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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Libros

Voz de una nación desgarrada

La libertad de la luz. Compilación de editoriales de la revista 'Vitral' (1994-2007).


La posible desaparición de la revista Vitral (1994-2007) —anunciada en una nota de su consejo de redacción—, publicación sociocultural del Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río, luego de trece años de ininterrumpida existencia y con 77 números publicados, y que despertó enseguida tanta polémica, amenazó con dejar un vacío difícil de llenar en la fantasmal sociedad civil insular.

Con una labor cultural sin precedentes, en casi medio siglo de cultura dirigida y público cautivo y sin que se vislumbre cualquier otro evento de similar envergadura en un futuro inmediato, la revista —junto a las Ediciones Vitral y a un importante concurso literario— constituyó en los últimos años la única alternativa verdaderamente autónoma dentro de la Isla con respecto a la cultura oficial, si obviamos al perseguido periodismo independiente.

Finalmente, la revista ha continuado publicándose, aunque con diferente dirección, por lo que acaso pueda hablarse de una segunda época. En este comentario nos centraremos en el saldo dejado por la primera, que es la que, a través de la publicación de sus 77 editoriales, ilustra el libro que comentaremos aquí.

Promovida por la Iglesia Católica, especialmente por monseñor José Siro González Bacallao, Vitral —que se proyectó sabiamente como una publicación no confesional— logró crear un espacio abierto, pluralista y ecuménico dentro de la sociedad cubana. La última y reciente edición de sus 77 editoriales, La libertad de la luz, con edición de su principal promotor, Dagoberto Valdés Hernández, invita a una profunda reflexión sobre la realidad cubana contemporánea, al punto que su prologuista, José Prats Sariol, reconoce que constituye un "raro oasis dentro de las publicaciones periódicas del insilio".

Contradicciones de una época

Nacida en uno de los momentos más críticos del denominado período especial, la revista fue abordando en sus sucesivos editoriales —que, como se expresa en uno de ellos, "son la expresión de la identidad de la revista"— prácticamente todas las problemáticas de la convulsa sociedad cubana de los últimos años. Sólo a partir de la lectura de estos editoriales un lector o investigador futuro podrá comprender muchas de las trágicas contradicciones de la llamada época de la revolución mucho mejor que si consultara cualquiera de las publicaciones periódicas de la Isla.

Tomando como punto de partida la Doctrina Social de la Iglesia y una amplísima antropología cristiana, pero sin constituirse en una opción política determinada, como corresponde a una publicación de ascendencia católica, estos editoriales apelan todo el tiempo a un proceso de toma de conciencia nacional, a la vez que ponen como centro y objetivo de sus mensajes a la persona, como superobjetivo de su acción cívica sobre la comunidad, y no olvidemos que es justamente la persona el centro de toda verdadera democracia, como ya tuvo ocasión de defender la pensadora española María Zambrano en su profético libro Persona y democracia (1957).

Estos editoriales son explícitos en cuanto a la necesidad de integrar dentro de la Nación tanto a la población de la Isla como de la llamada Diáspora, para de esta manera ir reconstruyendo "el entramado de la sociedad civil cubana" por encima de distintos credos filosóficos o religiosos y de diversas ideologías o posturas políticas, con el fin de preparar el terreno para una necesaria reconciliación nacional y una cultura consecuentemente democrática que logre aunar en su seno ese tantos años ausente "acorde de las diferencias". Un verdadero pluralismo democrático y participativo.

Una cultura abierta, no cerrada; plural, diversa, no monocorde o unívoca; con todos y para todos, no sectaria; democrática y participativa, no totalitarista y pasiva; inclusiva, no excluyente; de moderación, no violenta; de diálogo, no de monólogo; de expresión libre, crítica, discrepante, no cautiva o dogmática o de empobrecedora unanimidad; que no sacrifique ni el todo por una parte, ni una parte por el todo; por y para la persona, pero no individualista; de la opción, no del control o la censura; religiosa (con el sentido de religar, unir), es decir, unitiva, que no aísle o separe; de la esperanza o utopía compartida o consensuada, no impuesta; que afirme y enriquezca la identidad con las singularidades, no que las ahogue en una abstracta generalidad; una cultura, en fin, del ajiaco, que preserve las diferencias, no de la impersonal caldosa, que las borra o confunde.

Una cultura para un eterno nacimiento, no para la muerte. Una cultura con una ética trascendente, pero fundada en el amor a la persona concreta, no de una inmanencia pragmática y oportunista, porque en una sociedad corroída por una aguda crisis de valores, son precisamente los valores éticos los que más se demanda rescatar o preservar…

Conciencia de Cuba

Una rápida mirada a los múltiples contenidos de estos mensajes, a la vez profundos y puntuales, revela una conciencia agudísima de casi todas las problemáticas que padece la sociedad cubana actual.

Desde la violación cotidiana de los derechos humanos más elementales; el ahogo de la creatividad; la tragedia ética de una "doble moral"; el infierno cotidiano motivado por una pobreza (material y espiritual) para nada irradiante; la diáspora como solución nacional; las tensas relaciones entre la Iglesia y el Estado; la burocratización de la sociedad; la extensión de una cultura de la violencia y la intolerancia; la disolución de la familia; el no respeto de la persona; la discriminación racial, sexual, religiosa, política o filosófica; la falta de libertad de expresión; la pérdida de una genuina identidad nacional; el ahogo de una verdadera sociedad civil, en fin, todo un sombrío fresco de una realidad que se reconoce sumida en una profunda y dilatada crisis.

Pero acaso simplemente un selectivo recorrido por algunos de sus títulos puede darle al lector una idea más fiel de las preocupaciones expuestas: "Irse del país, solución o problema", "No a la violencia", "No a la cultura del individualismo", "Moderación y diálogo", "Cultura: ¿ajiaco o caldosa?", "Relaciones Iglesia y Estado", "La Educación: el derecho a elegir cómo ser", "La libertad de expresión", "El inmovilismo: un callejón sin salida", "La libertad de conciencia", "No a la pena de muerte", "Apertura o aislamiento", "El desorden social", "El transporte", "La emigración", "La corrupción", "La violencia cotidiana", "La salud pública", "Ética y economía", "Repudio no, respeto a la pluralidad y a la reconciliación", "El derecho a viajar libremente", "La apertura fortalece la identidad"…

Propuesta libertaria y educativa

Una característica de estos editoriales es —¿cómo diríamos?— su pertinencia elusiva. Aunque se refieren por lo general a eventos muy concretos y muy bien conocidos por sus presuntos lectores insulares, como que tienen que ver con los factores sociales que casi determinan sus vidas personales, rehúyen la personalización de "culpables", evitan la confrontación política directa, prefieren la propuesta de soluciones a la peligrosa y hasta cierto punto estéril queja victimista.

No obstante, siempre se tiene la inocultable impresión que se realiza un diálogo "constructivo" entre esa voz general pero tan significativa y el Estado. La generalidad de la voz se debe también a su intento de lograr un mayor consenso entre sus disímiles lectores o colaboradores, además de tratar de no comprometerla con una opción política —o religiosa— determinada.

En cierto modo, esa voz quiere encarnar también la resurrección de una voz ausente, cautiva; la voz de una comunidad maniatada; la voz de una Nación desgarrada por un maniqueísmo que sólo ahonda la disolución de su identidad como pueblo libre, uno y diverso a la vez.

Es muy significativo que un proyecto que se vio siempre asediado o ignorado por su poderoso interlocutor durante sus trece años de difícil y compleja existencia, lejos de reaccionar contra la crítica, la considere indispensable para su propio desenvolvimiento, ofreciendo así, como de soslayo, una lección de humildad, de consecuencia ética, de verdadero diálogo, de respeto por el "otro", lejos de cualquier dogmatismo o de cualquier soberbia de poder.

Pero si algo se desprende como saldo general de la lectura de estos textos es su propuesta radicalmente libertaria, además de educativa. Liberar las conciencias dormidas o sepultadas. Una libertad de la luz —como sugiere su título— o de un espíritu libre "soplando donde quiere", que acaso vuelva a rizar las aguas, como en los orígenes míticos, para fecundar un nuevo y perenne nacimiento.

© cubaencuentro

1 Comentarios


1 by Jesus Traviezo (Usuario no autenticado) 05/09/2007 8:40

Gran trabajo en este tiempo el de Dagoberto y su equipo -- que no fue solo Vitral -- gracias al apoyo dado por Mos. Jose Siro y a pesar de las criticas dentro de la misma Iglesia por los que consideran que no se puede molestar al regimen para que asi los deje seguir con su trabajo a medias; si alguien demostro que esto se podia hacer con firmeza y coraje -- y no solo Vitral y el Centro Civico Religioso, sino todas las actividades sociales y caritativas que hacia la Iglesia Pinareña -- fue esta Diocesis y su Obispo, pero como muchas veces pasa en la historia pudo mas la cobardia y lo que no hizo el regimen lo hizo la propia Iglesia.

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