Actualizado: 23/04/2024 20:43
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| Opinión

Mariela Castro, EEUU

La “disidencia” diversionista de Mariela Castro

¿No sabe lo que habla cuando se mete en temas políticos, o no tiene vergüenza?

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Sin duda, Mariela Castro desperdicia excelentes oportunidades de quedarse callada, al menos cuando se pasea de San Francisco a Nueva York, en este periplo por el Norte revuelto y brutal que ella desprecia.

Tal parecería que las exiguas asistencias de público a sus conferencias le sacan de paso. Basta ver las escasas imágenes que muestran a los asistentes a las conferencias de la “ilustre científica”, para darse cuenta de que con todos los presentes difícilmente podría organizar nada más allá de un bloque de la Federación de Mujeres Cubanas, o una raquítica conga gay en el puerto de La Habana.

Entonces, aparentemente en deslices freudianos, el subconsciente la traiciona y da rienda suelta a la lengua como un Evo Morales cualquiera, sin pensar en lo que dice, o demostrando exiguo coeficiente de inteligencia y sin par torpeza política, si es que acaso piensa lo que dice en público.

Primeramente, en un evento dedicado a las ciencias sociales, a donde fue invitada para participar en temas relacionados con educación sexual, nada le pareció más apropiado que insultar y atacar a más de un millón de cubanos en Estados Unidos que con sus remesas familiares y visitas a Cuba contribuyen significativamente a que el feudo que ahora administra su padre, como antes su tío durante casi medio siglo, siga funcionando malamente sin desbaratarse a pedazos.

Ni siquiera tuvo en cuenta que en estos mismos momentos su propio padre y la camarilla que lo secunda han cambiado su lenguaje hacia la “emigración respetuosa”, dada la imperiosa necesidad de dinero de un país en bancarrota, con su benefactor externo enfermo de cáncer, y sin que el primer pozo petrolero perforado en aguas ultra-profundas haya dado más que decepciones, y tratan de hacer guiños a esos mismos cubanos que ella insulta tal vez por no tener nada “científico” que decir sobre el tema que la trajo a este país.

Por si fuera poco, tuvo también la osadía de entrometerse en asuntos de política interna de Estados Unidos y declarar, admirada por el apoyo del Presidente de Estados Unidos al matrimonio gay, que si ella fuese norteamericana votaría por Obama.

¡Ay, Mariela, doblemente torpe! No solamente por tocar un tema de política interna (por quién votar) que ningún visitante con dos dedos de frente menciona en público en ningún país, sino por algo peor a la vez: dejar entender que votaría para gobernante de EEUU de acuerdo a las políticas del candidato hacia la comunidad homosexual, no por sus propuestas sobre economía, deuda nacional, impuestos o política exterior.

Señora Castro: ¿Usted votaría por quien “ha recrudecido” el “criminal bloqueo imperialista contra Cuba”, por quien mantiene en la cárcel a los “cinco héroes antiterroristas”, por quien no se merece el Premio Nóbel de la Paz o asesinó a Osama Bin Laden, según ha escrito su tío en sus “reflexiones”, simplemente porque sea tolerante con el matrimonio gay?

Con esos criterios, habría que preocuparse de qué sería de la batalla de ideas, de la “resistencia heroica de nuestro pueblo”, de los “logros de la revolución”, de los nunca demostrados veinte mil mártires o de la “actualización del modelo”.

Entonces, Mariela, mientras el Gobierno cubano no autorice los matrimonios gay, ¿deberían todos los cubanos oponerse al Gobierno de su padre? Todos esos cubanos que dentro de Cuba se oponen hoy al Gobierno y lo denuncian, ¿deberían ser considerados una especie de “vanguardia disidente” de los proyectos “castristas” de Mariela, pero no de los de Fidel o Raúl Castro?

Muy confuso todo esto. Más aún cuando la sexóloga se declara “disidente” que mira “críticamente” la realidad del país y que desea una Cuba “soberana”. Lo mismo que Laura Pollán, fundadora de las Damas de Blanco, lo mismo que dicen hoy las Damas de Blanco, mientras el padre de Mariela ordena que acosen y golpeen a las que no se apellidan Castro Espín.

¿Que pasaría si gente del “pueblo enardecido”, de manera “espontánea”, se lanzan contra la “disidente” Mariela y le propinan un mitin de repudio o una buena golpiza, incluido un “camillazo” mientras la tienen inmovilizada?

¿O es que acaso el régimen nos quiere proponer ahora dos tipos de disidencia: la de mentiritas, la “light”, la suavecita, a lo Mariela, y otra disidencia, la de verdad, la de tantos años enfrentando al monstruo, la que recibe golpes, represión, violencia, la que va a la cárcel, la muerte o al destierro, la que acusan de “mercenaria” y “terrorista”, y seguirá siendo reprimida y golpeada?

¿O es que acaso si esa disidencia cubana de verdad, que no se asusta y se mantiene firme, se proclamara favorable al matrimonio gay, recibiría la bendición de Mariela Castro, que hasta podría votar por esa disidencia, como votaría por Barack Obama?

¿O tendríamos que llegar a la conclusión de que la sexóloga no sabe lo que habla cuando se mete en temas políticos, o sí lo sabe, pero es una desvergonzada?

No tengo la respuesta para ello, ni me interesa, pero lo que con seguridad queda muy claro es que, en ninguna de las dos circunstancias, son cosas que merezcan nuestro apoyo, ni siquiera nuestra atención.


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