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Actualizado: 15/05/2024 1:03

CON OJOS DE LECTOR

Debatir, que es costumbre sana

Se recogen en un libro doce de las mesas redondas que la revista 'Temas' auspicia el último jueves de cada mes.

Desde que empezó a circular en 1995, la revista Temas ha estimulado de manera sistemática la reflexión y el debate sobre los asuntos que corresponden a su perfil editorial, esto es, "los problemas de la cultura, la ideología y la sociedad". Uno de los vehículos utilizados para propiciar la discusión ha sido la sección fija Controversias, que consiste en mesas redondas organizadas por los editores alrededor de una temática determinada. Entre otras, puedo citar por haberlas leído cuando aparecieron las que giraron sobre la relectura del pensamiento de Antonio Gramcsi, la marginalidad, el significado de Buena Vista Social Club y la confrontación ideológica en el teatro cubano contemporáneo. La lista es, por supuesto, mucho más extensa, pues Temas ha editado ya cuarenta y tres números.

A partir de enero del 2002, los editores decidieron extender esos debates para que pudiesen llegar a personas que no necesariamente son lectores de Temas, ni que tampoco formaban parte de eso que se conoce como especialistas. Fue así como a partir de esa fecha, el Centro Cultural del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico pasó a acoger los paneles de discusión auspiciados por la revista y con libre acceso al público. Las reglas bajo las cuales se realizan, en palabras de Rafael Hernández, su moderador y también director de Temas, son simples: "facilitar un debate en serio, respetar los más diversos puntos de vista, evadir la catarsis y la metatranca, identificar problemas y causas, enunciar alternativas". Las transcripciones de algunas de esas sesiones, que siempre se filman en vídeo con la colaboración del ICAIC, han sido editadas en la revista, pero otras muchas no, dado que su periodicidad trimestral es inferior a la de los debates. Doce de éstos han sido recopilados en el volumen Último jueves. Los debates de Temas (Ediciones Unión/ Revista Temas, La Habana, 2004). Cinco de los mismos se habían publicado antes; los otros siete aparecen por primera vez.

En la introducción, titulada Hacia una cultura del debate, Rafael Hernández hace lo que él llama "la pequeña historia del empeño mutuo de este libro, su origen, objetivos y tópicos". Sin embargo, en su texto no se dedica únicamente a ello. En siete de las diez páginas que ocupa, Hernández se refiere de manera amplia a la cuestión del debate en la sociedad cubana de hoy, a su naturaleza, a sus carencias, a aquello que lo distingue del que se desarrolla fuera de la Isla. Apunta allí que los años de la actual crisis han creado "un contexto propicio para la construcción de una cultura del debate, que aunque no ha conseguido cristalizar del todo, ha podido conquistar determinados espacios".

Puntualiza que cuando habla de debate intelectual no se remite a la visión impuesta por la tradición humanística del siglo XIX, que sólo considera como intelectualidad a aquella que se ocupa de la producción artística y literaria. Reivindica, por el contrario, una relación más estrecha entre ésta y las ciencias sociales. Y aunque admite que en la etapa más reciente se han tendido algunos puentes entre las mismas, opina que "una zona del debate cultural sigue sin prestarle suficiente atención al conocimiento realmente existente en torno a temas como, por ejemplo, las relaciones interraciales, la fe religiosa, la vida cotidiana o la desigualdad, como si se tratara de problemáticas vírgenes, acerca de las cuales nadie hubiera investigado ni escrito nada".

Hernández se refiere a otros aspectos que, de un modo u otro, vienen a converger en el tema del debate en la Cuba de hoy. La apretada síntesis que aquí trato de hacer, aclaro, no me permite referirme a todos, ni tampoco hacerle justicia a la lucidez y el atinado tono con que expone sus ideas y reflexiones. Pero pensando en quienes no tienen acceso al libro, no quiero pasar por alto sus anotaciones sobre el auge de los temas cubanos que en las últimas décadas tiene lugar fuera de la Isla. El aspecto dominante en esos estudios es el problema de qué va a ocurrir en el país cuando fallezca el Innombrable. Para Hernández, se trata de una interrogante válida, pero para darle una respuesta seria hay que colocarla en el contexto de los nuevos fenómenos económicos, sociales, culturales e ideológicos emergentes en los últimos quince años, "cuya significación para el consenso y para el ejercicio del poder, es decir, para la política, resultaría crucial".

Como crítica a lo que se ha escrito en el extranjero sobre "la transición" en Cuba, Hernández le señala el calcular ese hipotético futuro sobre la base de ecuaciones que explican otras experiencias (el posfranquismo en España, las posdictaduras del Cono Sur, las restauraciones en Europa del Este), así como el estar saturadas de elementos ideológicos. Pero expresa que una parte importante de esa producción "representa una contribución valiosa al conocimiento sobre Cuba. Como tal, debería ser más aprovechada por la cultura y el debate de ideas en la isla".

Amplio abanico temático

Pasando a lo que es el cuerpo central del libro, es decir, los doce debates, lo primero a apuntar es el amplio abanico temático que cubren. Copio a continuación los títulos bajo los cuales se convocaron, pues resumen muy bien su contenido: Con todos y para el bien de todos. La idea de república en José Martí, Identidad, conflictos raciales y discriminación en la República, Nicolás Guillén aquí y ahora, ¿Qué significa ser marginal?, Las ideas de libertad, igualdad y democracia en el pensamiento contemporáneo, Con los pobres de la tierra, ¿Cómo se forma un ciudadano?, Ciencia y cultura: comprensión de la complejidad, ¿Por qué emigran los cubanos?, Islas bajo el sol. Sociedad, cultura y turismo, El habla popular y las normas sociales y ¿Creer en qué? Problemas de la conciencia religiosa y de sus manifestaciones.

En cuanto a la composición de los paneles, en la lista de las cuarenta y cinco personas que los integraron hallamos escritores, profesores, investigadores, pastores evangélicos, lingüistas, economistas, psicólogos, científicos, historiadores, juristas, filósofos. Además de sus intervenciones, en el libro se recogen también las de los asistentes, quienes en cada sesión disponen de un turno para hacer preguntas o emitir opiniones.

Me imagino que al igual que en mi caso, cada lector se ha de sentir más atraído por aquellos debates que abordan asuntos más afines a sus intereses. Yo, por ejemplo, aunque me los leí todos, disfruté más y saqué más provecho de los dedicados a la valoración actual de la poesía de Nicolás Guillén, los conflictos raciales durante la República y los efectos del turismo en la producción artística y cultural. Hubo otros (el habla popular, el marginalismo, la emigración) que, en principio, también me interesaron. Pero su lectura no me dejó totalmente satisfecho. Posiblemente porque las intervenciones a menudo se mueven sobre terrenos demasiado teóricos y vagos, lo cual desmotiva un tanto.

Por supuesto, la calidad de un debate la determinan en gran medida los participantes. Su dominio del tema, su claridad para expresar los puntos de vista, su disposición a mantener un verdadero diálogo y no un monólogo sordo, son factores esenciales. (Aunque constituyen excepciones aquí, se pueden ver dos ejemplos de lo primero en las intervenciones de Omar Valiño y Miguel Mejides, quienes ponen en evidencia lo poco que pueden aportar a las discusiones en las que toman parte). Como también lo son el que los panelistas pertenezcan a diferentes campos y disciplinas, e incluso el que las opiniones de algunos de ellos discrepen de las de los restantes, lo cual debe traducirse en una visión más multifacética y enriquecedora. Un debate que, en mi opinión, cumple muy bien esos requisitos es el sostenido por Tomás Fernández Robaina, Nancy Morejón y Fernando Martínez Heredia en torno a la guerra de 1912 y la represión contra el Partido Independiente de Color. Cada uno aporta un punto de vista propio, pero todos coinciden en que se trata de un capítulo de nuestra historia que reclama ser interpretado con una nueva óptica. Como comenta Rafael Hernández al cerrar esa mesa redonda, los participantes eludieron caer en una descarga meramente emocional e hicieron un ejercicio de reflexión, lucidez y análisis.

Muy atinada es también la sesión en la cual se discute la poca presencia que posee hoy la obra poética de Nicolás Guillén, quien en etapas anteriores fue elevado a la categoría de Poeta Nacional, por lo demás innecesaria, como señalan algunos de los participantes. Como allí expresan Reynaldo González, César López, Guillermo Rodríguez Rivera, Jorge Luis Arcos y Walfrido Doria, sobre todo en la década de los setenta se impuso una lectura eminentemente política de Guillén (una insistente recepción propagandística, prefiere decir López). De esa mala lectura, como también recuerdan algunos panelistas, también hay ejemplos en etapas anteriores: ahí está la miopía que demostró Cintio Vitier en Lo cubano en la poesía, al no ser capaz de llegar a la esencia de la producción guilleneana. Eso, entre otras causas, ha influido en que cuente con escasos lectores entre los autores jóvenes y en que su presencia entre ellos no sea visible. Durante el debate emergen aspectos como el de un Guillén víctima de sus propios antologadores y exaltadores, el creador que supo elevar el negrismo a su punto más alto y después enterrarlo, el creador que en esa poesía de mayor aliento lírico, dejó una obra que es intrínsecamente perdurable.

Pudiera continuar resumiendo los puntos de mayor interés de otras mesas redondas. Prefiero, sin embargo, dejar que quienes lean Último jueves. Los debates de Temas les descubran por sí mismos. A lo que de veras vale dedicar las líneas finales de esta reseña es a destacar la existencia de este espacio de confrontación, análisis y debate, tan necesario entre los cubanos. Se anuncia además que a la publicación de este volumen seguirá la de otros similares. Confiemos, pues, en que no ocurra como con otros proyectos, y que estos jueves que ahora han llegado a la letra impresa no sean los últimos.

© cubaencuentro

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