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Literatura

«No hay que ser buen escritor para ganar el Premio Nacional»

La poetisa Lina de Feria, recientemente exiliada en EE UU, habla con 'Encuentro en la Red' sobre la situación actual de la cultura cubana.

Calificada por Raúl Rivero como una de las voces poéticas más poderosas de la literatura cubana, la escritora Lina de Feria vive desde hace un par de semanas en esa otra Habana que es Hialeah.

Nacida en Santiago de Cuba hace 60 años, De Feria estudió Letras en la Universidad de Oriente y continuó en la de La Habana. Entre otros reconocimientos, obtuvo en 1967 el Premio David por su poemario fundacional Casa que no existía, que compartió con Luis Rogelio Nogueras, y el Premio de la Crítica Literaria en 1991, 1996 y 1997, por los volúmenes A mansalva de los años, El ojo milenario y Rituales del inocente, respectivamente.

¿Por qué decidió abandonar el país en este preciso momento?

Fundamentalmente porque el libro último que escribí, El ángulo de los ocasos, era prácticamente impublicable en mi país. Ya estaba teniendo una objetividad frente a determinados problemas que impedían que mi lenguaje fuera exactamente como era antes: ahora es un poco más agresivo.

No querer tener guardados estos materiales, junto a la presión de la reunificación familiar con mi hijo, del que estaba separada, hicieron que tomara la decisión de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.

¿Tenía algún indicio de que algo más grave fuera a sucederle?

Ninguno en concreto, porque yo no lo di al conocimiento público. Incluso no lo leí. La gente más cercana me decía que esto no lo podía publicar en Cuba porque me iba a ocasionar problemas. Me vi en una situación insostenible. Siempre he tenido un discurso singular, nunca he sido una poeta oficialista; pero en este momento ya había tomado una posición específica en relación con la objetividad de lo que estaba pasando en mi país.

¿Qué fue lo último que publicó en la Isla?

Mi último libro fue publicado en agosto pasado. Se llama Absolución del amor. Tenía otro libro en proceso de edición, De los fuegos concéntricos, que debía ser publicado en Cienfuegos. Pero no sé si saldrá. Tengo la fuerte creencia de que la mejor actitud fue la que tomé, porque el estado de simulación puede ser grave para la destrucción propia del ser humano.

¿Es cierto que estaba nominada para el Premio Nacional de Literatura de este año?

Es cierto. Me lo comunicaron estando ya en México, a través de una llamada telefónica de Virgilio López Lemus, quien avisó al escritor que me había invitado a México a presentar un libro. Le dijo que yo estaba nominada al premio.

¿No le resultó raro que esa noticia se la comunicaran estando en México, y no antes?

A mi nunca me ofrecieron viajes oficiales. Tengo un "dossier". Estuve tres años en prisión, entre 1981 y 1983. Presionada y agobiada por la situación de los mítines de repudio que se estaban sucediendo, me presenté en la Embajada de México y le pedí al custodio que me disparara, para que mi desesperación sirviese de un llamado al mundo por lo que sucedía en Cuba. Me apresaron y, tras un juicio amañado, me condenaron bajo la acusación de querer entrar en la embajada.

Antes, fui sometida al proceso de parametración en los años setenta por no estar de acuerdo con la política del Consejo Nacional de Cultura. Eso me costó estar alejada de todo, en Radio Enciclopedia, durante más de veinte años.

Por esas cosas, hacia mí había como una duda esencial, una cosa soslayada. Había personas que tenían una actitud muy noble y humana conmigo, pero eran personas. En realidad, a la hora de hablar de una institución, la cosa era diferente.

Había una presión muy grande de los jóvenes de la Isla en relación con mi obra. Yo había sido nominada para el Premio Nacional de Literatura el año pasado, y no fui seleccionada. Dicen que no había quien me lo quitara este año, pero en realidad sé que tampoco me lo iban a dar. No era un premio posible para mí, por el dossier que tengo, que siempre de alguna forma se guardó.

¿Qué es necesario tener en Cuba para obtener el Premio Nacional de Literatura?

Decididamente, y esto no es hablar mal de la literatura cubana, se ha visto en los últimos premios que no hay que ser un buen escritor para ganar el Premio Nacional de Literatura. Eso está determinado por otras circunstancias. A veces, por la decisión del jurado, que decide que alguien de su generación salga premiado. La calidad de ese premio ha estado muy deteriorada en los últimos años.

¿Cómo evalúa la actual industria editorial cubana, si es que puede llamársele así? ¿Hay expectativas de apertura o de recentralización?

Hay un problema de recentralización. Eso viene hasta en la posibilidad de los jurados. Una de las maneras que hay para publicar en Cuba es a través de los premios y concursos. Realmente cuando uno hace el papel de jurado, se tropieza con criterios que son limitados. No voy a decir nombres, pero me ha tocado compartir con gente que tiene prejuicios terribles en relación con la libertad de expresión, y que caminan mucho por vías oficialistas. Es la verdad.

Le puedo hablar de un sistema lleno de pugnas, en el cual se trata de hacer algunos dossier, como el de La Gaceta de Cuba sobre las Ediciones El Puente, que fue bastante loable. Esas cosas son difíciles de hacer. Hay gente que se está arriesgando. Son personalidades que se arriesgan, sabiendo que la pugna está en vilo. Hay una espada de Damocles. El sentimiento de libertad de expresión no está dado por una virtual apertura, sino por un cierre enorme.

Por ejemplo, yo tengo literatura que no he publicado, sobre la salida de los balseros en Cuba, y eso lo tuve que programar por la Iglesia de Santiago de Cuba, porque cuando lo leí en Santa Clara fue apoteósico, podían haberme hasta llevado presa. En Cuba la censura es extrema.

¿Puede hablarse hoy de una involución en el poder de la UNEAC y del Ministerio de Cultura en algunos temas?

Hay grupos específicos que tienen el poder en determinadas esferas. Por ejemplo, en las publicaciones de la UNEAC, del Instituto del Libro. La gente de las escalas oficiales se publican ellos y su grupo. Por ejemplo, en el Centro Dulce María Loynaz hay un grupo específico que se autopromueve. Hay mucha gente de base que está haciendo cosas interesantes, que está totalmente limitada.

El comentario más reciente que dejé en Cuba, era que iban a quitar al ministro de Cultura, Abel Prieto. Es como si hubiera un disgusto con la política, hasta cierto punto de cierta libertad, que se logró con él. Ahora está ese comentario terrible. La gente está anonadada con que pueda pasar algo que cierre todavía más la situación.

¿Cómo valora el panorama cultural cubano en sentido general?

Hay gente que está implicada en un discurso viejo, trasnochado. Hay un poder detrás del poder, por decirlo de alguna forma. Es el poder, sobre todo, de los jóvenes que están buscando una manera de hacer, desde provincia, más cultura. Por ejemplo, en Cienfuegos, Santa Clara; pero en La Habana está cerrada toda posibilidad, a no ser que usted tenga un nombre.

Todo lo que yo tuve, lo gané con mi obra. Mi camino fue largo desde que salí de prisión. Me ayudaron personas que fueron muy honestas, pero realmente fue la obra la que determinó que volviera a coger una posición en la cultura cubana, así como los premios que obtuve. Eso determinó que pudiera publicar.

Conmigo se tenía como una especie de "que diga lo que quiera". Pero ya en los últimos tiempos, en Absolución del amor, un escritor me dijo que tenía que quitar una parte del libro que se llamaba "Los apuntes de la mesa", donde yo hablaba del gobierno fantasma. Entonces ahí es donde viene mi decisión, porque estaba segura de que no iba a poder seguir escribiendo con honestidad.

Hay un intelectual muy brillante, cuyo nombre me reservo porque radica en Cuba todavía, que me dijo: 'Lina, vivir en Cuba es una indignidad'.

Algunos dicen que la Cuba de hoy es intelectualmente más pobre que hace unos años. ¿Usted qué opina?

No creo en la cultura masiva. La eliminación de la especialización en la educación cubana es uno de los cauces más terribles para que se creen figuras llenas de vacío cultural. Esto está dando pie a que haya una especie de instrucción, pero no una educación. Eso es lo que pasa también en las maneras, los tratos, conductas y comportamientos de la gente.

En Cuba hay un nivel de alcoholismo espantoso, hay un nivel de huida grande. Todas las necesidades económicas inducen a dar un criterio de que realmente la educación está hipertrofiada. El concepto de educación en Cuba es difícil, porque, como es gratuito y hay una universalización de la enseñanza, se cree que eso está funcionando bien. Y en realidad estamos formando gente que tiene un nivel de instrucción, pero mucha carencia de talento.

© cubaencuentro

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