Actualizado: 27/03/2024 22:30
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René González, Cinco Espías, Red Avispa

René González y el odio

Un pobre maletero, un hurto y la mala suerte de apropiarse de unas pocas pertenencias de una de las hijas de un espía cubano recién liberado en Estados Unidos

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Recientemente, el espía René González, que se encuentra en libertad condicional en Miami, ha escrito una carta pública donde se queja del “odio”, culpando a ese sentimiento de no poder estar junto a su hermano enfermo de cáncer en Cuba. Al leerla, se entiende que el odio que le impide viajar a Cuba parte del Gobierno de Estados Unidos, o de sus instituciones legales, que son quienes pueden autorizar o no su viaje.

Da la “casualidad” de que yo conocí muy de cerca lo que es el odio con relación a René González y a un Gobierno que odia a sus ciudadanos.

Estando detenido en 100 y Aldabó, en marzo de 2009, conocí a un muchacho que estaba acusado de robo por la hija de René González. Resulta que ese muchacho estaba trabajando de maletero en el Aeropuerto Internacional José Martí, cuando por sus manos pasa una maleta abierta, procedente de un vuelo de Estados Unidos. De ella se habían caído varios objetos, y él tomó unas cadenitas de oro de fantasía y unos perfumes, como habitúan a hacer la mayoría de los empleados del ese corrupto aeropuerto.

Al poco rato se produce un fuerte operativo policial con agentes del DTI Nacional, preguntando por los maleteros que habían descargado el equipaje del vuelo procedente de Estados Unidos. El autor del robo inmediatamente se identifica, informa de su culpabilidad, lleva a los oficiales a su taquilla, les entrega las cadenitas y los perfumes, reconoce su delito y pide perdón por ello, para tratar así de no perder su trabajo en el aeropuerto.

Aunque no había nada que investigar, porque el detenido estaba confeso y había entregado lo sustraído, fue enviado a 100 y Aldabó, donde permaneció por 45 días siendo torturado, sobre todo psicológicamente. Como no había nada que preguntarle referente al caso, los interrogatorios se caracterizaban por cuestionar su posición política y, sobre todo, en averiguar si tenía familia, amigos, o algún contacto fuera de Cuba. Al instructor, representando al Gobierno, le preocupaba mucho que ese caso se conociera en el exterior, ya que implicaba que se supiera que la hija de uno de los “Cinco Héroes” regresaba de ver a su padre preso con sus maletas cargadas de “pacotilla” del Imperio.

Un día, cuando se aburrieron de él en 100 y Aldabó, lo vinieron a buscar a la celda. Le dijeron que recogiera sus pocas pertenencias y se lo llevaron. Sus compañeros pensamos que finalmente lo pondrían en libertad, pues él mismo nos contó que cada vez que sorprenden a alguien robando en el aeropuerto la sanción correspondiente puede ser una advertencia, o una sanción interna, o en el peor de los casos la expulsión.

Pero de 100 y Aldabó lo trasladaron a la prisión “Valle Grande” a esperar juicio, donde estuvo en condiciones precarias varios meses, hasta que por fin se llevó a cabo la vista. A ese acto ni siquiera asistió la acusadora, que de seguro andaría muy ocupada en su campaña internacional por la liberación de los “Cinco Héroes Prisioneros del Imperio”, como para asistir a algo tan poco importante, aunque estuviera en juego la libertad de un ser humano que llevaba ya varios meses en prisión por un delito que se comete a diario y que normalmente no se investiga.

Como resultado del juicio le impusieron una pequeña multa y eso fue todo. El abogado demostró que había sido un robo al descuido, no con violencia, ya que la maleta venía rota y abierta; y se pidió que se aplicara el reglamento laboral del aeropuerto en esos casos, que no implica prisión, sino como sanción más severa la expulsión.

Cuando ese muchacho se enteró, por su abogado y después de diez días preso, que la afectada era tan encumbrado personaje y que se había metido con la maleta equivocada, inmediatamente redactó una carta dirigida a ella, donde le pedía perdón, se solidarizaba con la causa de su padre y los otros cuatro “compañeros” y le pedía clemencia, ya que tenía una hija pequeña que dependía de él. La carta fue entregada al instructor a través de su abogado y dirigida a la hija de René González.

Vale la pena aclarar que ese muchacho y su familia, al igual que los demás empleados de los aeropuertos cubanos, viven de lo que se puedan robar o del dinero que puedan extorsionar, tanto en la Aduana como en otras dependencias, ya que lo que ganan en pesos cubanos al mes equivale a 20,00 USD, que no alcanza para sobrevivir en Cuba.

Probablemente, René González esté ajeno a esta situación. Incluso, es posible que su hija después de hacer la denuncia se haya olvidado del asunto y jamás la hayan molestado más, ni entregado la carta de súplicas y pedido de misericordia del encarcelado.

Cuanto odio de un Gobierno y sus órganos represivos para con una persona indefensa. Lo metieron en una celda inmunda de 100 y Aldabó porque saben que es el mejor método de tortura psicológica, y también física. Allí pasamos varias noches sin poder dormir por el frío intenso, o por el calor agobiante, en una celda de dos metros por tres metros, tapiada, herméticamente cerrada y compartida con dos personas más; los interrogatorios a bajísimas temperaturas con una camisa sin mangas, confeccionada con la misma tela gris con la que se forran los ataúdes en Cuba.

Curiosamente, en esa celda escaseaba el agua como en ninguna otra. Las tres veces al día que ponían el líquido por pocos minutos, solo salía un endeble chorrito que apenas alcanzaba para acumular esa poquita agua para beber el resto del día y no para bañarse.

Los inquilinos pensábamos: “que mala suerte que nos tocara a nosotros esta celda, la única que tiene problemas en las tuberías”. Pero después supe que existía una llave de paso fuera de la celda, con la que los carceleros dosificaban la cantidad del preciado líquido; también posteriormente comprendí que el personaje indeseable de la celda era el que se metió con la hija del “héroe”. Era tanto el odio que ni agua teníamos.

Fui testigo de la desesperación de ese muchacho al ver cómo pasaban las semanas y no saber qué pasaría con él; cómo la Fiscalía denegó todas las peticiones de cambio de medida que solicitó su abogado, argumentando que no había delito para mantenerlo privado de su libertad y mucho menos en la más horrenda prisión de investigación de Cuba, ya que no había absolutamente nada que investigar.

El odio es un feo sentimiento, ojalá que el espía pueda ver a su hermano enfermo, pero ojalá que también disminuya el odio de los órganos represivos para con la población cubana.


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