Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Fidel Castro, Venezuela

La hora de la verdad (II)

Segunda y última parte de una serie sobre Fidel Castro y Venezuela, la nación que siempre ha sido la plaza por excelencia para llevar a cabo su plan continental de conquista

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Necesariamente tenemos que referirnos a varios episodios paralelos, porque ellos nos ayudan a atar cabos que de alguna manera se nos pueden quedar sueltos.

Ya sabemos que los objetivos de Venezuela y Angola tienen un denominador común que es el petróleo. Pero, ¿no tenía Castro todo el petróleo que quisiera por parte de los soviéticos?

No exactamente. A partir de la Crisis de los Misiles Nucleares de 1962 en que Kruschov pacta con Kennedy ignorando totalmente a Fidel Castro, las relaciones con el Gobierno soviético comenzaron a deteriorarse a un ritmo muy rápido, llegando a su punto más bajo precisamente cuando el Comandante traza su estrategia de invadir Venezuela y apoyar a todos los movimientos guerrilleros que allí luchaban por el poder.

¿Coincidencia? Hemos visto que la coincidencia y la casualidad no existen en el diccionario de Fidel Castro. Para esa fecha las presiones de los soviéticos por controlar todo en Cuba llegaron al punto en que la aviación completa de combate tuvo que ser paralizada con una medida muy simple. Los neumáticos de repuesto de los MiG dejaron de entrar y los aviones sin neumáticos no vuelan. Por su parte, el Che en su función también de caudillo iluminado lanza en Argelia la teoría de los dos imperialismos, echándole más leña al fuego a las ya deterioradas relaciones con el Kremlin. Los embarques de petróleo comenzaron a atrasarse, las piezas de repuesto para la tecnología soviética también empezaron a escasear. Y para mayor desgracia los reveses sufridos por los cubanos que invadieron Venezuela eran cada vez mayores. Las rencillas y antagonismos con los nacionales venezolanos, que mostraban independencia de criterios, se hicieron más agudos y todo parecía que se hundía hasta que una coyuntura mundial le proporciona a Fidel Castro la toalla salvadora. Las tropas soviéticas invaden Checoslovaquia en 1968 y el apoyo irrestricto de Fidel Castro a aquel crimen tan horrendo le volvió a ganar la confianza del Kremlin.

El apoyo a la invasión de Checoslovaquia proporciona un breve respiro para poder cicatrizar las heridas de la derrota en Venezuela. No hubo que esperar mucho, los militares portugueses de la Revolución de los claveles en 1974 abren nuevamente la oportunidad dorada. Al año siguiente nuestras tropas estaban protegiendo los yacimientos de petróleo de Cabinda e irónicamente nuestro Ejército “comunista” garantizando la seguridad de todas las compañías “imperialistas” y sus empleados radicados en el enclave. No fue ninguna casualidad que los primeros y más aguerridos contingentes de militares cubanos llegaran a Cabinda a través de Punta Negra en el Congo, antes de los contingentes que rechazaron los ataques de Luanda. La capital podía perderse. Lo que no podía perderse era Cabinda.

Durante la invasión y ocupación de Angola por más de 14 años no fue necesario el empleo abierto de ese petróleo. El suministro soviético estaba garantizado y Angola quedaba como un “sidepocketing” como le dicen algunos gringos a cualquier reserva de emergencia. Los cubanos le llamamos “por si las moscas”.

Castro desde muy temprano aprendió algo muy importante, y es que solo con la subvención total de un proyecto social, ya sea por una potencia mundial que asuma esa responsabilidad como ocurrió con la extinta URSS o por los recursos financieros que emanan de la riqueza natural más importante del planeta, es posible quebrar la voluntad de las personas y convertir a pueblos enteros en parásitos del Estado.

No fue solo la famosa frase de “Condenadme no importa la Historia me absolverá”, la otra lección aprendida por Castro copiando la frase de Adolfo Hitler en el proceso de Munich en Noviembre de 1923: “Los jueces de este Estado pueden tranquilamente condenarnos por nuestro proceder. La historia, como diosa de una verdad superior y de un derecho mejor, ella, sin embargo, alguna vez, sonriente, romperá en pedazos esta sentencia para absolvernos a todos de culpa y expiación”.

Y no es tampoco extraña coincidencia que el Putsh de Munich en 1923, el Moncada de 1953 y el de Venezuela el 4 de febrero de 1992 sean tan similares.

Por el Mein Kampf Castro aprendió también que el fascismo puede llegar al poder por las urnas y mantenerse a base de chovinismo. Todo lo que se necesita son suficientes recursos para apretar la tuerca de forma tal que la rosca no violente los niveles de supervivencia ni proporcione demasiado espacio para que se acumulen pensamientos empresariales malsanos que puedan dar cabida a ideas independientes del poder totalitario.

Venezuela es el terreno perfecto para el experimento. Por una parte 100.000 barriles de petróleo diarios a 103 dólares el barril, como cerró en el mercado en el día de elaboración de este artículo, representan diez millones y medio de dólares que cada mañana entran a las arcas del Gobierno cubano para sostener la madriguera del proyecto. Eso es suficiente para darle un poco de energía eléctrica a la población cubana, venderles algunas ollas de presión y de paso permitirles comprar un poco de chocolate en polvo.

Garantizado el puesto de mando y control en la mayor de las Antillas, se puede entonces continuar por el camino de la “Liberación” del continente.

Pero, ¿No se decía que no puede haber dos caudillos iluminados bajo un mismo techo?

Y ¿quién ha dicho que aquí hay dos caudillos iluminados? Hay solo uno. El señor presidente de Venezuela es un aprendiz que hace todo lo que puede por parecerse a su maestro. Ojalá pueda dedicar unos minutos a leer estas cortas memorias y a reflexionar hasta qué abismo está conduciendo a su país.

Quizás la enfermedad de Fidel Castro, que lo ha convertido en un guiñapo humano, y ahora también la enfermedad de Chávez logren salvar al pueblo venezolano.

Pero continuemos con la estrategia de “Liberación” del continente. Por lo pronto ya se tienen los petrodólares que garantizan prescindir de esa clase empresarial que tiende a ser tan “atravesada” de los grandes proyectos. Ya se puede ir equiparando a todos los venezolanos a un nivel aceptable de miseria donde puedan comer, vestirse, curarlos y por supuesto muy pronto brindarles también gratis el entierro como en Cuba. Ah, pero nada de esto se puede hacer sin disponer de una buena cantidad de esos petrodólares para crear un estamento militar y burocrático que aplaste cualquier “incomprensible inconformidad con tan altruista idea”.

Aquí entró a jugar su importante papel el verdadero caudillo iluminado.

— “Hugo, mándamelos por grupos de las diferentes ramas de la FAN, yo me encargo de pasarlos por el filtro y después decirte quién es buen candidato y quién no. Quién se merece tu beneplácito y a quién tienes que darle una patada por el trasero. Yo tengo buena experiencia en estos trajines y puedes tener la completa seguridad que esta vez no me va a ocurrir lo que me pasó con el coronel Roberto Souper.

Ah, y de paso, ve desapareciendo todos esos archivos con los nombres de los militares venezolanos que cayeron por enfrentarse a nuestros heroicos internacionalistas. Con Ochoa y Tomasevich no hay que preocuparse pues los tengo tres varas bajo tierra, pero el diablo son las cosas y no vaya a ser que mi ex ministro del azúcar el General Ulises Rosales del Toro tenga que hacerles una visita de ayuda a la industria azucarera y algunos de los familiares de esos muertos se pongan pesados. No te confíes que la lista no es corta. Desde los primeros caídos como el subteniente Abelardo Estrada Vale hasta los capitanes Ernesto Báez Gonzáles y Jesús Eduardo Ávila Paoli hay unas cuantas docenas de oficiales, sin contar los soldados, que cayeron frente a nuestros gloriosos internacionalistas.

Pero para ir al seguro manda a alguna de mi gente que te cuida para que desaparezca el Cuadro de Honor levantado entre un roble y un samán en el patio de ejercicios de la Academia Militar de Venezuela, donde aparecen los nombres de toda esa gente. Apúrate Hugo que cambiar la historia no es fácil y toma tiempo”.

Señor presidente de Venezuela tire una mirada a esos cerros que rodean a Caracas y piense por un momento lo que usted podría hacer por esos infelices con los diez millones y medio de dólares que pone diariamente en las arcas del Gobierno cubano. Aunque ya no pueda recuperar jamás esas exorbitantes cifras, rectificar es de sabio, y el pueblo de Venezuela se merece un destino mejor.

Señor presidente de Venezuela, le recomiendo también cuando tenga una oportunidad que le pregunte al presidente de Angola, José Eduardo Dos Santos, lo que significa un Ejército extranjero ocupando prácticamente el país, sin poder decidir cuándo decirles que se vayan. Averigüe como comenzó aquella pesadilla con algunos instructores cubanos, algunas graduaciones de angolanos como la que se hizo con oficiales venezolanos.

Todo empieza como algo simbólico, como algo muy sano, como una “ayuda fraternal internacionalista” y se termina con regimientos blindados rugiendo por autopistas y carreteras. Agustino Neto cruzó esa línea maldita que separa el camino empedrado de las buenas intenciones con el infierno. Cuando quiso dar marcha atrás murió inexplicablemente en un salón de operaciones de Moscú. Veo que a usted ya prácticamente se le hace imposible el retroceso con la enfermedad que tiene. Pero si decide rectificar no cometa el mismo error de Agustino Neto, viaje a Houston y atiéndase en la Clínica de los Hermanos Mayo, antes de viajar otra vez al CIMEQ. Nadie sabe cuándo se podrá escuchar el parte oficial cubano “Hicimos todo lo posible por salvar al émulo de Simón Bolívar”. Y si el ego le ha prendido demasiado fuerte no se preocupe, el parte oficial cubano dirá que usted solicitó que le trajeran una bandera venezolana para abrazarse a ella antes de lanzar el último aliento. No le hablo en broma señor Presidente, nosotros somos expertos en esos finales de película. ¿No recuerda aquel parte oficial brindado por los medios radiales y escritos de Cuba de que los últimos cuatro cubanos se habían inmolado abrazados a la bandera cubana en Granada cuando la invasión yanqui?

Cuando leía la noticia de los agasajos de Fidel Castro a los oficiales venezolanos graduados me vino necesariamente a la mente la noche en que despidió también en el Palacio Presidencial a los oficiales chilenos. Cada uno de ellos obtuvo también su réplica del yate Granma, pero fue más lejos y a cada uno se le obsequió con un fusil AK-47 dedicado con una placa de oro grabada en la culata con el nombre y la firma de Fidel Castro. Sabemos que Allende se suicidó con uno similar que le regaló Fidel. Sería interesante saber si el coronel Roberto Souper llevaba el suyo el día del “Tancazo”.


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