La ciudad de Miami no había contemplado una imagen así desde que los Marlins de la Florida ganaron la Serie Mundial de 2003.

Cientos de autos congestionaron las calles del downtown, decenas de banderas del Heat ondearon pasándose de unas manos a otras y las bocinas anunciaban el suceso que inauguraba una era en Miami al coronarse su equipo de baloncesto en la Conferencia Este.

La Final de la NBA comenzará en Dallas ante los peligrosos Mavericks, pero desde el más inexperto de los fanáticos hasta el más versado de los especialistas coinciden en que Miami podría conquistar el primer título de su historia.

"Si esto es así ahora, qué pasará si ganan el campeonato de la NBA", se preguntó Joel Fernández, quien no se considera un fanático de todo corazón. "Miraba los juegos de cuando en cuando, ahora no puedo despegarme de la TV".

El caso de Fernández es el de miles de aficionados cubanos que se han subido al vagón del éxito del Heat y han aprendido a descubrir la intensidad de unos play-offs que han roto récords de teleaudiencia.

Pero no es el de Ismael Landrín, quien asegura ser un seguidor del equipo desde los tiempos en que el cuartel general se encontraba en la Arena de Miami, y la Arena American Airlines, sede actual del Heat, era todavía un sueño en construcción.

"He sido un incondicional de toda la vida, a pesar de que como cubano me gusta también la pelota", explica Landrín. "Yo los admiraba desde la época en que Rony Seikaly era la estrella del conjunto y aún ni se pensaba en Alonzo Mourning ni Pat Riley, mucho menos en Shaquille O'Neal. A mí sí que no hay quien me haga un cuento".

Una final para el recuerdo

Al igual que Landrín, miles de aficionados han disfrutado y sufrido con los altibajos de una organización que surgió hace 18 años y siempre soñó con llegar a lo más alto, pero que por motivos de dentro y fuera del tabloncillo nunca se acercó a esa meta tanto como ahora.

Con la llegada de Mourning se abrió la primera ventana de oportunidad titular para Miami, pero los Knicks de Nueva York o los entonces poderosos Bulls de Chicago le cerraron el paso al Heat.

Tras el duro capítulo de la baja de Mourning a causa de su riñón dañado, el surgimiento de Dwyane Wade y el desembarco de O'Neal reabrieron las esperanzas justo en el momento en que Detroit parecía poner otra muralla en el sendero hacia la final.

Ya no más.

"Han sido muchos años de luchas, alegrías y sufrimientos", reconoció Mourning. "Estoy contento por el alto mando de esta franquicia y los aficionados que siempre nos acompañan. Tienen derecho a saborear cada minuto".

Eso es precisamente lo que están haciendo.

Después de todo, nunca antes Miami, reconocida como la Capital del Sol, se había convertido en la auténtica capital del baloncesto.

Los Dolphins conquistaron dos títulos consecutivos en los años setenta y los Marlins otros dos en 1997 y 2003, pero el Heat jamás se había acercado tanto a tocar el cielo.

"Si el Heat gana la Final, esto va a ser de locura", manifestó Audry Pérez. "Siento que este es el año. Wade y Shaq han llevado al equipo a una dimensión superior. El gigante va a cumplir su promesa y Miami se lo va a agradecer por toda la vida".

Sin embargo, el Heat sabe que no tiene nada ganado ante su rival en la final, los Mavericks de Dallas, que dispusieron en una cerrada pelea de los campeones defensores, los Spurs de San Antonio, y rebasaron a unos aguerridos Suns de Phoenix, que batallaron con más corazón que posibilidades.

Más allá de lo que puedan hacer los jugadores de ambos conjuntos, los fanáticos podrán observar de cerca las estrategias de dos coachs muy diferentes, pero igualmente efectivos.

Riley es la leyenda, el hombre que llevó a los Lakers y a Magic Johnson a cuatro coronas y el segundo dirigente en la historia de la NBA de alcanzar una final con tres equipos distintos. Avery Johnson, por su parte, se encuentra en su segunda temporada y es prácticamente un novato.

Que nadie lo dude, esta será una final para el recuerdo.

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