Actualizado: 28/03/2024 20:04
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| Opinión

El oráculo de Fidel

¿Cómo es posible que si la pregunta se refirió a la posible exportación del modelo comunista cubano, la respuesta signifique que el capitalismo norteamericano ya no es viable?

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Pocos lugares en la antigua Grecia fueron tan importantes como la ciudad de Delfos. Al templo de Apolo Pitio acudían los helenos en busca de su sabiduría. Debajo del oráculo se encontraba una fuente de aguas termales desde donde salían gases alucinógenos que la pitonisa inhalaba, para desde su trance contestar las preguntas de los congregados. La sabiduría no estaba entonces en las entonadas sacerdotisas, que combinaban el farfullar espumoso con la expresión de Apolo, sino en los que las interpretaban. Tenían que discernir las palabras divinas del alucinado balbucear.

La referencia al oráculo viene a cuento de los dichos y desdichos del ex presidente Fidel Castro sobre la validez del “modelo cubano”. Pocos líderes mundiales han sido alabados por escritores, periodistas, premios nobeles y estadistas por su conocimiento y buena conversación como Fidel Castro. Larry King ansía entrevistarlo. Bárbara Walters y Andrea Mitchell mencionan las entrevistas con el líder revolucionario cual puntos culminantes de su carrera. Políticos de todo color, desde el ex franquista Manuel Fraga hasta el socialista François Mitterrand, pasando por Nelson Mandela, han sido cautivados por su carisma. El primer ministro canadiense Pierre Trudeau decía que Fidel Castro era su interlocutor preferido, “con un conocimiento enciclopédico para disfrutar cada minuto de su conversación”.

Fidel Castro tiene una capacidad política y carisma especiales. Como líder de un pequeño país enfrentado a la potencia más poderosa de la historia humana, a sólo noventa millas de sus costas, Fidel Castro demostró que Cuba podía ser verdaderamente independiente y sobrevivió los cambios más drásticos de la política mundial. La historia de América Latina y el Tercer Mundo no se puede entender sin la revolución cubana, sus maestros y enfermeras, sus médicos y soldados.

Pero Fidel, como las pitonisas de Delfos, combina la habilidad de expresar la esencia de los más complejos problemas mundiales con meras alucinaciones. Sus pifias también son comunes. Sólo la relativa pequeñez de Cuba ha evitado que sus experimentos (muchos de su propia iniciativa, no importados de ninguna parte) como la zafra de los Diez Millones, la ofensiva revolucionaria de 1968, las terribles UMAP, el Cordón de la Habana, los maestros emergentes y las zonas comunistas en El Cano y la Isla de Pinos fuesen más catastróficos. La interpretación es todavía más difícil porque Castro, como las sacerdotisas, dice lo que conviene a sus juegos políticos.

Desde su estatus de ex presidente, Castro ha escrito sobre problemas globales y regionales como el calentamiento climático, la paz en Colombia y la posibilidad de una guerra nuclear. Fidel también ha asumido la función de patriarca de la izquierda radical discutiendo temas que hoy afectan las posibilidades políticas de ese sector. Desde esa perspectiva se entienden sus autocríticas sobre la homofobia en la revolución cubana, como parte de una entrevista al periódico mexicano La Jornada y su crítica, en conversación con el periodista judío Jeffrey Goldberg, al antisemitismo eliminacionista y la negación del holocausto por el presidente iraní Ahmadinejad, posiciones compartidas enfermizamente por sectores de la izquierda radical.

Ningún tema de los tratados por Fidel Castro atrajo más atención mundial que la “confesión” de que el modelo cubano “ya no funciona ni para nosotros”. Sólo quien no conozca el pensamiento, y personalidad del líder revolucionario pudo pensar que Fidel Castro estaba reconociendo, al estilo de un episodio de los Simpsons, que el comunismo cubano era un fracaso.

La frase, en respuesta a una pregunta de Goldberg sobre si consideraba exportable el modelo cubano, tiene toda lógica y expresaría una refrescante apertura mental. Cualquiera que converse con diez cubanos sabe, que al margen de los motivos justicieros y nacionalistas que animaron la revolución, el modelo cubano de hoy es inviable, dado el mundo globalizado en que se ubica, y la demografía y estructura social pluralizada del país. El propio presidente Raúl Castro ha llegado a decir que Cuba no puede ser el único país en el mundo donde “se vive sin trabajar”, sin que el salario juegue su papel económico y anunciar que cerca de un millón de trabajadores sobran en la economía del Estado.

Julia Sweig, académica norteamericana, ha confirmado la frase de Fidel, quien reconoce haberla dicho, pero arguyendo que fue malinterpretado y que lo que quiso decir fue que el modelo agotado es el capitalismo que ya no sirve ni para EEUU. Si Ud. cree esa versión, póngase alegre y dispóngase a enviar por correo electrónico los datos de su cuenta bancaria, pues hay una primera dama en Nigeria que quiere compartir una fortuna por Internet.

¿Cómo es posible que si la pregunta se refirió a la posible exportación del modelo comunista cubano, la respuesta “el modelo cubano ya no funciona, ni siquiera para nosotros” signifique que el capitalismo norteamericano ya no es viable? Que Fidel Castro piensa que Cuba no debe copiar al capitalismo norteamericano o que vivimos una crisis del capitalismo global es un secreto a voces. Que su respuesta quiso decir eso cuando habló del modelo cubano es un postrecito difícil de tragar para el más ingenuo de los delfines. Si algo sabe Fidel Castro es contestar preguntas.

La cuestión interesante entonces no es por qué los analistas han “malinterpretado” a Fidel, sino por qué Castro quiere convencernos ahora que una frase tan explícita significa exactamente lo contrario de lo que dijo. ¿Siente que no ha preparado a sus bases políticas para este debate? ¿Habló por primera vez de un tema interno, incursionando en áreas que había dejado a cargo de su hermano y otros líderes del Estado cubano? ¿Responde el sofismo con que disuelve el alcance de sus palabras a cierta molestia por sentir que éstas fueron sacadas de contexto? ¿Tiene reservas sobre el rumbo al que Cuba se dirige al punto de estar dispuesto a pagar el costo de emitir señales contradictorias a los actores económicos internos y externos? ¿Estaba esperando algún cambio de política desde Washington como una flexibilización de los viajes, ahora reducida en desperdicio lamentable de oportunidades?

Todas esas explicaciones son plausibles. Lo ilógico es suponer que Fidel, salvo que alguien confundiera sus pastillas, quiso decir “exactamente lo contrario” a lo que dijo, que sería: “el “modelo cubano” funciona a las mil maravillas”. Si es así, ¿Por qué van a “reubicar” a quinientos mil trabajadores cubanos de sus puestos de trabajo el próximo semestre? No hay que caminar mucho por Cuba para entender que su actual modelo (si eso existe) no satisface las expectativas del pueblo cubano en términos de derechos humanos, desarrollo económico y participación.

Los discursos ideológicos contra el capitalismo o en defensa de los derechos a la energía nuclear de los ayatolas de Irán, los mismos que lapidan y azotan mujeres y han sido descubiertos tres veces ocultando información y violando el tratado de no proliferación nuclear, no resuelven las necesidades cubanas de un ingreso decoroso, vivienda, transporte y comida. Los cubanos del siglo XXI quieren estabilidad política e independencia pero no se van a resignar a un modelo estatista, de masas sin ciudadanos, de capitalismo de estado sin salario decoroso y protección al consumidor. El patriotismo no puede ser el recurso de los picaros. Es tiempo de cambios, para saberlo no se necesita un oráculo.


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