Actualizado: 18/04/2024 23:36
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| Opinión

Un editorial y los matices de una respuesta

La independencia de revistas como Espacio Laical, Palabra Nueva y Vitral contrasta con la forma acrítica en que religiosos cubanos en el exilio y la oposición hacen alianzas con posturas adversas a las mismas

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El editorial de la revista Espacio Laical a propósito de los ataques de un sector de la oposición política a la Iglesia católica ha motivado varias respuestas del más diverso contenido y tono. Entre esas respuestas, destacó la de Eduardo Mesa, católico cubano, de posiciones dialogantes, quien fuese en los años 90 editor de esa misma publicación.

Respondo a las posiciones de Eduardo en forma de carta pública pues no encuentro mejor manera de dirigirme a un amigo:

Querido Eduardo:

Como esta reflexión es pública, reitero lo que en privado no sería necesario. Cuando un tiempo atrás tuve la polémica con Carlos Alberto Montaner y más de cincuenta blogs y otros medios rechazaron publicar mi contrarréplica a sus ataques ad hominem ―irrelevantes al tema de un liberalismo consecuente y el golpe de Estado en Honduras― fuiste uno de los pocos que tuvo la decencia de poner todos los artículos en tu blog. Nunca olvidaré que me dijiste: “los puse porque es lo ético”. No dudo de tu integridad.

Me motiva tu texto y también lecturas extrañas que ha recibido. Es curioso que los relevos generacionales de las posiciones más recalcitrantes del exilio cubano (Penúltimos Días es la política de Ninoska Pérez por otros medios) busquen legitimidad con citas selectivas de partes de tu texto, mientras proclaman coincidencias con un artículo de Vicente Echerri, que lo mejor que dice sobre la Iglesia es que “toma partido por la tiranía y su conservación”.

Echerri proclama, y el administrador del sitio de marras secunda, que ellos, autoproclamados “el segmento más activo, avanzando y pensante del pueblo cubano”, caminan por la acera opuesta a los obispos de Cuba. Tengo la esperanza que quien me dio el afiche de Juan Pablo II en enero de 1998, que puse en mi puerta judía, no acepte esa lógica de soberbias aceras.

No voy a entrar en debates que son internos de la Iglesia católica como cuál debe o no debe ser el rol de una revista de laicos. Como observador externo apunto algunos elementos y preguntas:

¿Estás tan seguro de que las publicaciones católicas laicas no editorializan preferencias sobre quiénes “no pueden, ni deben tener en sus manos el futuro” de sus países, o por ejemplo, sobre los métodos de lucha y posiciones políticas apropiados a una cultura de la vida? No creo que el editorial de Espacio Laical sea algo inusual para las revistas de su tipo. Te invito a revisar la relación entre la Iglesia y la democracia cristiana italiana, el diario La Croix en Francia, las posiciones de la Iglesia católica chilena, especialmente sus organizaciones laicas, al final de los años de Pinochet, cuando afirmaban que una oposición democrática no haría jamás causa común con la incitación a la violencia que “no es la solución” o las propias publicaciones católicas cubanas de antes y después de la Revolución, algunas como las que tú mismo gestaste con tanto sacrificio y éxito.

Si Espacio Laical ha criticado al gobierno en reiteradas ocasiones, por apartarse de lo que la Iglesia considera apropiado para lograr una sociedad justa y prospera, ¿por qué no podría criticar a grupos de la oposición que han sido ambiguos ante el embargo, violatorio de la soberanía nacional, o han recibido premios y alabanzas de organizaciones como el Consejo para la Libertad de Cuba, que sigue incitando a la violencia o incluso una intervención militar norteamericana? ¿Cuál es el criterio por el cual es óptimo en un caso la voz y en el otro el silencio?

La Doctrina Social de la Iglesia, muy cercana a la visión judaica de Tikkun Olam, o reconstrucción y reparación del mundo, critica al socialismo totalitarista pero también a las posiciones liberales clásicas, partidarias del capitalismo salvaje. ¿Por qué los religiosos cubanos tendríamos que dejar esas doctrinas a las puertas de la política, si es nuestra comunión en Dios, la que nos impulsa a participar en la misma? ¿Cuál es la ética de evitar el “terreno escabroso” que legitima las opciones nacionalistas y respetuosas de todos los derechos humanos y rechaza las que se oponen a esos valores? ¿Cuál es la ventaja política de ocultar nuestras preferencias por la gradualidad o de hablar a título individual si la oposición al embargo y la opción por el dialogo y la comunicación son posiciones institucionales declaradas por nuestros líderes, rabinos, pastores y obispos?

La independencia y rigor del análisis de revistas como Espacio Laical, Palabra Nueva, y Vitral contrasta con la forma acrítica en que religiosos cubanos en el exilio y la oposición ―supuestamente inspirados por las doctrinas sociales de nuestras religiones― hacen alianzas con posturas adversas a las mismas, sin expresar la más mínima reserva. ¿No será que además de los silencios impuestos por la represión ateísta se impone romper otros silencios en el contexto cubano? ¿Por qué no establecer un diálogo crítico también con esa oposición, reconociendo la legitimidad de muchas de sus demandas y la ilegitimidad de otras? ¿Cuál es la lógica desde las doctrinas sociales de nuestras religiones para apoyar la ley Helms-Burton y priorizar las reclamaciones de propiedades nacionalizadas después de 1959, sin mencionar compensaciones por la esclavitud y la desventaja que ésta dejó entre nuestros hermanos negros? Ojala que las publicaciones religiosas de la diáspora tuvieran hacia su entorno, el espíritu crítico y a la vez respetuoso de las publicaciones católicas de la Isla.

Decir que “en estos momentos a nadie se le ocurre invitar a los sabotajes y a la lucha armada” es una exageración. Todavía las encuestas reflejan una opinión mayoritaria favorable en Miami a una intervención militar norteamericana en la Isla, si fuera posible. En el exilio hay violencia abierta e institucionalizada contra la libertad de expresión de aquellos que tienen visiones opuestas al anticomunismo conservador de guerra fría, que está en retirada pero sigue predominando. Las familias de los que disienten o simplemente se niegan a cooperar con la chismografía contra su familia son molestadas por vecinos, maestros, y locutores radiales, sin contar con los derechos a la privacidad y protección existentes en el resto de los EEUU. ¿Te acuerdas cuando los “viejos camaradas” en Cuba hacían lo mismo?

Recuerdo que una vez en Cuba, dijiste que “el problema del Partido Comunista aquí es que es el único. El que quiera ser comunista está en su derecho. Lo que no tiene es derecho a no reconocer los derechos de otros”. Esa cultura, no el macartismo de vigilantes contrarios al estado de derecho, es la necesaria para una Cuba democrática. ¿Cuál es el problema de preferirla, como lo hace Espacio Laical, a la de los “viejos camaradas” ―como tú los llamas― que llegan al exilio y de la noche a la mañana atacan las mismas posiciones moderadas y a las comunidades religiosas, que antes atacaban pero desde el otro flanco?

Es excelente Eduardo, que reportes ese fenómeno, pero: ¿por qué no profundizas sobre las causas y raíces del ambiente en que esas conductas oportunistas prosperan? ¿Qué pasa en Miami que los “viejos camaradas” se convierten en especialistas en democracia, cuando el desterrado Adrián Leiva, quien recogió firmas para el proyecto Varela, era censurado por sus meridianas opiniones contra las posiciones dominantes en el exilio?

Ni el editorial de Espacio Laical ni las declaraciones de Orlando Márquez negaron el “derecho a defender el embargo” o dijeron que los opositores “están obligados a confiar en la buena voluntad de la Iglesia, ni a apreciar su fortalecimiento institucional como un bien para la nación cubana”. No hace bien a nuestro diálogo nacional caricaturizar las posiciones que criticamos. Que los firmantes de la carta tengan derecho a expresar una posición no implica que los demás ―incluyendo nuestras instituciones― estemos obligados a reconocerlos como interlocutores legítimos.

El embargo norteamericano ha sido calificado por nuestras comunidades religiosas como una política ilegal, inmoral, contraproducente, y antipatriótica. Espacio Laical y los que coincidimos con el editorial no cuestionamos el derecho de nadie a expresarse a favor del mismo, hacemos todo lo posible porque sus defensores reflexionen. Si no rectifican, pues elevamos el costo político a pagar por defender posiciones ilegales desde el derecho internacional, e ilegítimas desde la perspectiva de nuestras comunidades religiosas y la cultura política desarrollada por un siglo de lucha por la total independencia de Cuba de cualquier poder externo. ¿Por qué una publicación católica laica tendría que abstenerse de defender una visión expresada claramente por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, los obispos de Cuba, y cuanta conferencia católica, incluyendo el ENEC, ha tenido lugar en la Isla?

La carta de los opositores no debe pasar “sin penas ni glorias”. Las declaraciones de Juan Almeida en el aeropuerto de Miami demostraron que detrás de las firmas de la carta opositora hubo manipulación (coincido contigo que esa división interior y exterior es artificial). Sería conveniente averiguar quiénes alentaron los términos “ofensivos y de mal gusto” dirigidos contra los obispos. ¿Sectores del gobierno usando la seguridad del Estado? ¿Los exiliados radicales? ¿Opositores internos que buscando atención no vacilan en manipular? Tenemos el deber patriótico de aprender de estos incidentes. Es ético que los que impugnaron a Espacio Laical y Márquez por cuestionar la legitimidad y manipulación de las firmas pidan disculpas.

El editorial de Espacio Laical no dice que la liberación de los presos es mérito exclusivo de la Iglesia o del patriota cubano que el cardenal Jaime Ortega es. Si algo he visto desde que compartíamos aquellas tertulias interreligiosas en la Casa Laical es una postura modesta y humilde de los cubanos de fe, empezando por ti. Nuestros rituales religiosos nos recuerdan permanentemente que no somos Dios.

Ese ingrediente fundamental de las comunidades religiosas cubanas explica el éxito de la estrategia de diálogo crítico con los diferentes sectores dentro de nuestra sociedad, incluyendo las autoridades, la recuperación gradual del espacio social religioso en Cuba, y la derrota del proyecto ateísta, que fue parte esencial del modelo totalitario. Frente a ese milagro del amor y la virtud paciente, por el que rezan juntos en paz, sin idealismos, pero juntos al fin en nuestros templos el cubano que repudió y el repudiado, ¿Qué triunfo pueden exhibir los radicales?

No ha sido Espacio Laical ni la Iglesia católica, ni los que la acompañamos en la mediación los que hemos hecho de la reclamación de méritos una batalla. La respuesta de Espacio Laical vino después de muy silenciosa paciencia. La carta de marras culminó ataques de todo tipo en los que se pretendió escamotear el papel de la Iglesia y se insultó al cardenal Ortega con epítetos hasta entonces reservados sólo para Fidel Castro. El cuento de Carlos A. Montaner por el cual la Iglesia “no puso la otra mejilla” es para ingenuos. Una cosa es ser puente “cordial” y “generoso de una roca erizada a otra erizada roca” ―para usar la frase de la poetisa católica más grande de Cuba― y otra es permitir que con difamaciones se descarrile un proceso que ha producido más liberaciones y promesas (son importantes porque el Estado que promete y no cumple queda expuesto) que toda la intransigencia de todos los firmantes de la carta juntos.

Una objeción de método: la referencia a “el sacrificio personal y familiar” de los firmantes de la carta contra la Iglesia apela a la movilización fácil de sentimientos, sin aportar ninguna razón. El hecho de que alguien haya pasado por la horrenda experiencia de la cárcel o el sacrificio familiar no valida sus puntos de vista.

Hay que romper con esa cultura cubana de martirologio que parte de la premisa que una idea, para ser tomada en serio, demanda que su portador esté dispuesto a morir por ella o pasar tiempo en prisión. Las huelgas de hambre, como las exhortaciones de “morir por la patria es vivir”, “socialismo o muerte”, “patria o muerte”, “democracia o muerte” contradicen la preferencia por la vida de nuestras religiones. Galileo tenía razón aunque nunca estuvo dispuesto a morir por sus ideas.

Por último, la adopción de otra posición radical más por ese sector de la oposición cubana; contra la Iglesia hoy, antes a favor del terrorismo, el uso de legislación norteamericana o incluso la invasión armada para imponer su agenda, no es un recurso de última instancia ante la ausencia de otras opciones. Esas posiciones no se adoptaron porque los métodos pacíficos, graduales, de diálogo e intercambio entre los diferentes sectores de nuestra sociedad y entre Cuba y EEUU no fueran posibles o estuvieran agotados. Se adoptaron para bloquearlos.

Los firmantes de la carta no esperaron el plazo de tres a cuatro meses para ver si el gobierno cumple con la liberación de los que decidan no viajar, o si la Iglesia, en caso de que así ocurriese, no reclama el cumplimiento de lo mediado. Al contrario, los que promovieron la carta como los que han promovido la polarización en el Gobierno y en la oposición en las últimas cinco décadas, lo han hecho, precisamente, para que no se derogue la prohibición de viajar para los norteamericanos, para que no se reevalúe la posición común europea, para cerrar el camino a la gradualidad y la solución pacifica que promueve Espacio Laical hoy y hemos promovido desde que te conozco, tú y yo, amigos.

Arturo López Levy

Para leer el texto de Eduardo Mesa: http://www.lacasacuba.com/2010/08/una-carta-una-respuesta-y-una.html