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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Cine

«Cuba es un lugar donde nada avanza»

Al habla con el alemán Florian Borchmeyer, codirector del documental 'Arte nuevo de hacer ruinas', sobre la decadencia de La Habana.

Las ruinas de La Habana fascinan por su belleza envejecida, pero no siempre a sus habitantes. El documental Arte nuevo de hacer ruinas revela un mundo desconocido detrás de las fachadas de edificios que se caen a pedazos y en el que rigen la resignación y la tristeza.

Los alemanes Florian Borchmeyer y Matthias Hentschler muestran en este filme —estrenado este verano en las pantallas de los festivales de cine de Locarno y Munich— a cinco personas que viven en edificios que están a punto de derrumbarse. Estos son, por ejemplo, el antiguo alojamiento de lujo Hotel Regina y el teatro Campoamor, pero también casas y una finca. Todos los edificios conservan huellas de un pasado mejor.

Borchmeyer, el autor de este espejo de la actual capital de Cuba, realizado meses antes de que Fidel Castro dejara provisionalmente el mando en manos de su hermano y desatara una ola de especulaciones sobre el futuro de Cuba, ha creado un paseo libre de clichés por rincones ocultos.

Lo acompaña un ruinólogo, el escritor cubano Antonio José Ponte. Esta, la primera producción de Raros Media para pantalla de cine, es metáfora para todo el país en ruinas que es Cuba. Entre resignación y melancolía, la vida de los cinco protagonistas no es más que el transcurrir del tiempo que desembocará en el derrumbe total de los silenciosos testigos de una Habana floreciente en el pasado y pobre en la actualidad. Las imágenes y los personajes hablan de la ambigüedad de sentimientos que provocan las ruinas.

Borchmeyer, director del filme, tiene desde comienzos de los noventa un pie en Cuba, "su patria electiva". Ha realizado una serie de reportajes sobre la Isla para la televisión alemana y escribe para el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung.

Durante la entrevista mantenida en Berlín, Borchmeyer se mostró convencido de que Arte nuevo de hacer ruinas llegará a Cuba, aunque sea por Internet y la divulgación de copias. "Hasta ahora ha entrado cualquier película al país", dijo sin la menor preocupación. Los productores del documental aseguraron, por otro lado, que esperan su entrada por el camino oficial. Desean participar con su obra prima en diciembre en el Festival de La Habana.

¿Cómo comenzó su relación con Cuba?

Desde el principio de los años noventa, cuando era estudiante, me interesaba ir a Cuba, sin, de hecho, saber mucho de Cuba. Tenía una beca del gobierno de Baviera. Me permitía ir a cualquier país del mundo que me sirviera para mis estudios. En aquel momento vivía en Francia, estudiaba filología francesa y española. Pensé que dentro de algunos años Cuba no sería la misma, y que tal vez sería el único lugar en el que se habla español al que sería muy difícil acceder después, a través de una vida profesional. En 1997 finalmente llegué con dos maletas a La Habana, sin siquiera tener una inscripción en la Universidad. La aventura dura ahora ya nueve años.

¿Era fácil entrar?

Sí, era fácil entrar con una tarjeta de turista. Pero entrar con la idea de quedarme un año, para mí ya era algo más difícil. Me fui después de un año pensando que este tiempo, en las circunstancias de vida que propone Cuba, me era suficiente, pero uno no se la quita de encima tan fácilmente.

¿Qué tal anda su relación con Cuba? ¿Aumentó el odio?

El odio no, pero sí la conciencia de la estagnación social tan increíble que existe en Cuba. Esa inmovilidad social total, que no se refleja únicamente en lo económico y político, sino también en las vidas de las personas. Cuba es un lugar donde nada avanza. Esto es, a mi juicio, el motivo por el cual muchos se quieren marchar de allí.

¿Percibe una sensación de tiempo totalmente distinta a la de cualquier otro país? ¿Es un lugar intemporal de alguna manera?

Noto otro ritmo de tiempo. Es como viajar a otra galaxia. Es un espacio en el que reinan otras leyes de tiempo y otras leyes de lógica. Es una especie de contrauniverso raro que puede tener un gran encanto. Creo que para muchos artistas lo tiene, y que esa diferencia en la percepción del tiempo y de la lógica es lo que los tiene allí, pero este contrauniverso también es totalmente anacrónico.

La inmovilidad del país tiene mucho que ver con las ruinas, y este es el tema de la película. Es algo que está prácticamente sin cambiar, pero que se está acercando cada día más al peligro de derrumbe. Estoy hablando de la arquitectura de la ciudad que, en gran parte, ya se encuentra en el estado que los urbanistas llaman estática milagrosa: estática milagrosa quiere decir que las leyes de la física no saben explicar por qué estos edificios se mantienen en pie. Es todo un milagro y eso a todo nivel de la sociedad y de todo el país se puede observar.

¿Ve a la gente venida abajo, deshecha, al punto de 'derrumbarse'? ¿Se transformaron las personas en esas ruinas?

No hubo grandes cambios en los últimos nueve años, porque el nivel de ruinización de la ciudad y el país existía diez años atrás. Llegué a Cuba después de un período en el que la situación del país se había agudizado económicamente. Lo que sí ha cambiado, a mi modo de entender, es la pérdida de una perspectiva. Porque después de ese período, a comienzos de los años noventa, se legalizó el dólar y se legalizaron ciertos negocios privados en Cuba.

En el momento que llegué a Cuba, en 1997, se notaba que eso había despertado cierta esperanza. Observé un cierto nivel de desenfado en la población. Como todos estos pasitos hacia una apertura de la sociedad fueron corregidos por otros pasitos atrás, se creó ese ambiente de inmovilidad y se estableció un gran nivel de frustración en la población. Quiere decir que sí hay una relación entre las ruinas y las personas. Es lo que dice Antonio José Ponte, que es uno de los protagonistas de la película: "De alguna manera los habitantes de las ruinas también son ruinas".

Las personas retratadas tienen mucha capacidad imaginativa y añoran el pasado…

Sí, es como una especie de fantasma de un pasado ideal que tal vez nunca existió y también es una especie de refugio, porque uno tiene que refugiarse en un pasado más saludable si el presente está en ruinas. Eso también lo experimentan prisioneros en la cárcel. Raúl Rivero me dijo en Madrid, en la redacción de Encuentro, que cuando estuvo preso pensaba que era un hombre sin futuro. Entonces el lugar en el que se refugiaba era su propia memoria del pasado, y de esa forma era su poesía.

Eso ocurre con las ruinas, la cárcel y en muchas situaciones, pero si una capital entera o un país entero, que también tiene apariencia de cárcel porque no hay salida, está en ruinas, entonces lo que tiene en común todo habitante de la ruina es la necesidad de refugiarse en algo, y creo que eso es común a todos los personajes de la película.

El refugio siempre es solitario…

Justamente uno de los personajes se refugia en el recuerdo del pasado o en el taichi, en algún arte marcial que lo saca de su miseria actual; pero otro se refugia en la convivencia con sus palomas y arruina por ello su propia vida social. Ya no le hace caso a los seres humanos, e incluso lo deja su mujer por las palomas.

Es reflejo de todo lo que dice la película, y en algún momento está analizado por Ponte, que es el ruinólogo, el gran investigador de las ruinas. Dice que la gente, como no tiene esperanza y no puede reconstruir lo que se está cayendo, se está refugiando en algo donde tal vez no haya esperanza. Aquella pasión por lo inhumano significa que sacrificas tu propia vida. Al fin y al cabo completas, por el camino de la imaginación, las piezas que le faltan a tu edificio.

¿Puede explicar un poco más el 'arte nuevo de hacer ruinas' del que habla? Porque las ruinas ya están ahí, no se hacen.

Pues, de algún modo se hacen, pero eso es una reflexión muy ambigua. Surgió hace ya siglos un arte de hacer ruinas y tuvo su mayor momento en la época del romanticismo europeo. Al pintor alemán Caspar David Friedrich le fascinaban las ruinas de abadías, y la aristocracia inglesa construía ruinas artificiales por la falta de reales. Esta tradición se mantiene en Inglaterra. David Beckham se puso ruinas artificiales en el jardín.

Las ruinas cubanas resultan de la irresistencia de la población a la decadencia y de la falta de recursos para poder resistir. El arte de hacer ruinas es en este caso otra forma de hacer ruinas. Se llama arte nuevo de hacer ruinas, porque se trata de la paradoja de construir una capital en ruinas a partir de una capital que antes estaba entera.

En la película usted expone la teoría de Ponte de que Castro crea mediante las ruinas una sensación de que Cuba ya fue bombardeada por los imperialistas. Una persona como Fidel Castro debe ver la situación de la gente, cómo viven los ancianos en esas casas que se caen, que familias enteras están expuestas día a día al peligro de que en cualquier momento una piedra les puede caer encima y matarlas…

El protagonista Ponte plantea en la película que toda la idea de Fidel Castro está basada en el hecho de que puede haber en cualquier momento una invasión americana. Para justificar este constante estado de guerra, en el que se encuentra Cuba desde hace medio siglo, tiene que haber un reflejo de esa guerra en la ciudad. Para justificar arquitectónicamente, dice Ponte, ese discurso de la amenaza de la invasión, la ciudad tiene que tener ese aspecto, como si ya hubiera sido bombardeada, como si la invasión ya hubiera tenido lugar. Y este es el arte nuevo de hacer ruinas.

Creo que a Fidel Castro le pasa lo mismo que a todos los dictadores que llevan mucho tiempo en el poder. No pueden ya, incluso por un mero problema de seguridad, ir descubriendo la vida de sus súbditos. No puede Fidel Castro hoy día, como lo hacía en los años sesenta, pasear por La Habana e ir a las casas de las personas. Creo que como en toda vieja dictadura hay una necesidad de los funcionarios de más alto rango, de la aristocracia comunista, de proteger a su jefe de la información sobre el estado real de las cosas por un interés propio, porque los ministros tendrían que reconocer su propio fracaso.

Si ves las rutas que hace Fidel Castro por La Habana. Toma toda la 5ta Avenida, el Malecón y después entra al Paseo del Prado. Las avenidas principales están bien arregladitas, y cada vez que Fidel Castro tiene que participar en una ceremonia, arreglan la calle para que el jefe no se dé cuenta del estado de decadencia de los caminos de circulación.

Creo que el mismo señor Castro ya vive en un mundo ficticio y no conoce la dimensión real. Eso es normal de parte de un presidente. No va a subir a pie varios pisos en un edificio que tiene el ascensor roto para ver el derrumbe de un antiguo hotel, o cómo se vive en las ruinas de un teatro. Es la razón por la cual no puede conocer el estado de ánimo de las personas que viven en las ruinas.

¿Sus personajes son representativos o son casos fuera de lo común que encontró y le sirven para mostrar un lado oscuro de Cuba?

Diría que no son comunes porque tienen un nivel alto de reflexión y una fuerza de lenguaje que me sorprendió mucho, porque cada uno de estos personajes parece un poeta. Me pasó que, después de ver la película, la gente me preguntaba si yo había escrito los textos que ellos dicen, porque a veces uno tiene la impresión que tienen una forma de expresarse que hace pensar que un autor los escribió; pero todo lo que dicen surgió delante de la cámara.

A mí me parece, sin embargo, que son personajes bien representativos de los habitantes de ruinas, y la selección equilibrada de los protagonistas tenía mucha importancia para mí y Matthias Hentschler, el codirector de la película. Entre ellos hay de todo: desde intelectuales, pasando por terratenientes expropiados, hasta personas que tienen un nivel bajo de educación y hablan mal el español. Mostramos todos los estratos de la sociedad, si es que uno puede hablar de eso en una sociedad como la cubana.

También, en cuanto a edad, mostramos de todo un poco, desde jóvenes hasta ancianos. Algunas veces me reprocharon que había escogido a personas muy extremas. Este reproche sólo ha venido de personas que no conocen bien Cuba, porque está claro que a un extranjero que viene de visita turística siempre le van a hacer el pequeño teatro de la salsa y del buen humor.

En su documental trató de evitar los típicos clichés…

Sí, porque las personas que se meten con los turistas son las que por un interés financiero les quieren vender este cliché del buen salvaje que baila y goza y no se preocupa, para que el extranjero encuentre lo que está buscando. Pero se trata de una parte de la población que se dedica a lo que se llama el jineterismo. Las personas que salen en la película no pertenecen a ese sector de la población.

La sociedad habanera no es tan alegre, creo. Hay mucha melancolía, dolor y fatalismo en las personas, y también una profunda reflexión sobre la muerte que es algo constante en todos los personajes. Cuba es uno de los países con la cuota más alta de suicidio femenino y si uno ve los personajes femeninos en la película, a diferencia de los hombres, quienes se refugian en algo, se están echando la culpa a sí mismos. Me impactó el sentido de culpa de las mujeres que entrevisté.

Es sorprendente cierto tono o ambiente alemán en la película. El ruinólogo Ponte también menciona la 'Muerte en Venecia', de Thomas Mann. Todo ello se refleja en la música que escogió, en el ritmo de las imágenes…

Quizá haya más puntos en común entre los alemanes y los cubanos de lo que uno piensa. Hay una cosa que está clara. Yo soy alemán. Me crié en Alemania y no tengo familia latina. Quise hacer un documental sobre mi patria electiva, que es Cuba, pero desde un punto de vista reconociblemente alemán, un aspecto que permita entender que la persona que entrevista en español a cubanos, en una película en la que no se habla ni una palabra de alemán, es alemana.

¿En qué consiste ese aspecto?

Consiste en que la música en gran parte es de Gustav Mahler y Franz Schubert, entre otros. El aspecto alemán también se refleja en los pensadores, como Thomas Mann o Georg Simmel, que menciona un cubano: Antonio José Ponte, quien también basa su pensamiento en Walter Benjamin. Además, la fotógrafa de la película, Tanja Trentmann, ha intuido desde un principio muy bien la idea que yo tenía. Tiene que ver con ciertas pinturas del siglo XIX. Estaba pensando en los paisajes de Caspar David Friedrich.

En sus pinturas, los seres humanos de alguna manera forman parte del paisaje. Igualmente lo hace el pintor suizo-alemán Böcklin. Un cuadro de él se llama Mansión en el mar (Villa am Meer). Muestra a una mujer que está frente al mar, pero ella es parte del paisaje, igual que las ruinas. Esa era la idea desde un principio, que el ser humano, en esa película, entre en el ámbito de su arquitectura de la ciudad y de la arquitectura que lo rodea. De esa forma, de alguna manera, el ser humano se transforma en la arquitectura. La arquitectura y el ser humano se reflejan mutuamente.

En términos prácticos visuales nos orientamos en el fotógrafo Robert Polidori, que ha fotografiado muchas ruinas en todo el mundo, desde las ruinas de la central nuclear de Chernóbil hasta ruinas clásicas en Oriente Próximo, y las ruinas de Nueva Orleans después del Katrina, y de La Habana, precisamente ruinas habitadas.

Siempre quise hacer algo con la ruina del teatro Campoamor y un fotógrafo alemán me dijo: tengo un libro en el que sale tu teatro. Y era el libro de Polidori, quien sacó fotos del teatro cuando era todavía un parqueo de bicicletas. Una foto preciosa de un lugar en ruinas que está lleno de bicitaxis. Esta era mi referencia visual, que no tiene necesariamente que ver con Cuba, porque el mismo Polidori ha fotografiado un teatro en Detroit donde pasa lo mismo. Es otra ciudad en ruinas.

Hay un teatro parecido que es un parqueo de autos, y por eso siempre me hubiera gustado enseñar la película al lado de uno de los dos recientes proyectos americanos que retratan ruinas americanas. Porque alguien puede decir que yo estoy retratando las ruinas del comunismo, pero entonces me interesaría que se pusiera al lado uno que enseñe las ruinas del capitalismo, porque no soy tan partidario. La película no es política, aunque comprende aspectos políticos, pero no es lo dominante en ella.

© cubaencuentro

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