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Lynn Cruz, Literatura, Cine

Hacer cine desde los márgenes

La actriz y escritora Lynn Cruz ganó el Premio Franz Kafka de Ensayo/ Testimonio con un relato acerca de la odisea que fue rodar un largometraje independiente cuya filmación tomó diez años

La Censura es la menor de dos hermanas
despreciables: la otra se llama Inquisición.
Johann Nestroy.

La historia del cine registra varias películas cuyos rodajes demoraron más tiempo que el planificado. Cleopatra (1963) casi hizo que la 20th Century Fox se arruinase. Inicialmente iba a ser un remake de bajo presupuesto (2 millones de dólares), pero acabó costando 44 millones. Asimismo, estaba previsto rodarla en 64 días, cifra que aumentó a 14 meses. Rouben Mamoulian abandonó el proyecto a los tres meses y Joseph L. Mankiewicz asumió la dirección.

Las primeras secuencias se filmaron en Londres, donde Elizabeth Taylor contrajo una grave neumonía que retrasó el rodaje (este fue trasladado a Roma y España). La actriz tenía un contrato por el que cobraría un millón de dólares, más 50 mil por cada semana extra. Los problemas que hubo en el rodaje hicieron que terminara ingresando a su cuenta 7 millones. Tras montarse, la cinta duraba 6 horas. Mankiewicz logró reducirla a 4 y luego a 3. Pero eso obligó a rodar escenas adicionales para que la historia fuera comprensible.

Filmar Apocalipsis Now (1979) iba a tomar seis semanas, pero el rodaje se extendió a dieciséis. Debido a la cantidad de contrariedades que confrontó su trabajo, Francis Ford Coppola perdió 27 kilos. Ningún actor estaba dispuesto a irse a hacer una cinta bélica en Filipinas, que en ese momento se hallaba en guerra. Entre los contados que aceptaron, estuvieron Marlon Brando y Martin Sheen. El primero llegó al set sin saberse el papel y requirió dos semanas para aprenderse sus parlamentos. Sheen tuvo un ataque al corazón y casi fallece. Se emplearon helicópteros pertenecientes al ejército filipino, y fue necesario cancelar un día de filmación porque los necesitaban para atacar a una facción disidente del presidente Ferdinando Marcos.

También fue complicado y largo el rodaje de Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick. Su filmación duró más de dos años, lo cual ocasionó que su presupuesto se elevó. Los ejecutivos de Warner Bros. Pictures estaban desesperados por ver el proyecto terminado y por que pudiese llegar por fin a las salas. Hubo varios contratiempos con el casting. Entre ellos estuvieron la sustitución de Harvey Keitel por Sydney Pollack, la renuncia de Jennifer Jason Leigh y el conflicto entre Tom Cruise y Nicole Kidman, cuyo matrimonio en aquel momento se encontraba en crisis. Asimismo, el film tuvo problemas con la censura, debido a que la secuencia de la orgía final fue vetada en algunos países, donde consideraban que su contenido sexual era muy explícito. Kubrick alcanzó a completar la edición final antes de morir. Eso dio lugar a especulaciones sobre si la versión estrenada en los cines era realmente la que él habría deseado.

Sin embargo, los retrasos que sufrieron esas películas no son nada si se comparan con los que tuvo Mario Coyula (La Habana, 1977) para poder concluir su largometraje Corazón Azul: ¡rodarlo le tomó diez años! Lo empezó en noviembre de 2011 y lo acabó en abril de 2022. Las causas fueron además bien distintas a las que demoraron Cleopatra, Apocalipsis Now y Eyes Wide Shut. A quienes les interese saber cuáles fueron, les recomiendo leer el libro Crónica Azul. Diez años de rodaje (Éditions Fra, Praga, 2022, 302 páginas). Con el mismo la teatrista, escritora y productora Lynn Cruz (La Habana, 1977) ganó el Premio Franz Kafka de Ensayo/ Testimonio correspondiente al año pasado.

Un grano en el culo de censores y represores

Antes de pasar a comentar el libro, pienso que resulta pertinente que dedique unas líneas a Mario Coyula. Se formó en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, y a los conocimientos que allí adquirió sumó los del Lee Strasberg Theater Institute. Entre 1996 y 2001 rodó varios cortometrajes, y en 2003 filmó Cucarachas Rojas, su primer largo. Esa cinta hizo que empezara a ser conocido en el extranjero. Al reseñarla, la revista Variety comentó que era “un triunfo de la tecnología en manos de un visionario”. Dirigió después Memorias del desarrollo (2010), que pudo filmar gracias a haber ganado la Beca Guggenheim. Se estrenó en el festival de Sundance y obtuvo varios galardones internacionales.

En su país, en cambio, sus dos filmes lejos de traerle facilidades y la posibilidad de emprender nuevos proyectos, le comenzaron a traer dificultades. De hecho, ambos no han podido confrontarse con el público para el cual están concebidos. Como ha hecho notar Coyula, “más allá de proyecciones puntuales, ninguno de mis largometrajes ha recibido estreno en Cuba, ni siquiera el mínimo de una semana”.

Sus problemas con los comisarios culturales comenzaron realmente con Nadie (2010), un documental que se centra en el escritor Rafael Alcides Pérez (1933-2018). Como el propio Coyula lo define, se trata de “un monólogo franco con momentos divertidos, casi siempre triste o emocionante de la historia de un hombre que prefirió encerrarse en su palacio de manuscritos y pequeñas cosas familiares antes de confabularse con algo que no compartía ya”.

Esa película significó un parteaguas en la trayectoria como cineasta de Coyula y en su vida personal. A partir de ese momento, la proyección de sus filmes está prohibida en la Isla. Ese veto se aplica tanto en los espacios oficiales como en los alternativos. El último intento del cineasta de mostrar Nadie en la galería privada El Círculo se vio frustrado por una redada policial, que le impidió llegar. La Seguridad del Estado y la Policía desplegaron un desproporcionado operativo alrededor del sitio, todo para impedir que el film fuera visto. Coyula, por su parte, se ha negado a salir al exilio y ha optado por permanecer y trabajar en el país donde nació. Eso lo ha convertido en lo que en inglés se define como a pain in the ass, un grano en el culo de los censores y represores.

Cruz es actriz y escritora, que desarrolla una labor artística al margen de las instituciones oficiales. En 2011 fundó el proyecto Teatro Kairos LCAP, que responde a esa línea. Ya desde la primera página de su libro nos hace saber que, entre otras razones, debido a eso vive una situación similar a la del cineasta, de quien además es pareja. Desde 2018 está censurada por sus opiniones políticas “en contra de las personas que dirigen el gobierno”. No logra conseguir trabajo, ni en las instituciones oficiales ni en los espacios alternativos. Ha sufrido redadas policiales y de la Seguridad del Estado. Incluso llegaron a la arbitrariedad de impedirle asistir al taller que una teatrista argentina iba a impartir en la EICTV. Es el precio que le hacen pagar por pensar como si estuviese en un país democrático y por su tozudez de “vivir en Cuba como actriz y creadora independiente”.

Filmar sin permisos al estilo guerrilla

Aunque también se ocupa de otros temas, en el libro Cruz hace un pormenorizado relato de cómo se rodó Corazón Azul y cuáles fueron las razones de que terminarla les tomase diez años. En ese sentido, conviene apuntar que se filmó sin permisos, lo cual explica, en parte, la prolongada demora. La participación de la actriz en el proyecto comenzó cuando fue citada por Coyula a una prueba de cámara. Eso tuvo lugar en la sala del pent-house de sus padres. Él le mostró las imágenes que tenía filmadas, y Cruz cuenta que al verlas entró de inmediato en el universo de la película, tanto que al final preguntó al cineasta si DNA-21 existía.

Alude a una poderosa multinacional norteamericana que ayuda Fidel Castro a sacar adelante su Proyecto Guevara. La acción del film se desarrolla en una realidad alternativa. El Finado utiliza la ingeniería genética para construir el hombre nuevo y así salvar la utopía. Sin embargo, su experimento falla, pues en lugar del hombre nuevo nacen seres que si bien son muy inteligentes, también son violentos e incontrolables. Rechazados por sus propios creadores, un grupo de ellos pretende erradicar la moral y los prejuicios sociales de la sociedad. Para ello, organiza una serie de acciones terroristas y arman el caos en la Isla.

En Corazón Azul, Cruz interpreta a Elena, la protagonista. Trabajar en esa cinta, comenta, fue para ella una prueba de fuego. Hasta entonces estaba habituada a tomar parte en el rodaje solamente como actriz. En ese film tuvo que adaptarse al estilo de cine extremo y de guerrilla de Coyula. Ya desde las primeras filmaciones tuvo además que colocar el micrófono, arreglar elementos de las locaciones, ayudar a seleccionar el vestuario. Eso mismo hace el cineasta, quien da el ejemplo y además de dirigir, graba, edita y hasta hace de chofer.

Para Cruz fue vital comprender el método de producción de él. Y al respecto comenta: “La búsqueda de la belleza puede ser dolorosa, más cuando no se tiene dinero”. Coyula puso dinero propio para realizar la película. Cuando ya no le quedaba, hizo una campaña de crowfunding internacional. Pero los 5 mil dólares recogidos se quedaron bloqueados en Estados Unidos, debido a las sanciones del gobierno contra Cuba. Es el modo de hacer cine por el cual él ha optado, y se ha referido a ello en varias entrevistas. De un par de ellas tomo estas palabras suyas:

“Toda mi vida he filmado sin permisos al estilo guerrilla en La Habana, Nueva York, París, Tokio, y Londres. Ninguna institución ni productor cubanos ni extranjeros financia mis películas. Se hacen de mi bolsillo y con favores de amigos. Por eso soy el único dueño de mis libertades creativas. El cine que me interesa es el que es independiente en contenido y forma”.

“Mi posición es la de siempre: bajo el gobierno actual, si te interesa un cine de contenido político contrario al gobierno, lo mejor es no tener vínculo alguno con las instituciones cubanas. El Ministerio de Cultura no forma parte de mi universo. No confío ni reconozco a ninguno de los funcionarios culturales y políticos que dirigen este país. No elegí ni voté por ninguno de ellos”.

Varias personas recibieron advertencias

A partir de Nadie, comenta Cruz, “la situación de Miguel pasó de un estatus de tolerancia a la persecución y a la no existencia dentro de la isla”. Eso fue precisamente la causa de muchos de los problemas que tuvo que enfrentar durante la filmación. Unos cuantos de los actores la fueron abandonando, incluidos tres de los que interpretaban personajes protagónicos. Otros que inicialmente habían aceptado intervenir en la película, aparecieron después con distintas excusas para concluir que no podrían tomar parte. A su vez, esas deserciones obligaban al cineasta a ir modificando el guion. En el exterior no podían rodar más de 15 minutos, por temor a que irrumpiera policía, y eso también hacía que todo el proceso se retrasase.

A propósito de esto, Cruz anota en su libro: “Viví reacciones tan bruscas con otros actores a los que llamé que parecían —la mayoría— acabados de salir de una farsa. Todo sonaba bien hasta que les decía que el director era Miguel Coyula. Sin que mediara una pausa, cambiaban de la emoción agradable de recibir una llamada para el casting de una película al terror de que la llamada provenía de un director disidente”. Y sobre este tema de los actores que se niegan a trabajar con los cineastas independientes que tienen un discurso disidente, en otro momento comenta: “Son las personas quienes hacen los sistemas. Son las personas quienes aceptan o niegan ser parte del absurdo. Eso cada vez me queda más claro”.

Varias personas fueron advertidas por el hecho de tener amistad con Coyula. El caso más notorio fue el de Javier Caso, un fotógrafo que reside en el exterior. Fue invitado a asistir a una sesión del rodaje, y en una escena en la cual el director actuaba ayudó con la cámara. Estaban en casa de la pareja a donde iban a comer, cuando la madre de Caso lo llamó por teléfono para notificarle que tenía una citación para una entrevista-interrogatorio en la oficina del carnet de identidad. Al día siguiente se presentó, pero lo que el agente que lo atendió no sabía era que debajo del pulóver se había atado el móvil. La grabación completa de la entrevista aparece transcrita en el libro y huelgan los comentarios sobre cuál fue el asunto de las preguntas que el fotógrafo tuvo que responder.

El actor que interpretaba al padre de uno de los niños modificados genéticamente, abandonó el rodaje al cabo de dos años. El suyo era el personaje principal y el guion tuvo que adaptarse a ese contratiempo y a muchos otros. A medida que los actores se fueron desligando del proyecto, el personaje de Elena acabó por convertirse en el más importante. Cruz tuvo además que desdoblarse y asumir otras tareas, como la asistencia y la producción. Por otro lado, uno de los canales de audio de la cámara dejó de funcionar a causa del salitre. A todo eso se añadía el perfeccionismo artesanal del cineasta, al que no renuncia pese a las condiciones en que trabaja.

Contra viento y marea, Coyula y su reducido equipo consiguieron finalizar Corazón Azul. Las gestiones para estrenarla fuera de la Isla dieron su fruto y la cinta fue aceptada para competir en la sección oficial del Festival Internacional de Moscú, que se celebró en plena pandemia. La pareja tuvo sus quince minutos de fama en la presentación para la prensa acreditada, que previamente había visto su trabajo. Tras aquel pase, el film tuvo la proyección oficial, sobre la cual Cruz escribe: “Ver Corazón Azul en el October Cinema and Concert Hall fue una experiencia extraordinaria. La película está pensada para la gran pantalla, cada detalle trabajado por Miguel se hizo perceptible”. A la salida del pase a la prensa conocieron a la crítica Marina Koplykoba, quien escribió un largo e inteligente texto sobre Corazón Azul. Se reproduce en el libro traducido al castellano.

Hacen proyecciones caseras del film

Tras el estreno mundial en Moscú, estaban invitados al Festival Internacional de Minsk. Días antes de que se iniciara, se comunicaron con la pareja para informarles que la comisión nacional revisora de películas había decidido que Corazón Azul era pornográfica y, por tanto, se prohibía su exhibición en Bielorrusia. Los organizadores del evento propusieron como solución alternativa cortar los planos de la escena de sexo, algo a lo cual su director se negó: “Cortar la película sería como amputarme un dedo”. Al final cedieron, pero de la selección oficial el film pasó a formar parte de la sección Cine Joven, lo cual implicaba que no podía concursar por el Gran Premio. Paradójicamente sí pudo hacerlo Sexo desafortunado o porno loco, del rumano Radu Jude, que tiene escenas de sexo de mayor duración.

A Minsk solo viajó Cruz, quien de su experiencia allí cuenta: “Como era previsible, no hubo rueda de prensa, reseña o entrevista alguna. El cine tenía quince espectadores. Varias escenas de la película no fueron subtituladas electrónicamente al ruso”. Asimismo, en el catálogo del festival la sinopsis fue cambiada. La original empezaba así: “Fidel Castro realiza un experimento genético fallido para crear el hombre nuevo y salvar la utopía”. Pero en el catálogo eso pasó a decir: “En un país latinoamericano se realiza un experimento fallido para crear vida artificial”. No se le puede negar a los censores mérito por haber reescrito esas palabras de modo que su contenido problemático quedase suprimido.

En las páginas finales, Cruz cuenta que en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, México, la película obtuvo el Premio Jorge Cámara. En opinión del jurado, Corazón Azul es una “obra disruptiva y personalísima que solo puede existir en lenguaje cinematográfico”. Dado que en Cuba se mantiene la prohibición del cine de Coyula, la pareja hace todos los domingos proyecciones caseras para un puñado de espectadores. Eso lleva a la escritora a razonar: “Calculo que me ha tomado un año lograr tener la misma cantidad de personas que si llenara el Cine Chaplin en una sola función. Pero con una película que tomó diez años para filmarse de forma completamente independiente, solo podía llevarse a cabo una exhibición de la misma naturaleza”.

Un año antes de ganar el premio mencionado al inicio, Cruz publicó la novela Terminal. También ha visto editada su pieza teatral Sala-R (2022). Es decir, que en ella la actriz convive con la escritora. Su testimonio sobre la accidentada filmación revela que posee talento. Está redactado con buen pulso narrativo, así como con un lenguaje claro, fluido y funcional. Asimismo y aunque su núcleo central lo constituye el rodaje, despliega un amplio recorrido por otros temas y arroja luz sobre no pocos aspectos de la realidad de la Isla. Y sin renunciar a la amenidad, sabe incorporar reflexiones inteligentes.

Crónica Azul es, en suma, una obra surgida del compromiso y el coraje de una artista que defiende “el derecho a soñar, a pensar y a hablar sin hipocresía, como definió Martí a la libertad”.

© cubaencuentro

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