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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Kim Jong-il, Václav Havel

Dos muertes contrapuestas

Mientras Václav Havel es símbolo de democracia y libertad, Kim Jong-il representaba el totalitarismo y el terror

El mismo día llegaron las dos noticias: primero, la de la muerte de Václav Havel, el líder de la Revolución de Terciopelo checoslovaca, y posteriormente —aunque había ocurrido antes— la del dictador norcoreano Kim Jong-il.

El mismo orden de llegada de las noticias es un claro indicador de las características de ambos personajes fallecidos y de las sociedades a las que pertenecían. Como Havel era un demócrata, viviendo en una sociedad libre y abierta que él mismo ayudó directamente a construir, se conocía de su larga enfermedad, y tan pronto ocurrió el deceso se supo la noticia en todas partes, y brotaron sinceras expresiones de dolor en todo el mundo.

Por el contrario, la noticia del fallecimiento del dictador norcoreano llegó con retraso, más de veinticuatro horas después de haber ocurrido, cuando el aparato de terror norcoreano consideró que tal situación debía informarse. Y más allá de la histeria colectiva desatada en la nación norcoreana, con lágrimas y desgarre de vestiduras en las calles y en la televisión, en el resto del mundo pocos sienten realmente la partida del tirano que sumió a su pueblo aún más en la miseria y el terror heredado de su padre, los dos únicos “líderes” de Corea del Norte en más de sesenta y cinco años.

Václav Havel estuvo mucho tiempo vinculado a las artes escénicas como actor y dramaturgo, y fue un agudo ensayista, pero en su vida política nunca ensayó ni actuó: resultó siempre claro y transparente. Pagó con la cárcel su rechazo al sistema comunista impuesto en su país, literalmente, por las botas de los soldados y las esteras de los tanques soviéticos en dos ocasiones: tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y tras la breve “Primavera de Praga” de 1968.

En 1977 fue coautor y uno de los líderes de la Carta de los 77, documento a favor de los derechos humanos que rechazaba la ocupación soviética y el sistema totalitario impuesto en su país, lo que le ganó reconocimiento internacional, pero también mucho más odio de la dictadura checoslovaca.

En la cárcel estaba cuando los tumultuosos acontecimientos de 1989 alrededor de la caída del Muro de Berlín, y prácticamente salió de la prisión a ocupar el liderazgo de la entonces Checoslovaquia. Demócrata convencido, siendo presidente de la República los habitantes de Eslovaquia plantearon la secesión del país, y aunque Havel se oponía a esa idea, respetó la voluntad popular y posibilitó sin violencias ni traumatismos el surgimiento de Eslovaquia y de la República Checa, entidad mucho más disminuida territorial y económicamente que la antigua Checoslovaquia.

Václav Havel sacó a la antigua Checoslovaquia y a la República Checa de la oscuridad del comunismo para introducirla en la modernidad, incorporó al país a la OTAN y a la Unión Europea, y gracias en buena medida a su gestión al frente de la nación, la República Checa es hoy un país democrático y próspero, internacionalmente respetado y reconocido como uno de los ex satélites soviéticos que más han avanzado en el camino de las libertades y el fortalecimiento del Estado de derecho.

Los cubanos en la Isla y el exilio siempre sintieron claramente la solidaridad de Václav Havel, tanto en su condición de presidente como después de terminar su mandato. Su embajada en La Habana siempre estuvo abierta para los disidentes, y el demócrata siempre fustigó al régimen cubano, sus abusos y arbitrariedades, y la falta de libertades.

Hasta el último día de su vida fue un férreo defensor de la libertad y los derechos humanos. Aunque el régimen cubano ha ignorado su muerte, como quiso ignorar su vida, algún día en una Cuba libre Václav Havel recibirá el homenaje que merece.

Kim Jong-il, por su parte, vivió una vida falsificada desde el inicio, pues la propaganda oficial modificó su fecha y lugar de nacimiento, y aseguraba que el día que nació hubo una nueva estrella en el cielo y dos arcoiris sobre la Tierra.

Su único mérito reconocido fue el haber sido “hijo de papá” y heredero designado por el carnicero mayor, el dictador Kim Il Sung, a quien Fidel Castro admiraba de corazón. Kim hijo impuso a su pueblo más miseria y terror, en un régimen paranoico e infernal con un enfermizo culto a la personalidad y un odio irracional, priorizó al ejército sobre todo lo demás, llevó a la muerte por hambre a más de un millón de norcoreanos (cifra conservadora), y lanzó al país a una carrera armamentista tras el arma nuclear, que puso en peligro al mundo entero.

Según criterios de inteligencia de diferentes naciones, el pequeño y acomplejado dictador (que utilizaba calzado de tacón especial) era un individuo carismático de agilidad mental, que sabía lidiar con los pocos interlocutores extranjeros con los que interactuaba. Aunque siguió manteniendo a su pueblo en la miseria total, se dice que el “querido líder” gustaba de la comida gourmet —langostas, chocolates y vino francés entre sus preferidos— y el cine: contaba con miles de películas “del enemigo”, incluida mucha pornografía y los filmes de Rambo y James Bond entre sus favoritos.

Ante la imposibilidad de sus dos hijos mayores —playboys demasiado aficionados a los lujos y el estilo de vida occidental— designó heredero a su hijo menor, Kim Jong-un, quien se cree que estudió en Suiza —nada de escuelitas proletarias norcoreanas—, le regaló cuatro estrellas de general, y lo preparó para este momento. Con el cadáver del padre insepulto, “baby Kim” fue designado “gran sucesor” y se hizo cargo del gobierno: con menos de treinta años de edad, pasó al frente de un estado hermético y rudo con un arsenal atómico, y tendrá que demostrar que es capaz de administrar esa nación y evitar el colapso de una economía en ruinas o una hecatombe nuclear.

Solamente partidos comunistas han expresado abiertamente condolencias por la muerte del “querido líder”. China comunista, su aliado más cercano, se expresó con la visita del presidente Hu Jintao a la embajada de Pyongyang en Beijing, y el nicaragüense Daniel Ortega, que no sabe qué hacer para ser más miserable todavía, expresó su dolor por la muerte del “amigo”. El régimen cubano informó la muerte del “líder” en un escueto comunicado de dos párrafos, y decretó tres días de duelo oficial: tratamiento protocolar establecido para la muerte de jefes de Estado con los que se mantienen relaciones. Pero nada más hasta ahora.

Václav Havel representaba la democracia, el futuro y el progreso. Kim Jong-il la dictadura, el pasado y el retroceso. Las noticias de la muerte de ambos las recibimos el mismo día. Pero fuimos muchos los que no las sentimos igual.

© cubaencuentro

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