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Actualizado: 09/05/2024 0:28

Opinión

Disidencia, melancolía y esperanza

Algo anda mal cuando del cielo opositor caen sobre la bandeja de Castro los motivos que éste acostumbra a esgrimir para la coerción.

En "La intención es un triunfo" ( Encuentro en la Red, mayo 20, 2005), Oscar Peña resumió el escepticismo que concitaba la Asamblea para Promover la Sociedad Civil (APSC): Castro "no va a permitir una cumbre disidente. Es mucho su temor". También Jorge Pomar escribió: "se da por descontado que el gobierno [castrista] impedirá por todos los medios la Reunión General [adonde], para su comprensible terror, asistirían [hasta] personalidades de rango mundial" ("Peligros y oportunidades (I)", Encuentro en la Red, mayo 16, 2005).

Al parecer no era tanto, ni comprensible, el temor de quien tiene la sartén política cubana cogida por el mango de la fuerza. Los silogismos de Peña y Pomar se despeñaron por la cuneta del desconcierto, porque no repasaron la historia en el sentido del filósofo alemán Walter Benjamin: "adueñarse del recuerdo tal como relampaguea en un instante de peligro".

Historia y estilo

El 16 de mayo de 2002, los líderes de la disidencia interna se reunieron en tandas separadas (a favor y contra el Proyecto Varela), bajo la protección de la policía de Castro, con el ex presidente norteamericano Jimmy Carter. El surrealismo político cubano aguantaría que, para el año siguiente, la misma policía arremetiera contra opositores pacíficos que habían participado en el encuentro con Carter, así como en contra de otros que venían actuando abiertamente mucho antes de la insólita reunión.

Quizás Castro se abstiene de reprimir cuando él mismo piensa que costará más que tolerar. Su realismo político permitió ya que los obispos cubanos divulgaran la carta pastoral El amor todo lo espera (1993). Cualesquiera otros ciudadanos hubieran dado con sus huesos en la cárcel por delito de propaganda enemiga.

En la Isla hay que echar de menos las expectativas fundadas de comportamiento del Estado, es decir: el Estado de Derecho. Muchos cumplen largas condenas por actos de poca monta en comparación con la APSC. El Código Penal (1986) prescribe que el jefe municipal de la policía vele por que los beneficiarios de licencia extrapenal mantengan "buena conducta". De lo contrario, vuelven a la cárcel.

Este resorte jurídico no se dispara contra Martha Beatriz Roque, pese a su continua tesitura antigubernamental. Sin embargo, Castro ha encarcelado de nuevo a René Gómez Manzano, y Félix Bonne Carcacés arrostra la expropiación de su vergel, que sirvió de escenario a la APSC, por insuficiente "nivel de explotación de la tierra".

Crisis de la alta cultura

No podía ser menos en un país donde se ha expropiado hasta un "camión tipo plancha marca Ford de 1954" por razones de "utilidad pública e interés social" (Resolución 71 del ministro de Transporte, septiembre 27 de 1989). Aun la pimpante Ley 88 (1999) intriga por su "principio de oportunidad": al arbitrio del régimen castrista queda perseguir o no a los culpables, que se tachan indefectiblemente de guardar filiación mercenaria con la superpotencia extranjera y perpetrar actos contra la seguridad del Estado.

Tan subida...

Tan subida peligrosidad exigiría la reacción más enérgica e inmediata, pero Castro dio largas al asunto y aun prefirió infiltrar segurosos entre ciudadanos que expresaban sin tapujos sus opiniones contrarias al gobierno. Así inoculó el temor y la desconfianza, que se auguran para siempre en la dedicatoria del libro Los disidentes (2003): "A los héroes anónimos que, dentro y fuera de Cuba, vigilan (sic) en la sombra…".

En su Teoría general del estado corporativo (1939), Carlos Costamagna reconoció al menos que "el juez debe entenderse ligado a la concepción política del régimen, porque éste, en algunos casos, no estará ligado al Derecho". Castro sigue pregonando el sentido jurídico de justicia por entre la aplicación selectiva de la ley, la falta de garantías y la regresión doctrinal hacia decisiones judiciales como el fusilamiento terapéutico.

Para justificar la represión, suele reemplazar al disidente por el mercenario. Casi cinco siglos atrás, Nicolás Maquiavelo aclaró: "Cuando algunos partidos militantes dentro del Estado llaman a favor suyo fuerzas exteriores, es por defectuosa constitución política, al no haber otros recursos sino ilegítimos para expresar el disgusto o la animosidad de los ciudadanos" ( Discurso sobre la primera década de Tito Livio, 1531).

Ortega y Gasset remacharía filosóficamente otro clavo sociopolítico: "Cuando el esfuerzo es inútil, conduce a la melancolía". La escalada de marzo-abril de 2003 golpeó sobre todo a los gestores claves del Proyecto Varela y surtió el doble efecto de poner en entredicho al líder Oswaldo Payá y frenar las labores proselitistas dentro del pueblo.

Hoy siguen encarcelados aquellos gestores (dos terceras partes de los condenados en la Causa de los 75) y la policía castrista visita puntualmente a los de abajo para conminarlos a retractarse de sus firmas. Mientras tanto la sociedad civil, promovida como pluralidad de grupos opositores, no puede sustituir al pueblo. Y los usos protocolares parecen haber devorado la "dura y extensa resolución antigubernamental" de la APSC.

Indagación del choteo

Algo anda mal cuando del cielo opositor caen sobre la bandeja de Castro los motivos que acostumbra a transfigurar como justificaciones de la coerción. Así como Rodolfo Frómeta convocó con estridencia al entrenamiento de sus Comandos F-4 (que ya en la Primavera Negra fueron utilizados por el canciller castrista para dar a la prensa extranjera indicios de agresión en cierne contra Cuba), Luis Posada Carriles jugó su carta de asilo político en EE UU poco antes de la fecha prevista para la APSC.

Algo peor sucede si los líderes disidentes dan cañonas para engrosar sus agrupaciones, se tildan unos a otros de agentones castristas y hasta arman lío por no encabezar listas concebidas en orden alfabético. Y es que algunas cositas entre cubanos dejarían perplejo al filósofo alemán Nicolás de Cusa, quien postuló la coincidencia de los opuestos.

Nadie ha cumplido mejor que Castro, por ejemplo, la tarea 21 del Proyecto Cuba (1962), elaborado por la CIA y luego denominado Operación Mangosta, que consistía en "provocar fracasos en las cosechas de alimentos". Nada viene fragmentando más a la disidencia que las tentativas de aunarse. El colmo sería que el castrismo prosiguiera sin Castro, por obra y gracia de los opositores. La alternativa ha sido planteada de nuevo por Payá en términos de unidad "básica y eficaz " entre los grupos opositores "por encima de las heridas, pasiones y errores".

El líder del Movimiento Cristiano Liberación declaró asimismo no tener pretensiones de monopolizar "la verdad y la razón", sino de sentar "bases más profundas y de largo alcance" para la disidencia en medio de "la persecución, el hostigamiento y la intolerancia" del gobierno castrista. Este planteo debe ganar a los cubanos dentro de la Isla (y también fuera de ella) para sentir al menos el optimismo trágico de Benjamin: "Sólo gracias a quienes viven sin ella nos es dada la esperanza".

© cubaencuentro

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