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Actualizado: 02/05/2024 23:14

Con ojos de lector

It's the global island, papi!

En su segundo disco, Yerba Buena hace una celebración polirrítmica de esa isla urbana y políglota que es Manhattan.

Hace dos años y pico, la salida al mercado de President Alien significó el estreno de Yerba Buena, un colectivo que no se amoldaba a ninguna de las etiquetas hasta entonces reconocidas en la música popular latina. ¿Guajira? ¿Hip-hop? ¿Boogaloo? ¿Reggae? ¿Cumbia? ¿Ritmos afrocubanos? Esas y otras manifestaciones bailables estaban presentes en aquel variado cóctel, pero ninguna de ellas se ajustaba del todo a sus características primigenias. Aparecían integradas en una fascinante amalgama, que respondía a una estética creativa e inequívocamente contemporánea: la fusión elevada a su máxima expresión. Aquellos doce temas eran, para emplear las palabras de un crítico de The New York Times, el sueño de cualquier musicólogo.

Aquel brillante estreno, que algunos no vacilaron en calificar como la más importante revolución que la música latina hecha en Estados Unidos ha tenido desde la década de los setenta, se confirma de modo espléndido en Island Life (Razor & Tie, Nueva York, 2005). Al igual que President Alien, nos hallamos ante un variado mosaico de músicas propias y trasplantadas, pero en el cual el grupo no nos sirve más de lo mismo. En este segundo disco compacto, el peso de los ritmos cubanos se ha reducido, a favor de un sonido mucho más cosmopolita que, sin embargo, no hay que confundir con una búsqueda preconcebida y autoconsciente de globalización. Yerba Buena nos invita a emprender un viaje intercontinental que se inicia en el Caribe, incluye escalas en Colombia y España y finaliza en Manhattan .Island Life fue creado para celebrar la isla urbana y políglota que es Manhattan. Escritos casi todos por Andrés Levine (Ileana Padrón comparte con él la autoría de unas cuantas), la mayoría de sus temas vienen a recordar a sus habitantes que viven en una ínsula repleta de ritmos callejeros, expresiones musicales e idiomas llegados desde los cuatro puntos cardinales del planeta. Yerba Buena apuesta, pues, por una concepción de la música popular como sonido de una ciudad y una era. Y en ese aspecto no es arbitrario considerar su Island Life como un disco conceptual, que resulta complejo y sofisticado sin perder diafanidad ni frescura.

Por otro lado, este segundo disco se diferencia marcadamente del anterior por la nutrida presencia de invitados que en el mismo intervienen. O para decirlo en palabras del doctor Aneub Abrey, a quien presentaré en su momento, a caravan of exotic, super twinkling, internacional crew of friends. En Island Life hallamos colaboraciones del dúo francés de hip-hop Les Nubians, el rapero dominicano Fulanito, el actor colombiano John Leguizamo, el percusionista Ile Aiye, el cantaor Diego El Cigala, Rossy de Palma, la chica Almodóvar de nariz cubista, el grupo de rap Orishas y el músico neuyorkino Joe Bataan, pionero del boogaloo en el Harlem Hispano. Como se ve, el poder adictivo de la yerba (hablo de la buena, por supuesto) se ha extendido en muy poco tiempo y sus adictos forman (formamos) ya legión. Hay además homenajes a Celia Cruz, cuyo universalmente conocido ¡Azúcaaar! se escucha a modo de estribillo en Sugar Daddy; a Las Grecas, aquellas precursoras del rock gitano; a Juan Formell y Los Van Van; y a Peret, quien realiza una versión de El burrito de Yerba Buena a la cual incorpora su viejo éxito Saboreando.

Doce temas (trece, si contamos la versión de Sugar Daddy que se escucha al final en el Fairwell) componen este segundo compacto de Yerba Buena. En total son setenta y cuatro minutos, en los que aparte de las canciones se incluyen las intervenciones de diferentes personajes, muchos de ellos provenientes de la variopinta población de Manhattan. El primero que se presenta es el ya mencionado doctor Aneub Abrey, quien tiene un programa radial desde el cual brinda ayuda a las personas con problemas. Por ejemplo, el de eliminar el acento que tienen los inmigrantes de origen hispano. Está luego el típico latino caracterizado por Leguizamo, ese al que le gusta piropear a las mujeres que encuentra en la calle: "Psst, psst, mami, mami. Come with me, baby. I can be your sugar papi, baby. Your sugar pimp. I like it sweet and low, but I am no artificial sweetener, nah… ". Y el dominicano que vive en el Alto Manhattan, en el apartamento de un building que se está cayendo y que tiene un maldito liqueo sobre el televisor. Bla bla bla cuenta con una aparición especial del mismísimo presidente Bush, que ilustra su habitual torpeza para expresarse en inglés ( I hear these rumors on the internets). En este tema, dedicado a esas personas que hablan y hablan y al final no dicen nada, vamos, que hablan mierda, también tiene un hueco otro archiconocido personaje que es un consumado maestro en el arte del bla bla bla. Cuando lo escuchen de inmediato lo reconocerán, pues llevamos varias décadas soportando su galillo.

El bilingüismo, una marca registrada

El bilingüismo, que Yerba Buena convirtió en marca registrada en President Alien, aparece ahora mucho mejor integrado. Algo que, por otro lado, resulta inevitable, si se pretende hacer una sinfonía urbana de Manhattan, como en realidad es Island Life. Esa celebración del empleo del español y el inglés permea varios de los temas, pero tiene su expresión más explícita en Bilingual girl, donde se defiende que two tongues are better than one.

Aparte del bilingüismo, la otra marca registrada que caracteriza a la estética musical del grupo es la fusión, un término que en su caso es redefinido. Yerba Buena hace una música intercontinental, que cruza fronteras, que toma de aquí y de allá. Todo eso es conveniente e imaginativamente mezclado en un cóctel diaspórico, en un mosaico variado, que posee un sonido tan natural como ese spanglish que se escucha en las calles de Nueva York. Es, además, el sonido que mejor corresponde a una banda multiétnica y multirracial, cuyos integrantes proceden de Venezuela y de dos islas caribeñas, Cuba y Saint Thomas.

Abre esta fiesta tropical urbana que es Island Life una deliciosa cumbia agitanada, El burrito. En La candela (préndelo), el rap y el hip-hop se encuentran con los ritmos afrocubanos. En Sugar Daddy Yerba Buena incursiona en el reggaetón beat, pero afortunadamente y gracias al talento de Andrés Levin y su tropa (Xiomara Laugart, Cucu Diamantes, El Chino, Pedrito Martínez, Skoota Warner, Sebastián “El Tren” Steinberg), el resultado está a años luz de los temas programados y repetitivos de Daddy Yanke, Wisín y Yandel y sucedáneos. Precisamente, una de las preocupaciones que tuvo el grupo al acometer su segundo trabajo discográfico fue la de evitar de que las canciones tuviesen un sonido obviamente latino. De ahí el cuidado de no inscribirse a una modalidad tan comercial como el reggaetón, que debido a su pobreza musical disfruta de una popularidad que trae fecha de caducidad. Una novedad es la presencia en el compacto de los ritmos flamencos ( Corazón bandolero, Te estoy amando locamente), una ganancia con la cual Yerba Buena volvió tras su gira por Europa. Y en Island Life también hay, en fin, boogaloo ( Fever), samba ( Cityzen citysoy), merengue ( Belly dancer). No importa el tipo de música que a uno le guste: de casi todas Yerba Buena tiene al menos una pizca.

Mas dedicarse a la tarea de identificar por separado cada uno de esos componentes, implica perderse lo que de veras importa y cuenta: la calidad del conjunto, su poderosa unidad. Asimismo pienso que si nos referimos sólo al muestrario de ritmos y estilos que Yerba Buena es capaz de incorporar, significa reducir su labor a una simple compilación de ingredientes muy variados. En realidad, lo que más se admira en un disco como Island Life es precisamente la capacidad creativa del grupo para fundirlos y hacerlos sonar como si fuesen uno. En esa argamasa fresca, sorprendente y nueva, los ingredientes además se integran pero no se diluyen, lo cual denota el gran respeto con que han sido tratados.

Pero quiero insistir en que Island Life es, ante todo, un disco para ser disfrutado, y ante el cual no queda más remedio que bailar. A menos que tenga uno los pies cuadrados, resulta imposible escucharlo y lograr que nuestras caderas se comporten educadamente. El burrito, Sugar Daddy, No no no, La vida la life, Fever, son temas que una vez que nos entran por los oídos, siguen viajando hasta nuestros pies y nos trasmiten unos irreprimibles deseos de mover el esqueleto. Prueben ustedes a ver si consiguen resistirse a su energía contagiosa.

En algún sitio que ahora no recuerdo leí que un crítico escribió que si los de Yerba Buena son capaces de crear milagros como President Alien e Island Life, significa que la música popular se ha enriquecido con un proyecto realmente serio. Pero puesto a escoger un elogio con que cerrar esta reseña, prefiero citar y suscribir por completo estas palabras que expresa uno de los tantos personajes que hablan a lo largo del compacto: "Wow. I love this fucking band. So fucking funky". Pues eso.

© cubaencuentro

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