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La Santísima Trinidad del pueblo cubano, el pueblo cubano-americano y USA es un falso ídolo: en política, el pueblo cubano está solo

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El apoyo a la democracia necesita,
por supuesto, muchísimo dinero
Claudio Fuentes (Estado de SATS)

El año fiscal 2018 será otro, tanto para USA como para Cuba. El Director de Presupuesto Mick Mulvaney acaba de presentar el primer borrador del plan de la administración Trump, que incluye suprimir todas las partidas destinadas a Cuba. Desde luego que así no se cortan de cuajo los fondos de apoyo a la transición a la democracia en el archipiélago, que seguirán fluyendo desde programas genéricos tras repartirse entre todos los países incluidos, pero de entrada habrá unos $20 millones menos.

Así tenemos el primer indicio significativo de cumplimiento de aquel vaticino formulado el pasado 23 de noviembre por el representante Mario Díaz-Balart a El Nuevo Herald: “La política hacia Cuba cambiará dramáticamente con Trump”. Y todo parece indicar que, como afirmó también a El Nuevo Herald el senador Marco Rubio el 4 de abril de este año, “Trump va a tratar a Cuba como la dictadura que es.”

Ya sabemos que muchos planteos de Trump no abundan en detalles y a lo mejor “la dictadura que es” entraña que, para Trump, tanto su desgobierno como su oposición no merecen ser objeto de inversiones porque el retorno es nulo, cero, nada.

La soledad del corredor de fondo

Quizás Trump pensó ver al pueblo cubano-americano en las calles de Miami con líderes al frente que formulen propósitos políticos claros y viables, en vez de la cantaleta sobre la represión política en Cuba a través de periodiquitos, radioemisoras, telecentros y blogósfera de habla hispana, que igualmente arremetieron contra él en campaña y siguen arremetiendo contra él hasta gratis.

En todo caso pensó tener pruebas convincentes de la Isla de Cuba pintoresca ingobernable, con muertos y heridos en las calles, muchos más presos y opositores con las uñas sacadas o turulatos por picana eléctrica. Quizás pensó ver a Cuba en plena debacle tras el deceso de Castro el Viejo, pero a lo mejor vio un funeral bien ordenado, con un fugaz contratiempo para diversión de la galería.

Seguidamente habría visto —o le reportaron— un desfile militar y marcha popular igual de ordenados en la Plaza de la Revolución, así como otro desfile allí mismo a favor del gobierno, tan o aún más populoso que las marchas contra el gobierno en Venezuela, con otro fugaz contratiempo de un corredor solitario con la bandera americana, que fue interceptado a patadas y trompones sin que nadie saliera a apoyarlo. Y cuando le dijeron, si es que se lo dijeron, que en la prensa de Miami comentó este último incidente con el titular: “La Plaza ya no es de los Castro. Por un minuto fue de los cubanos libres”, Trump quizás pensó que no tiene que invertir para nada en semejante anticastrismo.

La oposición pacífica jamás aprendió la lección histórica que el anticastrista visceral Antonio Vecina resumió así: “Es un error del exilio [creer] que los Estados Unidos les va a sacar las castañas del fuego”. Por eso hubo jolgorio con aquel twitazo de Trump post mortem de Castro: “If Cuba is unwilling to make a better deal for the Cuban people, the Cuban/American people and the U.S. as a whole, I will terminate deal”. Sólo que la Santísima Trinidad del pueblo cubano, el pueblo cubano-americano y USA es un falso ídolo. En política, el pueblo cubano está solo, como aquel corredor con su bandera.

Ese pueblo viene arrostrando la dictadura castrista de partido único por más de medio siglo porque guarda complicidad con ella y las minúsculas minorías de la disidencia, oposición o resistencia no atinan a ganárselo. Desde luego que tales minorías son víctimas de la represión, pero la represión política no es obstáculo que pueda removerse sin remover a la propia dictadura, ya que constituye uno de sus rasgos esenciales junto con el partido único, la ideología oficial de turno y el triple monopolio sobre las armas, los medios fundamentales de producción y los medios convencionales de comunicación masiva. Así que para hacer política opositora hay que arrear con todo eso y buscar cómo revirar a la gente.

A este último respecto hay solo dos opciones: la revuelta popular o el voto. Todo lo demás es el cuento fantástico sobre “discursos de la resistencia” o “proyectos políticos emergentes” que no hacen otra cosa que parir líderes sin masa. Si los disidentes salen a la calle y son apabullados por turbas castristas, la realidad política es que no hay turbas anticastristas, ergo: no hay potencial de revuelta popular. Y si la única alternativa —luchar por el voto— se emprende con bombo y platillo afuera más papelería dentro, como planillas de candidatos y carpetas de seminarios, se pierde también la clave política.

En el contexto cubiche, toda lucha electoral empieza por proponer candidatos en una asamblea vecinal (circunscripción electoral) y para eso, antes que preparar candidatos, hay que preparar a la gente que votará. Y si la gente no vota por los opositores o no va a las asambleas o le importa un comino que arrastren (porque se tiran al suelo) a las Damas de Blanco que todavía quedan, a la situación de líderes opositores sin masa se sumaría otra más surrealista: luchar por la democracia sin demos.

Coda

Ni los informes sobre presos políticos y detenciones arbitrarias, ni los domingos de represión —ya ni siquiera se marcha, sino que apenas se puede salir de la casa— ni el cacareo en los medios sirvieron para que la represión política en Cuba disuadiera a la Unión Europea de abandonar su Posición Común y a Washington de restablecer primero plenas relaciones diplomáticas con La Habana y sacar ahora a Cuba de su presupuesto. Lo que sí viene propiciando la represión política es que ciertos líderes sin masa se avecinden en USA, como últimamente Laritza Diversent y El Sexto, con el declarado cuento, digo: compromiso, de continuar peleando a distancia por la democracia en Cuba. Y también propicia que otros de esos líderes sigan girando por el mundo libre como si nada. Este miércoles, por ejemplo, el inefable Fariñas largó la conferencia “La vida de un revolucionario” en el Foro de la Libertad Oslo 2017. No puede juzgarse mal a Trump por abstenerse de invertir en anticastrismos así.


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