Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Venezuela, Chávez, Fidel Castro

Venezuela mon amour

El episodio de la enfermedad de Chávez y su posible relación con el proceder y las maquinaciones políticas de los gobernantes cubanos

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En Cuba, siendo un menor de edad, sufro la primera prisión política por mi participación como dirigente estudiantil en las células de acción y sabotaje del movimiento 26 de Julio. Al salir de la cárcel mis padres, alarmados por el incremento de la rebeldía nacional y las amenazas que vertían las autoridades policíacas al no haber podido encontrar las pruebas que necesitaban para mandarme al reformatorio de menores de Torrens, decidieron enviarme al exilio en Venezuela. Me imagino pensaron que la férrea dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez había logrado muy bien imponer el “orden y la tranquilidad” en esa nación y el inquieto adolescente se estaría tranquilo hasta que cambiara la situación cubana.

Pocos meses después de mi llegada a Caracas se produce el primer brote de rebeldía. En esa ocasión me causó un gran impacto presenciar que los primeros en oponerse a la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez fueron precisamente la Fuerza Aérea Venezolana atacando el Palacio de Miraflores y el edificio de la Seguridad Nacional al amanecer del primero de Enero de 1958.

El alzamiento fue sofocado por el dictador pero la semilla de la rebelión quedó sembrada por el ruido ensordecedor de los Camberras y el tableteo de ametralladoras de los Vampiros y los F-86 Sabres en picada sobre el palacio presidencial.

Aquella intentona despertó a las masas dormidas por años de tiranía y represión. Y yo en particular, al presenciar la aviación sacudiendo a los opresores, comprendí que la pequeña mecha del quemador revolucionario acababa de ser encendida nuevamente.

A los pocos días me uno a la Junta Patriótica, movimiento liderado por Fabricio Ojeda. Aquel movimiento sin ninguna afiliación a partidos políticos tradicionales ni grupos disidentes opositores, surgido de la iniciativa oportuna de alguien que valoró acertadamente el momento en que estaban creadas las condiciones objetivas para el cambio, logró en pocos días el poder de convocatoria que en años no pudieron tener los partidos tradicionales de Venezuela y sus líderes.

La organización de mítines relámpagos, acciones callejeras, publicación y distribución de panfletos y manifiestos, condujeron finalmente a la huelga general del 21 de enero, verdadero principio del fin de la dictadura.

Ese día a las nueve de la mañana en un enfrentamiento desigual con las fuerzas represivas junto a las Torres del Silencio soy herido a sedal en la barbilla y conducido inconsciente a los calabozos de la terrible Seguridad Nacional. La policía de Batista ni remotamente podía compararse al barbarismo de lo sufrido en los calabozos de la Seguridad Nacional.

Poco tiempo después de ser liberado, convencido de que las tiranías no son eternas y pueden ser derrocadas por un pueblo decidido a recobrar los derechos usurpados regreso clandestino a Cuba en el buque español Santiusti uniéndome al ejército rebelde contra la tiranía de Batista.

Recientemente se ha conocido que el presidente Hugo Chávez padece una grave enfermedad. He podido también leer y escuchar las miserias humanas de seres que ante tan doloroso acontecimiento festejan con alegría las desgracias ajenas.

Se puede tener todo el desacuerdo ideológico que se quiera con Hugo Chávez. Se puede calificar, como he escuchado muchas veces, de atorrante, intolerante y autoritario. O calificársele de sumiso seguidor de Fidel Castro a quien subsidia con centenares de millones de petrodólares. Se le puede señalar que endeuda cada día más a la nación venezolana con políticas económicas disparatadas, con desmesurada compra de armas que no sirven absolutamente para nada en el contexto de las condiciones tecnológicas en que se libran las guerras modernas. Pero nada puede justificar un sentimiento tan insano y un acto tan repugnante como el de festejar el sufrimiento y la muerte del prójimo por equivocado que esté. Y mucho menos siendo esa persona el presidente de un país elegido democráticamente por la mayoría del pueblo que representa.

No creo correcto opinar sobre la política interna de Venezuela. Tampoco me gusta dar criterios sin tener todos los elementos de juicio necesarios para poder hacerlo pero me han surgido interrogantes en todo este episodio relacionado con la operación de Chávez debido a la relación que directamente tiene con el proceder y las maquinaciones políticas de los gobernantes cubanos.

Lo primero que no entiendo es que Chávez no tenga una clínica presidencial en Caracas para él, su familia y los principales dirigentes de su gobierno.

El país que está manteniendo con la tubería de 100.000 barriles diarios de petróleo tiene por lo menos tres de estas clínicas: El CIMEQ, la clínica de Seguridad Personal y la del propio Palacio de la Revolución. Me cuesta mucho pensar que un mandatario que gasta 1.000 millones de dólares en la compra de 24 aviones Sukhoi-30, que no le sirven para nada en una guerra moderna, no pueda disponer del valor de 40 millones que cuesta uno solo de esos aparatos para construirse una clínica en el Palacio de Miraflores, o en sus cercanías, con todos los adelantos tecnológicos más avanzados al estilo de la mejor de las clínicas de los hermanos Mayo. Por lo tanto asumo que hace rato existe allí este tipo de instalación.

La segunda interrogante es: ¿Por qué Chávez tiene que viajar a La Habana y no a la inversa que hubiera sido La Habana la que enviara el mismo equipo médico completo que tuvo a su cargo la operación para realizarlo en Caracas? Hubiera estado cerca de sus familiares, en contacto con su gabinete, sus colaboradores y evitado innumerables especulaciones.

Conociendo bien las maquinaciones políticas que aprendimos del viejo lobo hoy en retiro, mi única respuesta posible a las dos interrogantes es muy diferente a las especulaciones que he leído de la mayoría de los analistas políticos, asegurando que todo el misterio y el secreto de la enfermedad de Chávez se debieron a no querer revelar que sufría de cáncer.

Yo creo todo lo contrario. No hay dudas de que Chávez fue intervenido quirúrgicamente en La Habana pero sí dudo que haya sido cáncer. Esa es la única explicación del porqué no se envía el equipo médico a Caracas. Porque allí sí se hubiera sabido que los resultados de los análisis al absceso extirpado arrojaban que no era canceroso, mientras que en La Habana no hay la más remota posibilidad de que eso se sepa nunca. Por lo tanto significa una carta de valor incalculable para las elecciones presidenciales que se avecinan en que ya se ve peligrar la presidencia de Chávez por la erosión creciente de su popularidad y el agotamiento de la sociedad venezolana que solo ve un agravamiento de sus niveles de vida.

Chávez regresa ahora como Ave de Fénix, desbordando humildad y dulzura, contando los infortunios de la vida en esta tierra, cuan frágiles somos los seres humanos y como se debe luchar contra los reveses. Le cuenta a su pueblo cuan benevolente y desinteresado ha sido su maestro y tutor Fidel Castro. Le da gracias a Dios por haberse salvado (nadie descarte que ni él mismo sepa que no tiene cáncer). Y con un dramatismo jamás visto en sus programas “Aló Presidente” virándose para el retrato de Bolívar, pronuncia las frases que lo mantendrán en la presidencia: “No solo lucharemos contra los elementos que se interpongan en nuestro camino, si ese terrible mal que es el cáncer se interpone para salvar a mi pueblo, lo derrotaremos también en nuestra invencible meta de construir el socialismo del siglo XXI”.

Allá en La Habana, sentadito en el butacón frente a su televisión por satélite, con el remoto temblándole en las manos “el retirado” se reirá como siempre de las predicciones de los expertos cubanólogos que nunca han podido batearle sus cambios bola y casi imperceptible se escucha también un leve susurro: “ Y eso que dicen que estoy senil” .


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