Economía cubana: expectativas y peligros

Oscar Espinosa Chepe

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A punto de cumplirse cincuenta años del triunfo de la Revolución y veinte del inicio de la más profunda crisis que haya padecido el país, el Período Especial, la economía cubana empeora, estrangulada por un sistema disfuncional y por la acumulación de graves problemas, potenciados ahora por una coyuntura internacional adversa y el azote de fenómenos naturales.

Los problemas no son sólo económicos. Con la continuada y profunda crisis económica, la sostenibilidad de toda la sociedad se derrumba, con efectos nocivos en los planos político, social, cultural, medioambiental y demográfico, y una incidencia muy negativa sobre el espíritu de la nación y la autoestima de los ciudadanos, provocando el extraordinario auge de la corrupción y otros males.

La degradación en esos aspectos no propiamente económicos, repercute de diversas formas en la esfera productiva y en los servicios, de manera que ha existido una perversa interacción. El resultado: una bancarrota generalizada. Si no se le pone coto mediante cambios radicales en el sistema —la fuente fundamental de los males—, podría conducir a explosiones sociales de imprevisibles consecuencias.

En 1959, se abrió una etapa de grandes esperanzas y confianza en las perspectivas futuras, y se materializaron avances en la seguridad social, la salud pública y la educación, basados en tradiciones creadas por generaciones anteriores y en las subvenciones masivas procedentes de la Unión Soviética y otros países “socialistas” de Europa del Este. A partir de 1989, con la pérdida de la ayuda, se abrió un proceso de involución generalizada. Lo cual ha evidenciado que la economía centralizada y el absoluto control totalitario son una barrera insuperable para el desarrollo del país.

Este sistema bloquea el potencial económico existente, y sin su remoción radical será imposible promover el progreso de la nación y hacer avanzar el nivel de vida de los cubanos. Incluso las cifras oficiales publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE)[1], con sus inconsistencias y carencias, prueban lo extremadamente difícil de la situación.

Después de veinte años de Período Especial se han recuperado, en términos globales, los niveles del Producto Interno Bruto (PIB) de 1989, aunque no con los delirantes crecimientos indicados oficialmente, basados en metodologías que confieren una preeminencia extraordinaria al sector servicios, mediante malabarismos rechazados por los organismos internacionales, en primer lugar, los de Naciones Unidas (CEPAL, PNUD entre otros), además de manipulaciones en los años tomados como base para el cálculo de los indicadores a precios constantes, con miras a dificultar comparaciones efectivas de la dinámica económica.

Posiblemente a partir de 2005, después de una minoración del 35 por ciento a inicios de los 90, se alcanzaron los niveles del PIB de 1989. Esto ocurrió como consecuencia de modestas medidas de apertura tomadas en respuesta a la crisis: la Ley de Inversión Extranjera, el desarrollo del turismo, licencias para el trabajo por cuenta propia, la reaparición del Mercado Libre Campesino, la legalización y venta en divisas en las tiendas estatales, y cierta flexibilización en la gestión de las empresas estatales.

Estas medidas de apertura se paralizaron en gran medida a partir de 2003, cuando la subvención venezolana propició la adopción de políticas recentralizadoras, que disminuyeron radicalmente las facultades de los directores de empresas; eliminaron categorías de trabajos por cuenta propia e incrementaron las prohibiciones sobre otras; se establecieron controles sobre las monedas extranjeras y, como medio de pago, en sustitución de las divisas extranjeras, se implantó el peso cubano convertible (CUC).

Además de la pequeña apertura descrita, contribuyeron también a la limitada recuperación los avances obtenidos en algunas ramas, gracias al importante papel desempeñado por la inversión extranjera, como el turismo —de 340.329 visitantes en 1990 pasó a 2,1 millones en 2007—, aunque sin altos beneficios, debido a la gran dependencia de la importación de insumos, dadas las limitaciones de la producción interna.

Hubo avances también en la extracción de petróleo y gas, llegándose a unos 4.000.000 de toneladas de petróleo equivalente en 2007, más del triple que en 1989. En el níquel, la fuerte participación de la Sheritt Internacional, empresa canadiense, con su aporte de instalaciones, financiamiento y tecnología, ha llevado al tope las capacidades instaladas, incluidas las plantas administradas por el gobierno cubano, para más de un 50 por ciento de crecimiento. Esto convirtió al níquel en el producto fundamental de exportación (58,2 por ciento del total): 2.100 millones de dólares en 2007.

La cooperación venezolana ha sido un elemento decisivo en la modesta recuperación económica: 92.000 barriles de petróleo diarios que se pagan, el 50 por ciento, en un plazo de 90 días, y el resto, con un término de amortización de veinticinco años al uno por ciento de interés, con un período de gracia de dos años. Por los altos precios del crudo, recientemente ha sido adoptado un mecanismo para el pago a 90 días en función de la cotización internacional del barril de petróleo. En contrapartida, Cuba está prestando asistencia técnica con médicos, enfermeras, personal paramédico, maestros y otros especialistas. Su monto ha sido determinante en el alza de la exportación de servicios en general: 8.500 millones de dólares en 2007. Y si esta cooperación finalizara, sería más desastroso para Cuba que la pérdida de las subvenciones soviéticas, a causa de las terribles condiciones actuales de la economía.

Aun cuando en 2007 se hubiera alcanzado el PIB de 1989, no ha terminado el Período Especial. Importantes sectores de la economía distan mucho de los niveles precrisis. Agricultura, caza, silvicultura y pesca están a un 35 por ciento del nivel de entonces, con caídas en la producción cañera de un 85 por ciento y de un 16 por ciento en la existencia de ganado vacuno. Este sector sólo generó el pasado año el 4,3 por ciento del PIB, un ridículo porcentaje que obliga a importar el 84 por ciento de los alimentos. Asimismo, el índice del volumen físico de la industria por el origen de la producción es de 40,2 por ciento con respecto a 1989. La industria azucarera alcanza sólo el 15,3 por ciento; los productos de la refinación del petróleo, el 26,4 por ciento; los productos textiles, el 6,8 por ciento; prendas de vestir, el 20,6 por ciento; la fabricación de papel y productos de papel, el 5,6 por ciento. Son ejemplos del desastroso estado de la industria.

A pesar de cierta mejoría en el sector transportes por la importación de equipamiento chino, las empresas estatales especializadas transportaron 1.600 millones de pasajeros en 2007, frente a 2.700 millones en 1990.

A este cuadro desolador no escapan la educación, la salud pública y la seguridad social. En la educación, además de la falta de recursos y la pérdida de medios e instalaciones, se ha acelerado el éxodo del personal docente calificado, sustituido por profesores emergentes, jóvenes preparados en pocos meses. Como consecuencia, hasta la ministra de Educación ha tenido que reconocer el descenso en la calidad de la instrucción.

Además de la carencia de recursos y medicamentos, y el deterioro de las instalaciones, la salud pública se ha agravado por la exportación masiva de médicos, enfermeras y personal paramédico, fundamentalmente a Venezuela, lo que ofrece algún financiamiento a la economía, al carecer el país de otros productos exportables tras el hundimiento de la industria azucarera.

La situación de la Seguridad Social es peor. Más del 50 por ciento del millón y medio de jubilados recibe una pensión de 200 pesos mensuales, equivalentes a US$10, mientras el Estado vende a ocho dólares el kilogramo de leche en polvo, y la gasolina de 94 octanos a US$1,87 el litro. Aunque las estadísticas del Gobierno arrojan un 1,8 por ciento de desempleo de la población económicamente activa, la prensa oficial ha publicado estudios que reflejan altísimas tasas de desempleo juvenil en distintas provincias, con datos que confirman la apreciación generalizada —basta un recorrido por cualquier pueblo cubano— de la gran cantidad de personas en edad laboral que deambulan por calles y plazas en horario de trabajo. Al cierre de 2007, el salario promedio mensual era de 408 pesos, unos veinte dólares. Especialistas oficiales han calculado que, producto de la inflación, en 2006 el salario real mensual (en pesos cubanos de 1989) fue de 45 pesos, una reducción de un 76 por ciento respecto a 1989.

La propaganda del Gobierno pondera la subvención a los precios de la canasta básica de alimentos vendida mediante el racionamiento —que hoy sólo satisface menos del 50 por ciento de las necesidades mínimas de una persona—, pero no reconoce la subvención del Estado por los trabajadores, quienes cobran salarios muy por debajo de los niveles internacionales. Lo cual se ve agravado por el actual proceso inflacionario, con elevaciones muy significativas de los precios de la leche, alimentos, jabón, aceite, transporte y combustible.

La productividad del trabajo y su relación con el salario medio muestra también tendencias preocupantes. Tomando como base el año 2000, la productividad creció hasta fines del 2007 un 39,5 por ciento —calculado sobre un PIB oficial sobreestimado— mientras que el salario medio mensual lo hizo en un 71 por ciento. Por concepto de salario, el costo de producción por unidad del PIB creció más del veinte por ciento, lo que aumentaría con un PIB real.

En 2007, por cada dólar exportado se importaron 2,72, a pesar del precio excepcionalmente alto del níquel en el mercado internacional, para un déficit de 6.400 millones —casi el doble del total de las exportaciones—. Algo insostenible si no fuera por las ventajosas “relaciones” comerciales con Venezuela.

Pero el problema más grave es la continua desvalorización del capital humano y material. La infraestructura se destruye —calles, viviendas, parques, instalaciones deportivas, hospitales, carreteras— sin la debida reposición ni aumento del patrimonio. El parque industrial desaparece o se hace obsoleto. Otra parte continúa funcionando con muchas dificultades por el envejecimiento, la carencia de mantenimiento y la obsolescencia tecnológica.

El transporte está constituido, en gran parte, por equipos retirados del servicio en otros países. Sobrecargados, transitando sobre vías destruidas, y con deficiente mantenimiento, desaparecen con rapidez. En muchas ciudades del interior, los medios automotores han sido sustituidos por vehículos de tracción animal, con los consiguientes riesgos epidemiológicos.

Consecuencia de la descapitalización generalizada es la pérdida, durante el proceso de transmisión y distribución a través de líneas, subestaciones, postes y otros elementos en precario estado, del 16-17 por ciento de la electricidad generada; la pérdida en trayecto del 60 por ciento del agua bombeada para el consumo. Otra consecuencia es que, según datos oficiales, el 43 por ciento del fondo habitacional está en malas o regulares condiciones; que la velocidad promedio de los trenes no rebasa los 42 kilómetros por hora; que el alcantarillado sea disfuncional, y que los deficientes equipamientos no garanticen otros servicios básicos.

Las cifras macroeconómicas confirman estas apreciaciones. Las tasas de formación bruta de capital fijo en porcentajes del PIB en los últimos dieciocho años no han rebasado el doce por ciento, cuando en 1989 fue del veinticinco. En estos años, Cuba ha tenido la tasa más baja de Latinoamérica: menos de la mitad de las tasas de los países más avanzados —Chile, Costa Rica, México, Argentina y Brasil—. Lo que se traduce en falta de crecimiento económico, pobre eficiencia productiva y baja competitividad.

La llegada al poder de Raúl Castro. Expectativas

A finales de julio de 2006, el General Raúl Castro recibió una sociedad en absoluta crisis y, considerando su pragmatismo, su propensión al trabajo colegiado y sus dotes organizativas, algunos analistas vaticinaron una etapa de transformaciones económicas. Dada su menor estatura política en relación con Fidel Castro, para poder gobernar necesitaría elevar el desastroso nivel de vida de la población, algo imposible sin la liberación del potencial económico del país, sólo alcanzable con reformas radicales liberadoras de las fuerzas productivas,. Sus discursos —como el de 26 de julio de 2007, crítico y realista—, así como sus anuncios sobre posibles cambios estructurales y de conceptos, incrementaron las ilusiones. En las discusiones posteriores de ese discurso en los órganos del Partido y centros de trabajo se recogieron miles de criterios favorables a los cambios.

Sin ser un demócrata, Raúl Castro inició una etapa de cierto sosiego —menos actos políticos, descenso de la propaganda asfixiante en los medios de difusión—. La programación de los medios, tradicionalmente supeditados a discursos y otros adoctrinamientos, empezó a respetarse más. En sus escasas y breves intervenciones públicas, Raúl sugirió el posible mejoramiento de relaciones con la próxima Administración norteamericana, criterio inmediatamente rechazado por Fidel Castro en sus “Reflexiones”.

La represión contra la oposición ha continuado, aunque con métodos más sutiles, para dar una imagen internacional distinta. Se han firmado los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aunque se desconoce si la Asamblea Nacional del Poder Popular los ratificará. De los 75 prisioneros de conciencia de marzo de 2003, 55 continúan en cárceles infrahumanas, junto a otros prisioneros políticos pacíficos. Su liberación es condición necesaria para el mejoramiento de relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea. Desde que Raúl Castro y la prensa oficial han reconocido problemas que fueron denunciados durante años por la disidencia, su encarcelamiento se ha hecho más absurdo.

El 24 de febrero de 2008, Raúl Castro fue designado presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Prometió cambios y terminar con prohibiciones absurdas. A finales de abril, empezaron las ventas de computadoras, teléfonos móviles, electrodomésticos y motocicletas, y se permitió a los cubanos alojarse en los hoteles destinados al turismo, todo ello pagado en CUC. Aumentaron las ilusiones —junto con la entrega de tierras a los campesinos, la perspectiva de modificación de los procedimientos para viajar, y la autorización de compra-venta de automóviles, casas y otros bienes— de que sería el inicio de un proceso liberalizador, y algunos hasta llegaron a vaticinar la eliminación de la doble circulación monetaria que tanto daña a toda la economía y la sociedad, y que tanto irrita a los cubanos.

Semanas después, los cambios se paralizaron y la prensa oficial atenuó sus comentarios sobre las reformas. Se redobló la persecución de las personas vinculadas a la economía informal que, obligadas por las circunstancias, actúan al margen de la ley. Se puso en vigor una fuerte campaña contra las “indisciplinas sociales”, alimentadas por la falta de esperanza de la población (en particular, los jóvenes) en el futuro.

Resulta inaceptable el apedreamiento de ómnibus, la destrucción de teléfonos públicos, el robo de las estructuras y los cables de las torres de alta tensión, el crecimiento desmesurado de las acciones ilícitas y la corrupción. Pero esta cuasi-anarquía es el síntoma de una sociedad en descomposición. Lo óptimo sería que todo el mundo trabajara legalmente, pero el Estado totalitario, empeñado en controlar hasta el último resquicio de la sociedad, no lo permite. La única solución es crear un marco legal a la economía sumergida. Que esos trabajadores obtengan beneficios, ofrezcan bienes y tributen al presupuesto nacional.

La paralización de los cambios culminó el 26 de julio pasado. Raúl Castro expuso ideas y terminología tradicionales y, en lugar de cambios, anunció dificultades y carencias. Eliminó el anterior mensaje constructivo hacia la futura Administración norteamericana, contra las señales positivas que meses antes había enviado el candidato Barack Obama —sobre la eventual eliminación de las restricciones de viajes y remesas impuestas a los cubanoamericanos, sobre una diplomacia constructiva y posibles conversaciones de alto nivel sin condicionamientos previos—. Este cambio de mansaje de Raúl Castro podría deberse a presiones del sector inmovilista, o a una participación más activa de Fidel Castro en la toma de decisiones.

A finales de abril, el pleno del Partido Comunista modificó la estructura de dirección y convocó un próximo congreso para finales de 2009. Este crucial acontecimiento ha tenido en los medios oficiales una difusión mínima, y Fidel Castro, primer secretario aún, no ha dedicado al tema ninguna de sus “Reflexiones”.

En junio, durante una reunión de la Asamblea Nacional, se anunció la modificación radical del Sistema de Seguridad Social, posponiendo la edad de retiro de las mujeres a 60 años y a 65 para los hombres. Para obtener la jubilación se necesitarán 30 años trabajados, cinco más que antes, y los trabajadores tendrán que contribuir con parte de su salario al financiamiento de la Seguridad Social. La justificación para esta medida, que se presentará en los centros de trabajo para convertirse en ley en diciembre, es la reducción en un 70 por ciento de la tasa de fecundidad (hasta 1,43 hijos por mujer) y de la tasa de reproducción (hasta 0,69 hembras por mujer), insuficientes para el aumento poblacional. Se alega, además, que se ha incrementado la esperanza de vida al nacer hasta 77,2 años, con un constante envejecimiento poblacional —actualmente, el 16,6 por ciento de la población es mayor de 60 años, cifra que aumentará hasta el 26,1 por ciento en 2025—. Lo cual indica el rechazo de las familias a reproducirse en un entorno de calamidades exento de futuro. Al empeoramiento de la situación demográfica, debe añadirse un elemento soslayado por las autoridades: el éxodo en busca de oportunidades. En el período 2000-2007, el saldo migratorio externo fue, según datos oficiales, superior a 250.000 personas, con amplia participación de jóvenes, cifra que podría ser muy superior en el futuro, de continuar el deterioro del nivel de vida.

En junio de 2008, fue promulgado el Decreto-Ley 259 sobre la entrega de tierras ociosas en usufructo a campesinos individuales, por diez años, prorrogable por el mismo período, y por veinticinco años, a personas jurídicas, igualmente prorrogable. Esos plazos demuestran la prioridad dada a estos últimos, fundamentalmente granjas estatales o semiestatales, Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), y Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), a pesar de ser las responsables de las ineficiencias y de que más del 50 por ciento de las tierras cultivables estén ociosas. A lo anterior se añaden en el Decreto-Ley numerosas limitaciones, en particular, las facultades conferidas al Estado para cancelar el usufructo. Se reiteran las viejas regulaciones sobre la obligatoriedad de realizar los cultivos que demande el Estado, sin conceder libertad a los productores para vender sus cosechas. No se establecen posibilidades de créditos y otras formas de financiamiento, ni están bien definidas las vías para el aseguramiento de los insumos y otros recursos. Al obviar la entrega de la tierra en propiedad, se deja mucho margen al control del sector agropecuario por el Estado, lo cual podría limitar considerablemente la producción de alimentos.

Perspectivas

El futuro de la economía cubana es incierto; podría incluso empeorar. Raúl Castro ya anunció malas noticias en perspectiva. A esto se suman los destrozos ocasionados por dos huracanes en septiembre y el incremento de los precios de los alimentos en el mercado mundial. En 2008, Cuba deberá sufragar por ese concepto más de 2.000 millones de dólares. La cotización del petróleo es muy elevada, mientras que el precio del níquel —58 por ciento de las exportaciones cubanas en 2007— ha caído considerablemente. El turismo y las remesas del exterior podrían afectarse seriamente debido a la crisis internacional que afecta a países emisores de visitantes y a la sensible ralentización de la economía estadounidense. Por otra parte, el sustento de Venezuela podría tornarse inestable en un año electoral, cuando el presidente Chávez podría tener serios escollos internos. Existen ya indicios de que la capacidad de pago cubana tiene grandes dificultades, al extremo de que entidades aseguradoras de crédito en países como Japón han decidido cancelar sus operaciones con Cuba. La deuda exterior era de 15.400 millones de dólares a fines de 2006, y la Oficina Nacional de Estadística no ha publicado los datos de 2007. Posiblemente, ello responde a un notable crecimiento de la deuda.

La economía está en condiciones muy difíciles, a lo cual se añade el agravamiento de la situación política provocada por tantos años de penurias. El estado de ánimo se ha vuelto más desfavorable al Gobierno, debido a la frustración de las esperanzas de cambios generadas por el general Raúl Castro. Hoy es más evidente que sólo existen dos opciones: el inicio gradual de cambios radicales que saquen al país de la crisis y propulsen un paulatino avance social, o el inmovilismo que lleve a una desesperación aun mayor y provoque el caos.

Cuba tiene un importante potencial económico que podría explotarse en beneficio de todos. Posee una población económicamente activa relativamente instruida —64,7 por ciento tiene educación superior o media-superior—. Con alicientes adecuados, sería altamente eficiente. A esto se agrega una exitosa y sólida comunidad cubana en el exterior, con conocimientos, recursos financieros y tecnológicos, y la experiencia acumulada durante largas estancias en países democráticos. Una comunidad lista para participar en la reconstrucción nacional, si se crearan condiciones aceptables.

Con su excelente ubicación geográfica, cerca de América Latina y a pocas millas del mercado más rico y poderoso del mundo, el país posee áreas de desarrollo con magníficas perspectivas, que serían mayores de superarse la carencia energética, gracias a la explotación de yacimientos de petróleo y gas —producción que abasteció el 50 por ciento del consumo nacional en 2007, y que podría incrementarse con las prospecciones en el Golfo de México.

El turismo ofrece ventajas significativas por la cercanía a Norteamérica y las relaciones ya establecidas con el mercado europeo. Esta actividad crea un efecto multiplicador sobre la economía, al demandar gran variedad de productos y servicios.

La producción de níquel y cobalto puede seguir desarrollándose, con el objetivo de utilizar esos metales para la elaboración de aceros especiales en aleación con la reserva ferrosa existente.

La industria azucarera deberá priorizarse. Incapaz de producir hoy suficiente azúcar para satisfacer las necesidades nacionales y cumplir algunos compromisos de exportación, podría reconstruirse para elaborar subproductos —etanol, materiales de construcción, alimento animal, productos químicos— y promover la cogeneración de energía eléctrica para el sistema nacional.

La ganadería, en especial la vacuna, podría recuperarse para que ocupe el sólido lugar que tuvo en la economía cubana, y la producción tabacalera, con las ricas tradiciones heredadas, deberá seguir como baluarte importante.

La proximidad a Estados Unidos provee condiciones favorables para la promoción de la cooperación industrial e inversiones en áreas como la informática, y en el desarrollo de proyectos que aprovechen la calificación existente.

Los avances en la salud podrán continuar su contribución económica mediante el envío de profesionales calificados a otros países, pero sobre nuevas premisas, para que, sin perder raíces humanistas, sea fuente de recursos sobre la base de la voluntariedad y el provecho propio de las personas involucradas. Y deberá alentarse la producción de medicamentos para satisfacer las necesidades internas y crear excedentes exportables.

Este resumen de las potencialidades y ventajas comparativas de la economía cubana no intenta agotar las posibilidades. Caben aquí también la industria del entretenimiento, particularmente la música, la danza y otras manifestaciones artísticas, así como el deporte. Actividades que, despojadas de asfixiantes dogmas, podrían captar divisas y ser fuentes de empleo, e instrumentos para la superación de la ciudadanía.

Existen muchas opciones, pero es determinante el cese del bloqueo actual de las fuerzas productivas por un sistema que ha resultado una camisa de fuerza para las energías creadoras del pueblo cubano. Urge el establecimiento de un programa integral de reformas, preferiblemente graduales, para evitar políticas dolorosas que pudieran desencadenar la desestabilización social. En primer lugar, resulta urgente la reestructuración agraria para la explotación racional de la tierra cultivable. Debe permitirse sin dilación el trabajo por cuenta propia y la creación de pequeñas y medianas empresas.

En una etapa inicial, estas medidas podrían impulsar la economía creando empleo eficiente, riquezas y otorgando flexibilidad a la estructura productiva, haciéndola más sensible a los cambios del mercado en un mundo competitivo y dinámico. Deberán desaparecer los prejuicios actuales hacia la inversión extranjera, pues Cuba carece del capital necesario, tecnología y acceso a los mercados.

La propiedad privada, el mercado y una sana competencia son herramientas indispensables para las transformaciones requeridas por la sociedad cubana. Sin embargo, sería ingenuo suponer que el mercado, sin la participación consciente de una sociedad democrática, resolverá automáticamente los problemas. Urgen los cambios radicales y el trabajo mancomunado de todos los cubanos, sin ataduras absurdas ni discriminaciones políticas.

[1] En este trabajo se han empleado las siguientes fuentes: Anuarios de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba (ONE). Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, CEPAL, 2007. Informe sobre Desarrollo Humano; PNUD, 2007-2008. Cuba, country report, 2008-2009; de The Economist Intelligence Unit. Mesa-Lago, Carmelo; “El envejecimiento de la población y la carga creciente de las pensiones de Seguridad Social en Cuba”; en Revista Nueva Sociedad; julio-agosto, 2008. Mesa-Lago, Carmelo; The Cuban Economy in 2006-2007. Fidel´s Legacy and Raul´s Policies; Paper presented at the XVII Annual Meetings of ASCE, 2007. Vidal, Alejandro Pavel; “La inflación y el salario real”; en Economic Press Service IPS, marzo 15, 2007. Espinosa Chepe, Oscar; “¿Amanecer cubano?”; en El País; abril 16, 2008. Espinosa Chepe, Oscar; Cuba bajo el signo de la incertidumbre; Ponencia a la Conferencia de la Solidaridad de Trabajadores Cubanos (STC), agosto, 2008. Espinosa Chepe, Oscar; “Cuba, seguridad social insegura”; en El Nuevo Herald; agosto 22, 2008. Espinosa Chepe, Oscar; “Cuba y las elecciones en Estados Unidos”; en El País; septiembre 4, 2008.

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