Viernes, 30 noviembre 2001 Año II. Edición 247 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La tercera erre

La Ley de Desajuste del régimen castrista ha provocado la regata más larga del mundo.
por LUIS MANUEL GARCíA Parte 2 / 2

¿Por qué las autoridades de la Isla se consideran propietarias de sus profesionales, educados gracias a la aportación de sus padres, cuyos salarios irrisorios conceden al Estado una plusvalía más onerosa que cualquier impuesto? ¿Y por qué el señor Castro es propietario de los niños cubanos, decidiendo si pueden o no emigrar con sus padres, reteniéndolos incluso cuando éstos huyen sin permiso y castigando en los niños (cuya inocencia defiende con fervor), el "pecado" libertario de sus mayores?

Evidentemente, son muchas las preguntas que el régimen ha olvidado formular. Y la respuesta es siempre política: huir es un delito ideológico. Por eso durante años se prohibió a todo habitante de la Isla el contacto con el "enemigo", así fuera su padre o su hijo. La familia política debía sustituir a la familia de la sangre. Pero casi siempre se demuestra que una suegra no es precisamente una madre.

Si la Ley de Ajuste fuera la culpable del éxodo ilegal, éste se habría comportado del mismo modo desde 1966. Pero sabemos que tras una corta fase inicial donde el exilio estuvo integrado por personas vinculadas al régimen anterior, y grandes empresarios expropiados, emigró durante los sesenta y setenta una vasta clase media: miles por el Puerto de Camarioca, 300 000 a través de los llamados "vuelos de la libertad", entre 1965 y 1973. En todos esos casos, el presunto emigrante necesitaba contar con un familiar que lo reclamase. En caso contrario, podía ir armando su balsa. Sabemos que tras las visitas familiares que empezaron a producirse a fines de los setenta, se derrumbó el mito propagandístico que pintaba a los exiliados como los sirvientes pobres del "amo yanqui", lo que sumado a la felicidad siempre futurible que prometía la revolución (a esas alturas ya no revolucionaba nada), condujo al Mariel. También sabemos que durante la relativa bonanza de los ochenta y con la misma Ley de Ajuste, disminuyó el éxodo. Para multiplicarse con el derrumbe de los noventa, que instauró la Era de las Tres Erres: "Resistir, Robar o Remar".

Del otro bando, han sido proverbiales las limitaciones impuestas por la Oficina de Intereses norteamericana en Cuba para conceder visados. Y comprendo que cada país establece las normas que entienda para el ingreso a su territorio. No obstante, el mismo ciudadano al que se considera inapropiado, se vuelve admisible si logra sortear el Estrecho sobre una tabla de wind surf, jugándose la piel (y el resto de su anatomía) y pisar tierra. Si no lo consigue, se convierte en "mártir de la libertad" o "escoria apátrida", según el bando. Aunque de un tiempo a esta parte, La Habana ha descubierto que esos cadáveres también son reciclables para la causa, declarándolos víctimas del imperialismo, nunca del socialismo. Una suerte de imbéciles obnubilados por la película del sábado; aunque ello resulte sorpresivo en el país que se declara "el más culto del mundo" (FC verbigracia), y donde hasta las prostitutas han pasado de ser invisibles a ser catedráticas.

En cualquier caso, las víctimas de esta macabra regata son el saldo de la desesperación, el tributo a la esperanza. Sus compatriotas lamentan esas muertes. Sus familiares no se recuperarán nunca de su ausencia, tras haberlos llorado frente a un retrato, sin cadáver y sin flores. Para los espurios intereses de uno y otro lado, son apenas fragmentos de estadística política.

Faltan aún por presenciar muchos naufragios antes que concluya la regata más trágica y larga de la historia. Quienes no pueden o no quieren robar, quienes han agotado la condena a resistir por decreto, seguirán optando por la tercera erre.

Es muy generoso el señor Castro al lamentar las muertes de los náufragos. Si no se fuera tan suspicaz, al considerar interesada su exhortación a derogar la Ley de Ajuste, si se pudiera creer su reciente vocación humanitaria, sería encomiable. Y si no se recordara que él también tiene su Ley de Ajuste no escrita, otorgando asilo confortable a terroristas etarras, irlandeses, colombianos, guerrilleros en paro, perseguidos por sus truculentas acciones en las cuatro esquinas del mundo. Claro que no está en sus manos derogar una ley norteamericana. Lo que sí podría hacer, para evitar el naufragio de los balseros y el naufragio final de la nación, es derogar su Ley de Desajuste, siete años más antigua que la otra, y que ha cobrado muchísimas más vidas.

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