Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Efecto huida

¿Es también la Ley de Ajuste la culpable de que los cubanos emigren a España?

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Cuba fue, por decirlo así, un país de inmigrantes hasta 1959. Esto es conocido en España. Un ejemplo: según los autores del libro Los canarios en Cuba (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001), sólo entre 1926 y 1939 Cuba acogió 36.628 inmigrantes españoles. Y estos no fueron los únicos extranjeros que se asentaron en la Isla en aquel período.

En la etapa republicana (1902-1959), viajar a cualquier parte del planeta no constituía, en lo tocante a trámites, nada extraordinario para los cubanos, quienes tenían libertad absoluta para salir del país y volver a él cuando quisieran. Al igual que hoy en España, en la Cuba de entonces no se necesitaba un permiso del gobierno para viajar al extranjero. Además, con un pasaporte cubano, en aquella época, era fácil obtener un visado de Estados Unidos y la residencia en esa nación. Sin embargo, los cubanos no emigraban. Eran contados los que vivían permanentemente en el extranjero.

Cuba es un país de emigrantes desde 1959. En la Era Castro, irse de Cuba ha adquirido las dimensiones de una obsesión nacional. Ahora mismo hay miles de cubanos pidiendo al gobierno un permiso para viajar, permiso que éste da o niega según su real gana: los derechos de la persona le tienen sin cuidado. Y esto no es un secreto para nadie.

Hoy hay casi tres millones de cubanos —alrededor de la cuarta parte de la población de la Isla— dispersos por el mundo. Y no hablemos de los miles de balseros desaparecidos en el Estrecho de la Florida, en el Caribe, en el Atlántico, ni de los desesperados que siguen echándose al mar en toda clase de artefactos flotantes, hasta en camiones transformados en barcas.

Castro y sus voceros atribuyen, con parte de razón, a la Ley de Ajuste Cubano (por la cual, según ellos, todo cubano que entre ilegalmente en Estados Unidos obtiene ipso facto refugio y subsidio, lo que no es cierto) y a la política de "pies secos, pies mojados" decretada por Clinton (que sí garantiza asilo al balsero que logre pisar tierra norteamericana), un efecto llamada al que responsabilizan de la existencia de los balseros; pero nada dicen del que podríamos llamar efecto huida, provocado por las tribulaciones que empujan a los cubanos a emigrar. Sin éste, todo efecto llamada sería un pregón en el desierto.

Si en Cuba no hubiese hambre, miseria, represión, ausencia de libertades, una economía demencial y una falta absoluta de perspectiva de cambios a corto o mediano plazo, no habría balseros. Nadie abandona su país si está a gusto en él, y menos si tiene que atravesar sobre tablas y neumáticos viejos un mar difícil plagado de tiburones.

Para entender el fenómeno migratorio de Cuba en la Era Castro, como el de África ahora, como el de España hace ochenta o noventa años, hay que prestar atención al efecto huida, sin el cual no hay llamada que valga. En España ya no hay efecto huida, por eso hoy los españoles no emigran. Hoy emigramos a España los cubanos. Y aquí no hay Ley de Ajuste.