Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Fidel Castro

Fidel Castro: 85 primaveras (negras)

¿Qué lega Fidel Castro a Cuba al cumplir 85 años?

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Evidentemente es imposible ser, a la vez, comunista, inteligente y honesto. Solo dos de estas tres características son posibles al mismo tiempo.

En La Habana se le acaba de caer la baba a un grupo de “intelectuales” latinoamericanos y algunos cubanos en ocasión del cumpleaños 85 de Fidel Castro, con una ridícula “serenata”, exagerada rimbombancia y necedades de antología, calurosamente secundados, apoyados y financiados por los personeros del régimen: desproporcionadas alabanzas místicas, mensajes de felicitación de jefes de Estado, hasta carnavales y un concurso internacional de payasos.

Quienes deseen celebrar y felicitar con alegría al tirano en su cumpleaños 85 están en todo su derecho a hacerlo, pero ese derecho no incluye tergiversar la historia, ni tampoco insultar la inteligencia del resto de la humanidad.

Como líder político Fidel Castro se convirtió, merecidamente, en leyenda del “antiimperialismo” y “la revolución” en el mundo, y es una figura política descollante del siglo XX. Eso solamente se pretende negar en el sector políticamente autista de Miami que se cocina cada día en su propia salsa. Aunque habría que preguntarse seriamente si el “antiimperialismo” y “la revolución” fueron, o son en pleno siglo XXI, el camino para la solución de los grandes problemas de la humanidad.

A los que consideren por convicción que ese es el camino del futuro, bastaría pedirles un solo ejemplo, uno solo, dónde ese camino haya traído a los pueblos progreso y prosperidad que no hayan logrado antes ya otras naciones, sin necesidad de paredones ni trabajo voluntario, de fractura nacional y familiar, de sacrificios supremos, para que, como el horizonte, la meta se aleje más mientras más nos esforcemos en alcanzarla.

La pretendida visión e inteligencia de Fidel Castro puede ser cuestionada y traída a debate en un análisis riguroso y serio, donde las emociones no aplasten a las razones. Y las conclusiones de ese debate no merecerían tanto misticismo ni culto a la personalidad del Comandante en Jefe, sino tal vez, el concurso internacional de payasos, aunque los payasos son personas serias con la misión de hacer felices por un rato a los demás, tema en el que siempre Fidel Castro peca por omisión.

De los “logros” de la revolución cubana bajo Fidel Castro —gracias a los subsidios de los soviéticos primero y de Hugo Chávez después— se ha hablado hasta la náusea y constituyen el centro de toda la propaganda a favor del régimen cubano, elaborada desde La Habana y repetida sin análisis crítico hasta el infinito en publicaciones de izquierda, centro-izquierda, ultra-izquierda y, lamentablemente, en ocasiones también por quienes sustentan posiciones a favor de la democracia.

Sin embargo, un balance ecuánime de la obra de Fidel Castro durante medio siglo tiene que considerar también la nefasta incidencia de su actuación y sus políticas irresponsables en todos los aspectos de la vida nacional.

Lo que conlleva analizar, entre otras muchas cosas:

  • La interminable represión, la eliminación de las libertades individuales y la desaparición de la sociedad civil en Cuba, que no se limita al enfrentamiento violento —y hasta cierto punto comprensible— en los primeros años de la revolución y que se extiende hasta nuestros días contra los opositores y cualquier manifestación pacífica de disenso en el país.
  • La destrucción de la sociedad y la familia, con millones de cubanos viviendo en el extranjero —da igual si exiliados o emigrantes— a los que durante décadas se intentó extrañar de sus familiares y amigos que quedaban en el país, se les prohíbe regresar a su patria sin un vejatorio permiso, se les imponen abusivos cargos para trámites migratorios, y se les bautizó como gusanos, escoria, o traidores, hasta que las necesidades económicas del régimen forzaron a atenuar ese enfoque.
  • La destrucción de la industria azucarera, la agricultura y la ganadería, la infraestructura productiva, el transporte y las comunicaciones, y prácticamente todos los sectores económicos del país, no por haberlos nacionalizado, sino por haber pretendido dirigirlos como le dio la gana, sin escuchar otra opinión que la suya propia, de espaldas a toda racionalidad productiva, económica, social y tecnológica.
  • La falsificación de la historia nacional y la politización de la educación y la enseñanza en el país en función de una falsa ideología, no la del marxismo-leninismo, que nunca fue, sino la del culto a la personalidad de un individuo a quien presenta la propaganda oficial —la única que se permite— más infalible que el mismo Papa, y a quien se le atribuye una visión y grandeza supremas, como si el resto de los cubanos fuéramos tarados.
  • El aventurerismo militar, disfrazado de internacionalismo proletario, que lanzó al combate y a la muerte en tierras extrañas a miles de cubanos para apoyar grupúsculos insurgentes antidemocráticos o gobiernos dictatoriales y corruptos, y donde, en ningún caso y al cabo de tantos años, existe ni Estados de derecho ni gobiernos respetables.
  • La irresponsabilidad, cuya máxima expresión fue llevar al mundo al borde de una catástrofe nuclear en 1962, al permitir y facilitar la instalación de misiles nucleares en Cuba apuntando contra Estados Unidos, y pidiéndole al gobierno soviético lanzar el primer golpe contra “el imperialismo”, ignorando despectivamente las fatales consecuencias que tal acción tendría sobre el planeta.
  • Negarse a aceptar la realidad de que el “socialismo real” desaparecía en todo el mundo por ser un gran fracaso y una estafa aún mayor, y someter a los cubanos a miserias y penurias extremas —económicas, de salud, sociales, psicológicas, y morales— del “período especial”, en aras de mantenerse en el poder.
  • Aferrarse a sus cargos de máximo jefe de todo y solamente aceptar, poco a poco y a regañadientes, el traspaso formal de los mismos a su hermano menor, cuando la salud le hizo imposible seguirlos detentando.
  • Negarse a aceptar que ya su momento histórico —y biológico— pasó y que es hora, desde hace mucho tiempo, de que nuevas generaciones de cubanos se hagan cargo de los destinos del país, y que para ello puedan elegir libremente y sin coyundas a quienes desean que los dirijan hacia el futuro.

Esta relación de hechos, que no es exhaustiva ni mucho menos, debería ponerse en la misma balanza que los “logros” de la revolución, y ver hacia donde se inclina, antes de organizar ridículas serenatas —manifestación cultural ajena por completo a la cultura cubana— o escribir cursilerías e idioteces en la prensa, sean simples periodistas de a pie o supuestos “intelectuales” de talla.

Y esa comparación, siendo honestos o inteligentes, aunque no comunistas, nos diría que la obra de la vida de Fidel Castro puede definirse, en este reciente cumpleaños, como de 85 primaveras, pero “primaveras negras”, como la que vivió Cuba en 2003, con tres jóvenes negros fusilados como medida “ejemplarizante”, más setenta y cinco cubanos enviados a prisión, simplemente, por pensar diferente.


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