Economía, Cambios, Reformas
Actualización del absurdo y avance hacia ninguna parte
¿Servirán los submarinos y los tanques para resolver problemas de la economía?
No hay nada más inútil y frustrante que pretender mejorar cualquier cosa que no sirva para nada. Y mientras más seriamente se intente, más inútil y frustrante es el resultado.
Es lo que sucede en Cuba con la tan llevada, traída y cacareada, “actualización” del modelo, con la que Raúl Castro, en estos días peripatético, pretende oxigenar un cadáver que, además de rigidez, hace rato despide pestilencias que no dejan demasiado espacio a la esperanza. Sin embargo, ni la búsqueda de ayuda económica en China, Vietnam y Rusia, ni mucho menos la de armamentos, lograrán que el neocastrismo se levante y ande como si fuera San Lázaro.
A pesar de los esfuerzos de muchos pensadores y funcionarios para sustentar o justificar un “modelo” cada vez más surrealista y disfuncional, no hay manera de dar sentido al absurdo ni hacer coincidir objetivos con planes, mecanismos, intereses, intenciones, dirigentes y estilos, donde cada quien mira solamente hacia sí, y a pesar de todo lo que se proclama, nadie trabaja coordinadamente ni a nadie le interesa hacerlo: un modelo perfecto de “capitalismo salvaje”.
No se trata de “imperialismo”, “mafia de Miami”, “bloqueo”, “crisis internacional”, “sequía”, “huracanes”, “gusanera”, “campañas contra Cuba”, “mercenarios”,“agentes de la CIA”, sino de problemas y dificultades derivados de las profundas deficiencias intrínsecas y genéticas del sistema, de eso que el régimen llama “socialismo” por llamarle de alguna manera, pero que ni los mismísimos Marx y Engels serían capaces de explicar hoy en qué consiste ni lo que pretende.
El régimen padece insuficiencias innatas que no las puede extirpar o aliviar ni el más organizado de los partidos comunistas, ni tampoco los “cuadros” más brillantes; imposible “perfeccionar” un árbol que, al nacer torcido, no endereza su tronco: tarea que debería quedar para el reino de lo divino, pero se supone que los comunistas sean ateos.
Ante estas realidades, ¿para qué está buscando Raúl Castro en Rusia submarinos, tanques y nuevas tecnologías militares, según la prensa rusa? ¿Acaso para enderezar la economía o “actualizar” el sistema? ¿Para producir alimentos? ¿Para construir viviendas? ¿Para obtener agua potable? No será para combatir a Estados Unidos, que no pretende invadir a Cuba, a pesar de la interminable propaganda del régimen en este sentido. Y, además, no estamos en la época de las guerrillas del Segundo Frente oriental. Si EEUU atacara la Isla, de nada servirían esos tanques y submarinos rusos en una guerra sofisticada y digital, en que aviones, misiles y computadoras deciden las acciones combativas.
Los problemas son reales y tienen que ver con los tiempos de Raúl Castro, que ya cubren seis años desde julio del 2006: el famoso vaso de leche que no aparece; o la reforma migratoria que no se materializa, o la tierra entregada en usufructo sin condiciones para trabajarla; o los créditos a particulares para construcción y reparación de viviendas, que no alcanzan para mucho, o el fracaso absoluto de la producción agropecuaria estatal, o los derrumbes de edificios y viviendas, o la corrupción, o la crisis del transporte, o las indisciplinas laborales, o la crisis en la educación, o los deterioros permanentes en la salud pública, o la fuga de deportistas y profesionales, o la descapitalización del país, o los salarios insuficientes para vivir, o… inacabable la lista. Se supone que todo eso está en “perfeccionamiento” o “actualización”, ¿no?
Sin embargo, ¿cuál de esos problemas se resuelve con submarinos y tanques? La propaganda oficial se centra en problemas “locales” y “la burocracia” en abstracto, es decir, juega con la cadena, nunca con el mono. Cada vez que intentan resolver un problema y le dedican un poco de atención, surgen dos o tres nuevos, derivados de la forma en que funciona el que se quiere resolver, y entonces hay cada vez más problemas, mucho más complicados, complejos y difíciles que el que se pretendía resolver. Así se van multiplicando como reacción en cadena. Crisis que no puede decirse que sea muy difícil de resolver, porque es imposible hacerlo.
Tratando de organizar los contratos, para darle solidez a la burocrática planificación centralizada, el conflicto que más sale a flote recientemente, por entre el marabú, la moringa y las “mini-reflexiones” de quien tú sabes, es el de los incumplimientos de los pagos entre empresas productoras y receptoras de productos y servicios, es decir, entre vendedores y compradores, que el argot del eufemismo oficial en Cuba le llama “impago”, y que en buen castellano debería llamarse relajo.
Si los compradores no pagan, los productores no pueden seguir produciendo. Y si los productores no producen no tienen nada que vender, y los compradores nada que comprar (eso que Marx llamaba reproducción simple y ampliada, ¿recuerdan, señores marxistas?). Y si no hay ni vendedores ni compradores, no funciona la economía, no se “realiza” la mercancía (¿recuerdan, señores marxistas?). Entonces, ¿qué importancia tiene que haya miles o millones de militantes del partido tratando de resolver los problemas? ¿De qué sirve que los chinos otorguen algunos créditos, los vietnamitas regalen toneladas de arroz, y los rusos ayuden a perforar petróleo?
Y si está claro que ni con el apoyo de chinos, vietnamitas y rusos se pueden resolver los problemas de la economía, ¿qué sentido tiene buscar submarinos y tanques? Porque no pensará nadie que volverá el tiempo de los subsidios soviéticos al Gobierno cubano.
¿A que se reduce, entonces, la “actualización del modelo” neocastrista? A más de lo mismo, a promesas incumplidas, a interminables reuniones que conducen a ninguna parte, a pedir donaciones y créditos a gobiernos que estén dispuestos a darlos.
¿Nada más? Sí, como no: también a buscar submarinos y tanques de guerra.
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