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Varela, Catolicismo, Religión

El Padre Félix Varela y la ausencia de Dios

El ocultamiento de la fe religiosa, específicamente la católica, no es nada nuevo bajo el sol

No pretende este articulo ser un ensayo teológico, una epístola estilo obispal o una narración histórica, géneros y profundidades para las cuales el autor no está preparado. Pero con frecuencia sucede a los escritores que sus caminos se tuercen hacia veredas insospechadas cuando ciertas fibras de su sensibilidad son tocadas por la desidia, la mentira, el ocultamiento criminal.

Eso ha sucedido en la Isla el pasado 25-26 de febrero conmemorando un aniversario más de la muerte del presbítero Félix Varela y Morales. En el Órgano Oficial, con sospechosa fruición, se han publicado al menos tres trabajos haciendo referencia al Padre Fundador, el sacerdote que nos “enseñó a pensar”. No sin causalidad y para indignación de los que si respetamos la historia patria, en cada trabajo se omite la inspiración cristiana del Padre Varela.

Es triste saber que el autor de tales artículos conoce a profundidad la vida y obra del Padre. Tuve la dicha de compartir con él algunos encuentros de “frontera” entre la vida secular y la laical, donde fue invitado por la Iglesia católica cubana dado su innegable conocimiento de historia cubana. Hoy dirige una institución erigida en tiempos de la primera república, a la que también ha dedicado libros y ensayos. Y me entristece leerlo ahora, del mismo modo que cada domingo leo a una profesora, ex decana universitaria, mujer culta y de ralea, quien parece escribir modo barricada como si estuviéramos en la década de los sesenta.

¿Cómo es posible que hombres y mujeres que conocen la verdad puedan dejarse torcer la pluma de esa manera? ¿Cómo una persona en edad de jubilación y con un prestigio sobrado, escribe con tantas faltas éticas, a sabiendas que es imposible hablar del Padre Varela patriota sin mencionar su fe católica, reafirmada en el lecho de muerte? ¿Por qué la Involución comunista se adueña de un legado que, por filosofía y moral, no le corresponde? ¿Qué tiene que ver el Padre Feliz Varela, hombre libertario, demócrata, creyente en Jesucristo hasta la médula, con un régimen materialista, tan o más despótico que la metrópoli colonial, un totalitarismo ideológicamente xenófobo?

Es necesario hacer una salvedad; como diría San Agustín: “Misericordioso con el pecador, inclemente con el pecado”. Ni el profesor en sus miedos justificables ni los obreros de la rotativa cargan toda la responsabilidad del ocultamiento. Unos y otros son eslabones de un engranaje dictatorial cuya función, como los cilindros de la imprenta, es aplastar todo discurso alternativo o disidente de la línea del Partido Comunista. Y ese proceder en la Cuba de hoy, tan fracasada en lo económico, lo político y lo social como en lo cultural, es comprensible.

Tal vez quienes dirigen el llamado Departamento Ideológico, muy parecido al Ministerio de Propaganda del Tercer Reich, son los primeros en desconocer la imposibilidad de hablar de un Padre Félix Varela patriota y no obviar los valores del evangelio, enseñados desde muy temprano por sus tías y abuelo. O la tremenda ascendencia que sobre el adolescente Varela tuvo el Padre O'Reilly, en San Agustín de la Florida. Es precisamente la fe cristiana la que inspiró a otro fundador, el Padre Hidalgo en México, quien encendió la llama de independencia en la nación azteca. Los mexicanos han respetado —y reverenciado— las creencias que acunaron las ansias libertarias de ese país.

La ausencia de Dios en la Involución cubana es parte de su mediocre legado. Siempre fue así, solo que ahora la llamada Continuidad ha hecho más evidente que al silenciar lo religioso de los hombres y la historia cubana se quedan sin discurso creíble. No es posible contar 500 años de historia y cultura disecando a punta de bisturí ideológico aquello que estorba en la narrativa milenarista del Castrismo. Ellos se autocalifican el Alfa y el Omega de la patria. Pero la evidencia es testadura y respondona: el Continuismo es, primeramente, una ausencia de valores éticos y estéticos propios, originales. Por tal motivo el régimen continuista se expresa, culturalmente, como una repetición desleída: la Nada y la Náusea.

El ocultamiento de la fe religiosa, específicamente la católica, y sustituir a Dios por el Máximo Líder, a los obispos por secretarios del Partido, al Órgano Oficial por la misa dominical, y a los discursos del Difunto por las revelaciones divinas bíblicas no es nada nuevo bajo el sol. Lo hizo la Revolución francesa, y terminó en una carnicería que devoró a sus hijos; lo hizo la Revolución rusa y causó hambre y muerte; lo hizo en parte la Revolución mexicana y cada líder fue asesinado con alevosía y premeditación. En todos estos casos, como sucede desde los tiempos del Génesis, la tentación de comer del Árbol del Bien y el Mal, y jugar a ser como Dios lleva los hombres a su autodestrucción.

De regreso al Padre Félix Varela, y el escamoteo de su fe católica, es necesario decir que sin ella el presbítero jamás hubiera podido ser nuestro renacentista insular: el científico, músico —excelente violinista—, escritor, profesor y político. La catedra que ejercía en el Seminario de San Carlos estaba reservada, por supuesto, para hombres de fe; gracias a ella formó la primera generación de grandes pensadores cubanos quienes, en una segunda ola, formarían al maestro Rafael María de Mendive, el cual con una de las bibliotecas mejor apertrechadas de La Habana, acogería a un adolescente llamado José Martí como miembro de su propia familia. Y aunque Martí no fue católico por la relación clero-gobierno entre otras razones, el cubano más universal siempre tuvo al Padre Varela como una de sus mayores inspiraciones y a la fe cristiana, que no compartía plenamente, como algo necesario para la paz y la estabilidad de los pueblos.

La Involución debe a los cubanos todos, y al Padre Varela en especial, publicar las “Cartas a Elpidio” el libro donde el presbítero condena, precisamente, la impiedad. Para el Padre la caridad, el amor, era imposible sin Dios. Por cierto, Elpidio proviene del griego, Elpos, y quiere decir esperanza. El régimen también debe explicar que la niñez y la muerte del Padre suceden aquí, en la Florida, y que en la catedral de San Agustín hay una estatua de nuestro Padre Fundador. La Involución cubana debe decir que a quien llama Félix Varela a secas, por poco llega a ser obispo auxiliar de Nueva York por sus conocimientos teológicos y entrega absoluta a la Diócesis y sus necesidades. Desde su hacer sacerdotal ayudó a los inmigrantes irlandeses en su inserción a una sociedad protestante y xenófoba, creando escuelas v talleres. La Involución debe a los cubanos explicar el proceso de canonización abierto en la Santa Sede para el Padre, algo de lo cual deberíamos estar todos orgullosos y que ellos ni siquiera mencionan. No estaría de más, tampoco, explicar por qué la Orden Félix Varela se otorga al mundo de la cultura, y no al de la defensa de los derechos humanos y la libertad de conciencia, sin duda un aporte tan importante como sus ideas independentistas.

Me gustaría terminar, precisamente, con una frase de las Cartas a Elpidio, proféticas, y que revelan que si el Padre Félix Varela estuviera vivo, tal vez hubiera combatido a quienes desde la impiedad y la mentira desgobiernan, y en tiempos de la Colonia, hubiera tenido que exilarse, como José martí, para salvar su honra y su vida:

“Medita, Elpidio, sobre las doctrinas destructoras de la libertad humana, examina su origen, y veras que solo tuvieron por autores, y solo tiene por partidarios, a los impíos, que no pudiendo superar sus pasiones se declararon esclavos de ellas.”

© cubaencuentro

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