El padre Miguel Ángel Loredo, considerado un símbolo del presidio político cubano, murió a las 5:40 p.m. en el Hospital y Centro de Rehabilitación Bon Secours de St. Petersburg según información que publica el sitio Café Fuerte.

El sacerdote franciscano permaneció ingresado por varias semanas en dicho centro y su estado se agravó como consecuencias de complicaciones renales y cardiovasculares. Había pedido, 17 días atrás, que se le suprimiera la diálisis y se preparó conscientemente para recibir la muerte.

“Con él desaparece un testimonio viviente del enfrentamiento de la Iglesia Católica con el régimen de Fidel Castro, un promotor incansable de las libertades democráticas en la Isla y un pilar espiritual de la comunidad cubana en el exilio”, añade la información.

El sitio web reproduce las palabras de Abel Nieves Morales, quien compartió años con Loredo en varias prisiones cubanas: “Fue un hombre muy valiente, firme en sus principios y en su fe, que no dejó nunca de levantar su voz para denunciar los horrores que vivió en carne propia en las cárceles de Cuba. Todos sus compañeros del presidio político lo vamos a necesitar y extrañar mucho”.

Según el testimonio de Nieves, en una de sus recientes visitas al sacerdote lo escuchó confesar que se apoyaría en su fuerza interior para despedirse, uno a uno, de sus entrañables compañeros de presidio, que fueron “mi vida, mi amor y mi alma”.

Ambos se encontraron en el exilio en los años 80, reanudaron esfuerzos y esperanzas por la democratización de Cuba, y viajaron a foros internacionales para denunciar los abusos y las condiciones infrahumanas en el sistema carcelario cubano.

Loredo fue encarcelado en abril de 1966, acusado de dar albergue en la Iglesia de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, al autor de un intento de secuestro de un avión de Cubana de Aviación, durante el cual murió el piloto. También se le acusó de esconder armas. Condenado a 15 años, sufrió el rigor de golpizas, vejaciones y trabajos forzados en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y El Príncipe

A partir de 1984, Loredo radicó por largas temporadas en Puerto Rico, Nueva York e Italia dedicado a su obra pastoral y a denunciar las violaciones contra los derechos humanos en Cuba.

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