La anunciación

Poesía

Damaris Calderón

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La vi en la máquina de coser
en la cara deforme de las vecinas
La trajo el vendedor de pan de periódicos
La vi jugando béisbol
(en pelotas).
Me acorraló
Me abrió en dos el pecho
Me raspó con espátula.
Después ya no vi más.
La tuberculosis tiene cara beata.
Y las beatas,
de niñas muertas.
Es ese alcohol de alucinación amarilla
del mediodía en los campos pobres de Cuba.
(Mantener las rodillas fuertes
para interminables vagabundeos.
Conseguir el color hueso de mis huesos).
Un lobo hambriento y solitario.
Un lobo hambriento y solitario
pinta
en la alucinación amarilla
del mediodía de los campos de Cuba
(donde todo desaparece)
su propia sombra.
Mi propia sombra tiene piernas largas
salta el corral
se emborracha
se extiende como una sábana
donde recojo la luz.
Miren el blanco rasguñado.
El trapo nacional.
El sudario.
Mírenla bien.
Una mortaja no es otra
cosa que un trapo
con pretensiones
solemnes.
Sólo he pintado mortajas.
El blanco rasguñado.
El trapo nacional.
El sudario.
¿Pero qué esconde
el bodegón sin frutas
la alucinación amarilla
el mediodía pobre en los campos de Arles
de Cuba?
¿un esputo?
¿una oreja tuberculosa?
¿Dos peces muertos o dos peces vivos,
moviendo las branquias,
haciendo lo suyo,
por respirar?
Sáquense los ojos.
Vengan a ver.
Y entonces vi lo que no habría querido
pero una no elige.
Los cuerpos rojos
los cuerpos azules los cuerpos larvas
los cuerpos-no cuerpos
la procesión
el dueño de los caballitos
el residuo
el desecho
el Cristo saliendo de Juanelo
en la luz negrísima
del trópico.
Los cuerpos se ponen a secar
los brazos se clavan en cruz
la cruz se convierte en hoz
ciega
siega.
La crucifixión amarilla
en el mediodía del sol de la tarde
en los amaneceres de Cuba.
El sembrador
el recolector de semillas
el segador
el verdugo de turno.
La cruz la hoz
hogaza de pan
mendrugo.
Ahí los hombres
los campos de cultivo
las extensiones infinitas
de los brazos y las paralelas.
Todo en un mismo haz apretado.
Los cuerpos se secan
los brazos vuelan y se clavan.
La hoz siega
ciega
en el mediodía del sol de la tarde
los pobres campos de Cuba.
La crucifixión amarilla.

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