg no se diese cuenta de la importancia de la respuesta hasta después de terminada la entrevista y, después, preguntase a Sweig. Por otra parte, la explicación de Fidel no tiene sentido, pues Goldberg no le preguntó si él pensaba que debía cambiar el modelo “socialista” cubano por el capitalista norteamericano. El periodista respondió con el argumento de que lo opuesto de la respuesta del Comandante hubiese sido decir: “El modelo cubano funciona tan bien, que queremos exportarlo. Pero eso no es lo que él dijo”.

Tan desconcertante como sus declaraciones es la levedad de Fidel. Su afirmación y la interpretación de Sweig fueron juzgadas mundialmente como un respaldo a las modestas reformas económicas que está implementando su hermano Raúl. Por tres años, académicos, expertos y periodistas hemos planteando que dichas reformas no han avanzado más rápido y han sido más profundas por la oposición de Fidel. La declaración movió a Hugo Chávez a declarar que Raúl le había comentado en varias reuniones los errores económicos cometidos, que el Estado no debe ser dueño de todo y que está ensayando con otros modelos en Cuba. También insinuó que había una división en las filas chavistas, aunque él sigue defendiendo el “socialismo del siglo XXI”, aún en espera de una definición. Tanto Evo Morales como Rafael Correa probablemente estarían preguntándose qué posición tomar.

Lo anterior podría explicarse porque Fidel, tras estar cercano a la muerte, haya perdido la natural inhibición y hecho esas revelaciones (también confesar su error en el acoso de los homosexuales y pedir al presidente iraní que reconozca el holocausto). Eso habría creado una gran discusión en la dirigencia y alguien, ¿su hermano?, le habría sugerido las aclaraciones. Otra interpretación es que la recuperación de Fidel es más física que mental, lo cual puede deducirse de una lectura cuidadosa de sus escritos y discursos recientes. Hasta ahora sus intervenciones habían sido sobre asuntos externos que no creaban dificultades, pero ya tocan temas internos e internacionales conflictivos. Cualquiera que sea la razón, la dirigencia cubana enfrenta un serio problema: cómo lograr que el Comandante, cada vez más activo, no provoque embrollos.



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