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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Clásico Mundial

Béisbol en mayúsculas

La sorpresa de Cuba y un fervor beisbolero nunca antes visto a nivel internacional.

El Clásico Mundial de Béisbol levantó un fervor beisbolero nunca antes visto a nivel internacional. El torneo se concretó con la idea de universalizar este deporte y en su primera edición cumplió su objetivo. Si se organiza mejor, el futuro del evento está garantizado.

Alrededor de 200 jugadores de las Grandes Ligas participaron en el campeonato, que se desarrolló durante 17 días en Japón, Puerto Rico y Estados Unidos. La cifra se eleva a 350 si contamos los peloteros que juegan en otras ligas profesionales.

En el aspecto deportivo, el Clásico no alcanzó el nivel esperado, en buena medida por la etapa del año en que se desarrolló y porque la mayoría de las estrellas no estaban al 100 por ciento de sus capacidades. Todos los jugadores pertenecientes a las Grandes Ligas están en estos momentos en su etapa de entrenamiento, lo cual se reflejó en los resultados de potencias como Estados Unidos y Venezuela.

En un futuro, si el Clásico quiere seguir su curso, debería efectuarse en otra fecha, más cerca del comienzo de la temporada. Así los peloteros tendrían más tiempo para entrar en forma. Otra solución podría ser interrumpir por 15 días la temporada de Grandes Ligas. Esto último luce difícil, pero no imposible.

La mejor prueba del mal momento de muchas estrellas consagradas es que de los primeros 10 bateadores sólo cuatro juegan en las Mayores, y entre los primeros 20, sólo siete. Resulta ilógico pensar que entre los líderes de bateo del Clásico no se encuentren jugadores probados durante años en el mejor béisbol del mundo.

Sencillamente, debido a la fecha en que se jugó este torneo, muchos fueron a ejercitar y a hacer lo mismo que hacen cada temporada en los campos de entrenamiento: ajustarse al bate y al juego en general. El campeonato no debió realizarse en una fecha en la que países con peloteros que no pertenecen a las Mayores están en un mejor momento y, por lógica, tienen cierta ventaja en el terreno de juego, como al final se demostró.

En una final inesperada, los equipos de Cuba y Japón le demostraron al mundo del béisbol que si se quiere ganar un campeonato como este, hay que estar preparado y tomar el evento en serio. Ambos estuvieron entre los equipos que mejor jugaron durante esos días.

La sorpresa de Cuba

Los cubanos llegaron al torneo precedidos por la fama que trae el ganar cuanto campeonato internacional existe y presionados por demostrar que realmente podían competir al mejor nivel profesional.

Al final, aunque hay muchos factores que se pueden analizar, este equipo de Cuba luchó y se puso a la altura de la crema y nata del béisbol mundial. Se codeo con los mejores y se dio el lujo de eliminar a verdaderos trabucos, en todos los sentidos.

En el terreno, la selección demostró que el béisbol cubano todavía conserva algo de lo que tenía cuando la Isla era, sin discusión, la segunda potencia mundial en este deporte y exportaba muchos jugadores para diferentes ligas profesionales, incluidas las Grandes Ligas.

Cuba llevó un equipo joven, muy bien acoplado en el terreno de juego y con una motivación increíble. Los cubanos pelearon en cada juego como si fuera el más importante de sus vidas. De hecho, lo era. Supieron reponerse del nocaut que le propinó Puerto Rico en el partido final de la primera ronda.

Muy pocos especialistas apostaban por ellos después de esa debacle, pero se recuperaron. Con victorias sobre los equipazos de Venezuela y Puerto Rico, lograron el pase a las semifinales, dejando a todos boquiabiertos.

En las semifinales hicieron otra proeza al vencer a los favoritos de República Dominicana, en un partido en el que silenciaron a la poderosa alineación quisqueyana.

Cuba aprovechó muy bien el mal momento de los demás equipos, sobre todo el de Venezuela, un team lleno de toleteros de las Ligas Mayores que apenas pudo hacer nada ante los envíos de los lanzadores Yadel Martí y Pedro Luis Lazo.

Junto a Corea del Sur y Japón, fue el equipo que mejor preparación mostró en el terreno de juego, ni hablar de la mecánica de juego y del orgullo y la motivación con que jugaron. Este equipo fue superior a otros que en el papel lucían más fuertes.

El equipo nacional, a pesar de llegar a la final y ser uno de los mejores del Clásico, no se compara ni en calidad, ni en corpulencia física, ni en pitcheo, ni en técnica, con novenas de la Isla en décadas anteriores. No hay una estrella definida que sobresalga y pueda cargar al equipo en sus hombros. Basan su juego en la velocidad.

Talento de Grandes Ligas

A pesar de que ese equipo Cuba no muestra el poderío de otros de años anteriores, hay jugadores en esa selección que mostraron talento para jugar en el mejor béisbol del mundo.

Frederich Cepeda es un bateador ambidextro que puede conectar lo mismo con tacto que con poder. Promedió para 385, con 10 hits en 26 veces al bate, tres dobles, dos jonrones y ocho carreras empujadas. Mostró buen brazo desde el jardín izquierdo.

Yoandry Garlobo es otro bateador que está en un gran momento. Fue cuarto en average, con 480, disparó 12 hits en 25 veces al bate, con un cuadrangular y cuatro impulsadas. Fue elegido para el Todos Estrellas.

Yuliesky Gourriel, también del Todos Estrellas, tiene todo el talento del mundo para labrarse un futuro en este béisbol. Tiene sólo 21 años y puede jugar muy bien defensivamente la segunda base. Conectó dos jonrones. En total, nueve hits en 33 veces al bate para un average de 273. Tuvo problemas con los cambios de velocidad del estelar venezolano Johan Santana y con lanzamientos en rompimiento en general, pero es un diamante en bruto y tiene futuro.

Alexei Ramírez, de 16-6, con dos jonrones y 375 de promedio. Osmani Urrutia (345), de 29-10, hizo siete carreras impulsadas y un cuadrangular.

El pitcheo no siempre estuvo a la altura. Es contradictorio que un equipo que llegó a la final y le ganó a potencias como República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela, tenga problemas en el pitcheo. Analicemos qué sucedió en estos ocho partidos.

Yadel Martí y Pedro Luis Lazo merecen un capítulo aparte. Contra Venezuela y República Dominicana repitieron la misma dosis ganadora. Abrió Martí y relevó Lazo. En ambos casos la fórmula funcionó a las mil maravillas.

Los dos diestros permitieron a esas dos potentes alineaciones —repletas de jugadores establecidos en las Ligas Mayores— dos carreras limpias, en 18 entradas, y 13 indiscutibles. Las dos carreras fueron por un cuadrangular del venezolano Endy Chávez.

Miguel Cabrera, Bobby Abreu, David Ortiz, Albert Pujols, Miguel Tejada y los demás no pudieron conectar los lanzamientos rompientes del habanero Martí, ni las rectas del pinareño Lazo. Sus actuaciones fueron la causa principal de que el equipo llegara a la final ante Japón.

Ormari Romero tuvo un buen partido ante Puerto Rico y Holanda. El resto del equipo tuvo muchos problemas de control y con la técnica a la hora de lanzar. En general, no lucieron bien.

El pitcheo cubano finalizó en el octavo lugar colectivo. Los lanzadores otorgaron 41 bases por bolas en 72 entradas lanzadas, por mucho los más descontrolados de la competencia. Llamó la atención que el día de la final Romero fuera sustituido en el box, en la primera entrada, sin que apenas le hubieran hecho daño. El coach de pitcheo, José Elosegui, no confiaba en sus lanzadores.

Japón y Corea del Sur: béisbol de primer nivel

Los dos equipos asiáticos vinieron al Clásico para demostrar que en Asia sí se juega este deporte al mejor nivel, y lo demostraron. Tres de los partidos más vibrantes del campeonato los desarrollaron ambas selecciones.

Corea tuvo el mejor promedio de carreras limpias con 2,00 carreras por juego. Además, tuvo en Seung Yeop-Lee al líder de jonrones, con cinco, empatado en empujadas con 10. Corea jugó un béisbol práctico. Con la mejor defensa del torneo —no cometieron errores en siete partidos—, fue el único equipo hermético y tuvo un bateo que produjo a la hora buena. Mereció llegar a la final.

Japón, por su parte, tuvo varios puntales. El más importante, el MVP del Clásico, el lanzador ganador de la final, Daisuke Matsuzaka. Con tres victorias sin derrotas, fue el mejor serpentinero del torneo. Los nipones estuvieron a punto de caer eliminados en la segunda ronda. Sólo una inesperada victoria de México ante Estados Unidos les abrió el camino a las semifinales y después se ganaron, por derecho propio, el pase a la final con una victoria sobre Corea.

Estados Unidos y Venezuela, grandes decepciones

El equipo anfitrión decepcionó al quedar eliminado en la segunda ronda. Apenas mostró el verdadero nivel que debía tener, según los nombres de su róster.

En la primera ronda necesitaron ayuda de México para avanzar a la próxima etapa. Después, los mismos mexicanos se encargaron de mandarlos a casa, o mejor, a los campos de entrenamiento. El balance final fue de tres derrotas ante Canadá, México y Corea, y vencieron a Japón con una jugada controversial. Los norteamericanos dejaron mucho que desear y pagaron con el mal momento en que se encontraban la temprana eliminación.

Venezuela tuvo un destino parecido. Favorito antes del torneo y con un profundo pitcheo, les faltó bateo y por ahí se les fue la posibilidad de hacer un mejor papel. Promediaron para un anémico 186. Sólo los equipos de China, Panamá y Australia estuvieron por debajo de Venezuela.

Los estelares de Grandes Ligas, Cabrera y Abreu, apenas aportaron nada a su país. Se fueron de 18-0 en la segunda ronda. Anteriormente, en la primera etapa, apenas se destacaron ante los lanzadores de Australia e Italia.

Por su parte, República Dominicana no cumplió con las expectativas. Los poderosos bateadores quisqueyanos no lograron llevarse el campeonato, como tenían pensado y como sus aficionados esperaban. Sólo basta poner de ejemplo que colectivamente los toleteros del Caribe quedaron en el octavo puesto, con un average de 262. Selecciones como Taipei y Holanda finalizaron por encima de ellos en el casillero ofensivo.

Puerto Rico, en tanto, batalló pero no pudo con Cuba. Los boricuas, con un pitcheo sin grandes nombres pero de primera línea, lucharon hasta el último out su pase a la semifinal, pero al final sucumbieron en su propio patio y privaron a una ferviente fanaticada de disfrutar el éxito. San Juan fue una de las sedes que más calor le dio al Clásico.

Países que dieron color

México, por otro lado, fue clave en el curso que tomaría la competencia al eliminar a los anfitriones. Demostró una gran dosis de orgullo nacional en el partido frente a Estados Unidos. Los mexicanos llegaron a ese encuentro dispuestos a arrebatarles a sus vecinos del norte la posibilidad de continuar en el campeonato, y lo consiguieron.

La imagen de los jugadores mexicanos festejando su victoria —aunque ya estaban eliminados— demuestra lo que significó para algunos peloteros este torneo.

Canadá fue eliminado debido a las reglas de desempate del Clásico. Terminaron empatados con dos victorias y una derrota en la primera fase, pero fueron eliminados por las carreras permitidas. Los norteños no lo hicieron mal y su jardinero central Adam Stern —verdugo de Estados Unidos— fue líder de bateo del torneo, con 667 de average.

Panamá sintió la ausencia de varias figuras, entre ellos el astro Mariano Rivera, y se despidió del torneo sin una sola victoria.

Holanda tuvo en el lanzador Shairon Martins su mejor exponente, quien propinó un partido de cero hit-cero carreras ante el equipo de Panamá. China, Taiwán, Sudáfrica, Italia y Australia le dieron colorido al Clásico y a la vez internacionalizaron un deporte que pedía a gritos este evento desde hacía mucho tiempo.

Bienvenido el Clásico Mundial a la familia del béisbol. Sólo esperemos que los organizadores tomen en cuenta algunos factores que hubieran dado más brillo al evento. Pero ya de por sí se dio un paso hacia delante para colocar este deporte a nivel mundial.

© cubaencuentro

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