Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Yunior, Cuba, Protestas

No hay que criticar a Yunior García por irse

La confusión de García, si la hubo, fue desconocer las características de lo ocurrido el 11 de julio

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Si todos nos fuimos, ¿por qué criticar a Yunior García por irse para España?

Ahora, eso sí, la forma y el momento de salida de Cuba define la vida de cualquiera. Si el camino de García ha sido más cómodo que el de otros, bueno él se lo agenció. Claro que todo ese discurso que durante semanas y semanas y semanas se viene repitiendo en Miami, de que el “comunismo” tiembla y la posible marcha que no fue estremecería al país es una fabricación —con claros fines políticos locales y nacionales, que no tienen nada que ver con la democracia y con Cuba—, que quien se lo quiso creer sus razones emocionales tendría.

García puede hacer lo que le plazca con su vida, desde dedicarse al teatro, o a la política, o meterse a torero en Madrid —no eso no, ya está viejo para ello—, que esa vida es suya y de nadie más. (Aquí hay que dejar un paréntesis para darle el pésame a los “patriotas”.)

Si alguien pensó que García sería un nuevo Martí, pues ya es hora que recapacite: con él y con Martí.

Por lo demás, los pocos comentarios y declaraciones que he sabido de Yunior García —siempre me ha dado trabajo con ese primer nombre: me suena cheo, onomatopéyico y vulgar, cutre; pero en los tiempos que corre mejor ni se lo cambie: a lo mejor le da éxito— me han parecido bastante comedidas, menos cuando le dio por esa bravata de desfilo y desfilo y desfilo de todas maneras; porque seguro sabe que en Cuba las cosas no son así, y que lo que rige allí se llama tiranía, dictadura, gobierno totalitario o todo mezclado.

La confusión de García, si la hubo, fue desconocer las características de lo ocurrido el 11 de julio: protestas en buena parte del país y más que protestas una punta de insurrección, y eso el régimen no iba a permitir que continuara, y mucho menos de forma anunciada. Al menos si el plan y el anuncio no fueron más que parte de una manipulación, algo que en la isla muchos deben estar pensado a estas alturas.

Si sorprender al gobierno con el estallido social de julio fue lo más llamativo de lo ocurrido —a un gobierno que siempre se ha jactado de adelantarse a los acontecimientos y al uso de la represión profiláctica—, y ese desplante colosal convirtió la noticia en titular en todas partes del mundo, ello se logró por lo sorpresivo del hecho. Que la espontaneidad estallara al mismo tiempo como manifestación pacífica y violencia callejera en algunas partes, fue lo que elevó las alarmas de la Plaza de la Revolución a los niveles más altos y llevó a pensar en la sustitución de Díaz-Canel, que en estos momentos le debe el puesto a Yunior: así son de absurdas las cosas en Cuba. ¿O no son tan absurdas?

La marcha anunciada siempre tuvo algo de llamada de Gila (bueno ahora García en Madrid tendrá tiempo para saber quien es Miguel Gila): “Aló, está el enemigo. Que se ponga. Vamos a marchar el lunes”. Y más que cualquier representación teatral, patriotera y exaltada, el esperpento ha recorrido Cuba, con la foto del presidente sentado en el piso del portal del Gran Teatro Alicia Alonso para “disfrutar” de un concierto.

Algo más. Al parecer la partida —¿temporal, permanente?— de García se incorpora como otro ejemplo a la nueva táctica del régimen cubano, que tiene una característica peculiar: ya no se sabe si es a enemigo que huye puente de plata o conseguirle la plata al enemigo para que haga un puente y huya o simplemente frustración y cansancio.

Estas dos últimas condiciones podemos entenderlas todos los que estamos aquí, y no tirar piedras —digo, visas— al que viene, de paso o de inicio. Quizá, después de todo no supimos descifrar bien el mensaje de Yunior. La mano con la rosa blanca que se asoma a la ventana lo que nos dice es adiós, un gesto de despedida. No es la reafirmación de la flor martiana sino el anuncio de la Avellaneda: “¡Voy a partir!”. En resumidas cuentas, entre teatritos anda la cosa.


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