La ayuda para la democracia desde el exterior sirve a los disidentes cubanos a soportar el acoso, la hostilidad y la vigilancia de veinticuatro horas de la policía, dijo el activista Jorge Luis García Pérez.

La vida para disidentes y presos políticos es “tan difícil como se pueda imaginar”, declaró García en una entrevista que tuvo lugar en La Habana. “Hay un ambiente represivo a lo largo y ancho del país”.

García, apodado Antúnez, sobresale entre los disidentes cubanos por su fuerte resistencia frente al Gobierno y el alto precio que ha pagado por ello.

Ha pasado 17 años y 38 días en prisión, lo que ha inducido a que algunos de sus compañeros en la oposición lo llamen “el Nelson Mandela de Cuba”.

García, de 46 años, declaró que no se propuso convertirse en un activista antigubernamental, y que durante una actividad pública el 14 de marzo de 1990 espontáneamente había agarrado el micrófono y se había puesto a gritar “¡El comunismo es un error!”.

Por eso terminó en prisión, y por sabotaje tras supuestamente incendiar un cañaveral.

García escapó de la prisión en 1992, pero fue apresado nuevamente el mismo día. Éste y otros delitos añadieron años a su condena inicial de seis años. No fue liberado hasta 2007.

“Es una vida difícil”, dice, pero la causa es “justa”.

Y la ayuda de los “hermanos” cubanos “del exilio” resulta crucial, añadió.

“Gracias a esa ayuda hemos podido sobrevivir”.

Las autoridades cubanas sostienen que los fondos provenientes de EEUU han creado un movimiento disidente “fabricado”, pero García y otros activistas rechazan estas afirmaciones.

Con frecuencia los activistas antigubernamentales pierden el trabajo y se encuentran sin medios para sostenerse, señaló García. Los disidentes luchan por cubrir sus gastos, incluyendo el coste de los viajes para reunirse con otros activistas.

García piensa que el apoyo financiero estadounidense a los disidentes cubanos ha disminuido tras la llegada de Barack Obama a la presidencia en 2008.

Obama es un “buen presidente”, pero el presidente George Bush era más abierto y directo en la ayuda al movimiento pro democracia.

García vive en el pueblo de Placetas, en la provincia de Villa Clara. Declaró que la policía cubana le mantiene, a él y a otros disidentes, constantemente vigilados para intentar aislarlos y hacerlos parecer delincuentes comunes.

“Es una vida muy difícil”, señaló, pero es una “causa justa”.

Las casas de los disidentes parecen puestos de la policía política, dijo, porque los agentes del Gobierno se instalan alrededor de ellas para mantener la vigilancia sobre los opositores.

García señaló que esta vigilancia hace que moverse de un sitio a otro sea “una odisea”.

Señaló que últimamente le sigue la policía, a donde quiera que va, en un Lada rojo, y que le han prohibido viajar a otras ciudades como Holguín, Santiago y Camagüey.

Los cubanos no tienen libertad para viajar, protestó.

“Somos rehenes de la dictadura. Tenemos que pedir permiso para salir o entrar a nuestro país”, declaró García, y añadió que no tiene intenciones de abandonar el país.

Dijo que si bien los disidentes necesitan ayuda exterior, se debe dejar que sean los cubanos los que decidan su futuro.

“La libertad de los cubanos debe decidirse entre cubanos”.

Y para lograrla, dijo, los activistas tienen que ganar las calles. “Ese es el espacio de la lucha”, que describió como no violenta. “Promovemos la desobediencia civil (…) la resistencia cívica como método de lucha”.

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